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Defender la Bandera

MALVINAS, A 35 AÑOS. La historia del pabellón patrio que el Grupo 4 de Artillería llevó a la guerra. El sentimiento de un veterano que luchó por ella.

Benito Alberto Cárdenas tenía 19 años recién cumplidos cuando fue a la guerra por nuestras islas Malvinas, usurpadas por Gran Bretaña desde 1833. ¿Por qué nuestras? Fundamentalmente, porque la República Argentina las heredó cuando se independizó de España en 1816.

Benito, nacido en Chaco, vivía en Buenos Aires cuando le tocó hacer el servicio militar obligatorio. Y eligió, como tantos colimbas de otras provincias, ir a Córdoba, motivado por el anhelo de querer ser paracaidista, de lucir la preciada boina roja.

Fue incorporado como miembro de la clase ‘63 en febrero de 1982 al Grupo de Artillería Aerotransportado 4.

La unidad militar, integrante de la IV Brigada Aerotransportada, sería la única del Ejército Argentino con asiento en esta provincia que recibiría la orden de partir al archipiélago en los días que siguieron al trascendental 2 de abril de aquel año.

“En el cuartel, estando formados, nos dijeron que diéramos un paso al frente los que quisiéramos ir a las Malvinas. Lo hice. No lo dudé. Éramos jóvenes; nos sonó quizá a una aventura al principio. Todo el mundo sabe lo que pasó después. Pero hoy, cuando han pasado 35 años del final de la guerra, no puedo explicar el orgullo que siento por lo que vivimos, junto con mis compañeros; por el hecho de haber defendido la bandera”. Se lo confiesa Benito a Día a Día.

Sereno. Tranquilo. Siempre, seguro; aunque ofrece sus disculpas por ser un poco cerrado para hablar del tema. Pero en la próxima expresión, cobra entera firmeza.

De repente, su sentimiento se pronuncia como el tronar del cañón al que tantas veces sirvió cuando, según él, “no sentía ni frío, ni hambre, ni sabía qué día era, atrapado por la vorágine del combate”.

Impulsado justamente por el orgullo. De ser argentino. De haber peleado por lo suyo, lo nuestro. Por su bandera, la nuestra.

Entonces, sus palabras suenan como una oración, un rezo, pronunciado con el corazón. Y con el alma: “Por mi celeste y blanca, la vida. Hoy, mañana y siempre. Hasta que cenizas queden de mí. Así va a ser”.

EN LAS ISLAS. Como miembro de la Batería A del Grupo de Artillería 4, “tirador de primera línea”, como él mismo describe, Benito participó de los intensos combates que sucedieron entre el 11 y el 14 de junio del ‘82 en las alturas alrededor de Puerto Argentino, la capital de las islas, en el desenlace del conflicto.

Pero a las penurias de la guerra las sufrió desde que llegó al archipiélago de clima prácticamente antártico, 50 días antes.

Y a su espíritu de lucha lo sostuvo observando a su bandera flamear, cada vez que pudo, mientras la batalla se lo permitió. Y por su vida, le pidió a Dios.

En un instante de profunda emoción, nos cuenta: “Le pedía un día más. Cada día. Porque, en esas circunstancias, no sabés en qué momento te toca. Siempre creí en Dios. A mí me cumplió. Y me siguió dando días. Hasta el final”.

Benito recuerda que, tras el cese del fuego el 14 de junio, un suboficial protegió la bandera del Grupo 4 y la hizo regresar hasta el mismo cuartel de camino a La Calera, donde en la actualidad permanece custodiada.

Se trata de la única bandera de una unidad cordobesa del Ejército que estuvo en una guerra durante el siglo 20.

Cada año, y como desde 1983, los veteranos de guerra, que para el tradicional encuentro viajan desde distintas partes del país, se congregan en el hoy denominado Grupo de Artillería Paracaidista 4 para celebrar su bautismo de fuego.

Y lo hacen junto con sus familias, con sus compañeros soldados, luciendo sus conservadas boinas rojas, respetando a sus jefes; a algunos, incluso, los llaman sus segundos padres. Y en la ceremonia, reina la bandera, a la que antes de despedirse besan, uno a uno, como en un sagrado ritual de comunión. Pleno de honor. Colmado de amor a la Patria.

 

En el 35° aniversario del bautismo de fuego del Grupo 4 de Artillería, realizado días atrás en el cuartel localizado en el camino a La Calera –antes del peaje, a mano derecha–, estuvieron presentes alumnos de dos instituciones; la rural que lleva el mismo nombre de la unidad del Ejército y que se encuentra en Colonia Tirolesa (el establecimiento cumplió 100 años en 2006) y la Escuela Doctor Jerónimo del Barco, de Villa Parque Siquiman.

“Con el consentimiento y el apoyo de sus padres, quisimos traer a los chicos para que la próxima promesa a la bandera que harán tenga un real sentido para ellos”, explicó Beatriz Pereyra, vicedirectora de la escuela primaria de Punilla.

Su grupo estaba formado por los alumnos de cuarto grado, a cargo de Mariel Vaca, en compañía también de las maestras Liliana, Alejandra y Carmen, quien aportó: “Nos propusimos que su acto escolar no sea simplemente algo con lo que deben cumplir y punto. Que el sacrificio de los veteranos de guerra, que su entrega en la defensa de nuestra bandera sea para los chicos una inspiración”.

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