“No confundir gordura con hinchazón”, reza un viejo dicho popular argentino. Pero ahora le surgió una variante con fundamentos más científicos: “No confundir obesidad con lipedema”… Es que el lipedema (del griego antiguo "lipos”, que siginfica "grasa" y “oídēma”, que es "hinchazón") hasta no hace mucho era diagnosticado como simplemente como sobrepeso. Pero a partir de 2018 se concluyó que es una enfermedad crónica y –más preocupante aún- degenerativa. Esto esto es: var provocando transformaciones nocivas en el cuerpo conforme avanza.
Se caracteriza por la atípica y simétrica acumulación de tejido adiposo en las piernas y brazos, principalmente. Por antes a quienes la padecían -principalmente mujeres- se les prescriba como único tratamiento un cambio en el estilo de vida para bajar de peso.
Pero no se soluciona perdiendo peso, únicamente. Clasificado dentro de un grupo de patologías llamadas lipodistrofias –deformaciones a partir de la grasa corporal, para seguir citando el manual de griego-, el lipedema consiste en una alteración en la distribución de la grasa corporal, pero con una manifestación desproporcionada –como se dijo- en las extremidades.
Cómo se diagnostica
Pero también puede afectar a las caderas. A la vista, se produce una desproporción entre la acumulación de grasa en la cintura y las extremidades. Pero su diagnóstico no es tan simple como una simple mirada: para determinarlo hay que hacer una valoración a partir de la historia clínica, los resultados de un examen físico, las manifestaciones clínicas de la paciente y otras comorbilidades o afecciones asociadas.
Antes de mayo de 2018 -cuando la Organización Mundial de la Salud la aceptó como enfermedad- el lipedema ya tenía entidad. Fue descrita por primera vez en 1940, pero pasó inadvertido hasta que se realizó una Clasificación Internacional de las Enfermedades (relevamiento global que hace la OMS cada tres años).
Mientras que al principio se pensaba que se originaba por una acumulación de fluidos o edema (que dicho a secas remite a una inflamación por líquidos), se estableció finalmente que el aumento de volumen corporal en las zonas descriptas se da por grasa y suele ir acompañado de dolores punzantes en esas partes afectadas. Por eso se sugiere sustituir el término “lipedema” por “síndrome de lipalgia” (acumulación de grasa dolorosa).
El dolor al palpar ese tejido es muy característico del lipedema. También va acompañado de otros problemas de salud, como un exceso de movilidad en las articulaciones, pérdida de fuerza muscular y alteraciones del sueño.
Sus complicaciones
Además, puede convivir con afecciones como alteraciones del sistema venoso, arterial o linfático. El origen de esta patología puede deberse a varios factores. Uno de ellos es el hormonal, y afecta principalmente al sexo femenino.
De hecho, algunos estudios apuntan a que aproximadamente una de cada 10 mujeres la padecen, aunque la falta de criterios para su diagnóstico y el desconocimiento sobre el lipedema hace que no podamos conocer el porcentaje real de afectadas.
Lo que sí se sabe es que su aparición o desarrollo coincide en períodos de cambios hormonales femeninos, como la pubertad, el embarazo, el parto, la menopausia o el uso de anticonceptivos hormonales.
Todas estas circunstancias conllevan fluctuaciones de las hormonas, especialmente de estrógenos. A este factor hay que añadir cierta predisposición genética, pues un alto porcentaje de pacientes informan de antecedentes familiares.
El abordaje del lipedema ha estado en continuo cambio en las últimas décadas, y seguramente siga evolucionando en los próximos años.
El tratamiento más conocido es la cirugía, con técnicas como la liposucción, pues es la única estrategia que consigue eliminar el tejido graso localizado. Pero las intervenciones conservadoras o sin cirugía tienen mucho que ofrecer. Pero también se trata con masoterapia (masajes), las dietas monitoreadas por un masajista y terapias compresivas (utilización de fajas o medias ajustadas en las zonas afectadas).
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