La vista, una de las víctimas de la época

Dolores de cabeza repetidos y unos ojos achinados que revelaban el esfuerzo de enfocar cada vez más seguido, sea para mirar tele o hacer la tarea del cole, fueron las dos cuestiones que hicieron que Ana Laura Oliva llevara a su hija Lola, de apenas 6 años, al oculista para que estudiara qué era lo que le estaba pasando. El diagnóstico fue preciso: miopía. Y la causa del problema, también: el mundo mutlipantalla y los nuevos hábitos que en ese mundo adoptan los chicos.
“La mamá de una compañerita del cole me había comentado que el problema lo tienen varios chicos -cuenta Ana Laura-, y el propio oculista nos explicó que era por el uso de la tablet. Como todos los chicos ella juega y se pone la pantalla muy cerca, casi pegada. Ahora limitamos el uso y tratamos de que la visión no sea tan corta, un hábito que también tratamos que lo tenga a la hora de leer libros”.
El tema no es nuevo pero alarma y crece ante cada nueva medición: sea en el lugar del mundo que sea -aunque en algunos mucho más que en otros-, el incremento del uso de aparatos electrónicos está afectando la vista de los pequeños como Lola. Pero no es la tecnología la única culpable, advierten los especialistas, sino el exceso de visión corta. Algo que sucedía aún antes de que existieran siquiera los teléfonos inteligentes.
“Las cuestiones ambientales son fundamentales y tienen mayor incidencia que las genéticas”, explica el oculista Bernardo María Salvio, quien a la hora de señalar algunas de esas causas ambientales no duda en apuntar contra la menor permanencia de los niños al aire libre. “El tiempo de exposición a la luz natural en edad de crecimiento -asegura-, es tan determinante como el uso muchas veces desmedido de dispositivos móviles con pantallas pequeñas”.
Según el profesional, en los chicos que están en penumbra suele disminuir la producción de dopamina, un neurotransmisor que producen, entre otras, las células de la retina. “Eso genera una debilidad en el esqueleto del ojo y provoca que este órgano crezca así más de lo normal y se torne miope”, dice Salvio.
En los países asiáticos, donde el vínculo de la tecnología con los más pequeños es notable, el tema cobra las dimensiones de una verdadera epidemia: hace seis décadas, por caso, entre el 10 y el 20% de los chinos eran cortos de vista; hoy, esas cifras llegan al 90% entre los adolescentes y los adultos jóvenes. En Seúl, las estadísticas son inimaginables: el 96,5% de los chicos de 19 años son miopes, según datos publicados por la revista Nature.
Pero no sólo allí se produce un dramático aumento de este alargamiento del ojo que dificulta la visión de lejos. Alrededor de la mitad de los jóvenes norteamericanos y europeos padecen este trastorno (el doble de lo que pasaba hace medio siglo), una proporción similar a la que arrojó un estudio del King’s College de Londres entre jóvenes británicos de 20 a 25 años, lo que demuestra a las claras que se trata de un problema de escala global.
Según algunas estimaciones, de hecho, hacia el final de la década un tercio de la población mundial podría estar afectada por este cuadro.
Si bien en nuestro país los números por el momento no alcanzan los niveles de los países asiáticos, todo hace pensar que podría seguir el mismo camino y peligroso camino. Sin ir más lejos, un informe reciente difundido por expertos locales aseguró que tres de cada diez adolescentes tendrán miopía para 2020. Y todo por el mal uso de celulares y tablets.

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