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FLORENCIA DÁVALOS, DUEÑA DE UN APELLIDO LIGADO AL ARTE Y LA POESÍA

"Asumí el compromiso de vivir del canto: cantar me llena de alegría"

La joven cantora recorre el amor por su tierra, los recuerdos de Jaime Dávalos, su padre, el patio de su casa en Zárate, la ceremonia de estar cerca de los sueños.

Ingresar al mundo de Florencia Dávalos es un paseo por imágenes de músicos juntos de madrugada, títeres de cartapesta, ilusiones en forma de artesanías, guitarras, bombos y poesías.  Si la infancia es la patria, la de Florencia sabe de pasiones que la acompañan ahora, cuando en memoria está la semilla. Florencia Dávalos, dueña de una mirada inquietante y de un apellido que es sinónimo de la poesía y de la canción. "Embriaguez de vida mezclada con música y poesía,", dice en esta charla.
-¿Qué recuerdos te quedan de aquel patio grande en Zárate?
-El patio de la parra y el limonero, del duraznero en el centro y los frutales por allá atrás del quincho, en el fondo. El gran patio de la casa de mis abuelos, Lidia y Pedro. El de la casa de Villa Mazoni, que estaba detrás de la ferretería y ramos generales Casa Poggi en la emblemática esquina de España y Andrade. Ese es el lugar donde aprendimos a jugar. Jugar era nuestra tarea favorita. Patinar, andar en bici, caernos y volvernos a levantar una y mil veces. Donde jugábamos a las escondidas con mi papá, que era bien grandote, y se nos escabullía como un duende; para encontrarlo, después de largo rato de buscarlo, sentado en el sillón de la casa, disfrutando de su capacidad de aparecer y desaparecer. ¡Qué gran misterio era ese!
-¿Qué músicas del tiempo de tu infancia -de las juntadas de tu padre y otros grandes músicos- quedaron en tu corazón?
-La música de mi infancia está también ligada a mi mamá, pues ella era y es, muy musical. Mi padre la llamaba La Musi, porque andaba repartiendo música de una punta a la otra de la gran casa. Crecí escuchando Cecilia Todd, Nicomedes Santa Cruz, Chabuca Granda, Jaime Torres, Coro Pro Música de Rosario, Violeta Parra y mucha otra música, que rondaba por el aire. De las juntadas de mi padre con otros músicos, recuerdo amistad, vino, calidez, embriaguez de vida mezclada con música y poesía.
-Memoria de la semilla es tu primer disco y además un homenaje a tu padre. Dijiste por ahí que editarlo fue comparable a dar a luz a un hijo. ¿Cómo fue creciendo ese disco una vez que comenzó a girar, qué satisfacciones te trajo?
-Memoria de la semilla es mi primer disco y es un proyecto que se propone difundir la obra poético-musical de Jaime Dávalos, acercándolo a un amplio público de distintas generaciones y ámbitos socio-culturales diversos.  El disco es la punta del ovillo, para comenzar a desenmarañar gran parte de la obra que está un poco olvidada o perdida. Al mismo tiempo, está profundamente ligado a mi historia familiar y musical.
-¿Cantora o cantante?
-Cantar es un acto natural, espontáneo, nacido de un deseo profundo de darnos al aire, de irnos a bocanadas en el viento, publicitando a pulmón abierto esa opresión íntima, ese compartido silencio larval del hombre, del Homo locuens, prójimo universal por el que todos nos comunicamos "criptogámicamente", decía mi padre. Tuve desde muy niña algún tipo de conciencia con respecto a la magia del canto; el poder de ligar, de comunicarnos entre las personas, y de hablar con nosotros mismos. Cada vez que cantaba me llenaba de alegría, simplemente, y no quería dejar de hacerlo, y eran horas y horas cantando.
-¿Qué encerraba aquel sueño de "El Alto de las Artesanías"?
-El Alto de las Artesanías fue un sueño de mi padre. A veces, al dejar esos sueños inconclusos, es como enunciar una idea, para que otras las completen. 

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