José María Muscari se sabe provocador y lo explota al máximo. Claro que ese espíritu no le hace sombra a su experimentada carrera como dramaturgo que ahora también se combina con su faceta de actor. Entre las múltiples responsabilidades para el 2014 que recién comienza, el artista no tiene tiempo para nada: acaba de estrenar en Mar del Plata su adaptación propia en versión libre de “La casa de Bernarda Alba” (con un elenco ecléctico: Norma Pons, Andrea Bonelli, Valentina Bassi, Adriana Aizemberg, Florencia Raggi, Martina Gusmán, Mimí Ardú, Lucrecia Blanco y Florencia Torrente); forma parte del elenco de “Los locos Grimaldi”; va por la segunda temporada de “Muy Muscari”, en el canal Ciudad Abierta, donde entrevista al mismo tiempo a dos personajes que en principio no tienen nada que ver; escribe un libro de reflexiones sobre el cuerpo, el sexo y la Mass Media y escribe en su propio blog. “Creo que soy una persona muy clásica y sin excesos. Todo lo contrario de lo que se espera de alguien que tiene la obra que yo tengo.
Todos presuponían un Fernando Peña, alguien excedido, políticamente incorrecto. Yo soy férreo en mis opiniones, pero hay algo de las formas que me interesa, no me gusta la falta de respeto. Me siento un creador múltiple que va adquiriendo forma: de actor, de director, de escritor, dramaturgo”, dice a la hora de contestar cómo es su ecléctica personalidad. Hay un tema recurrente en la vida del dramaturgo: el cuerpo. Su físico es algo de que se ocupa y se preocupa: “Fui hijo de un padre obeso, fui sedentario, a los 19 me decidí a no ser un gordito y empecé a ir a un gimnasio. Cuando adelgacé me empecé a copar con lo muscular y cambié mi cuerpo. No soy un `obse´ del cuerpo pero me encargo mucho, soy muy estructurado”. Pero Muscari tiene ganas de hablar y cuenta.
Como un adolescente que quiere seducir y encantar permanentemente. “Cuando empecé el gimnasio, tenía novia. Al año me separé, fui a una disco a bailar, conocí a un hombre, me preguntó si me podía besar y le dije ‘bueno, dale, pero mañana nos olvidamos’.
Me fui con él esa noche, tuvimos sexo en el palier de su casa, imaginate, muy torpe, no sabía ni qué tocar. Al otro día corrí a llamarlo por teléfono y me convertí en su novio. Yo sentía que estaba con él, pero no que era gay. Decía ‘cuando cortemos, voy a volver a estar con chicas’”. “Y de hecho pasó, después de estar tres años juntos cortamos, salí con una chica, tuve sexo y cuando ella acabó, quería que le crecieran pelos -agregó muy verborrágico-. Ya no me gustaban más las chicas, funcionaba sexualmente pero emocionalmente mi mundo estaba ya en otro lugar. No hubo una transición en la que yo haya pensado `me gustan los hombres´”.
JOSÉ MARÍA MUSCARI SE PRESENTA EN MAR DEL PLATA
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