Tendencias: Los viajes digitales que preparan a los humanos para vivir en Marte
EN LA BÚSQUEDA DE DOMINAR LO DESCONOCIDO

Tendencias: Los viajes digitales que preparan a los humanos para vivir en Marte

Simulan en la Tierra las mismas condiciones que en el planeta rojo, con todos sus rigores, para conocer cómo responden el cuerpo y la mente a esas situaciones

Pocas experiencias concentran tanto la atención como una misión espacial. Desde la transmisión televisiva de la llegada del hombre a la Luna en 1969 hasta los viajes espaciales protagonizados por millonarios y difundidos a través de Internet, las noticias desde el espacio exterior se transmiten en tiempo real y renuevan la ilusión de dominar lo desconocido. Pero sin embargo, muchas veces estos avances llegan a través de los viajes digitales, experiencias que se desarrollan dentro del mismo planeta Tierra, con el objetivo de preparar a los seres humanos para una próxima estadía en Marte.

Es así que, por ejemplo, la Agencia Espacial Europea, la Nasa, Rusia, o China, estudian desde hace años los efectos de ir al más allá en lo que se llaman “misiones análogas”, que simulan en nuestro planeta Tierra las condiciones que hay que enfrentar en un viaje espacial de meses, encerrando a sujetos experimentales en una cápsula para dar comienzo a un experimento de simulación muy riguroso.

La idea es simular un largo viaje espacial de la forma más real posible para ver los efectos no sólo físicos sino también psicológicos, de manera que los riesgos que se asuman en los viajes espaciales que están a punto de hacerse realidad, sean los menores posibles.

La NASA, por ejemplo, está trabajando en un primer experimento de un año de duración que ya está programado para comenzar en este mismo año 2022, y en otros dos restantes que se realizarán en 2024 y 2025 respectivamente.

Sin embargo, ya hubo una experiencia reciente que “hizo vivir” en Marte a un equipo humano sin salir de la Tierra.

La experiencia se llevó a cabo en el interior del cráter Ramón, una formación tectónica de 40 kilómetros de largo y 8 de ancho, en el desierto de Neguev, a 217 kilómetros de Jerusalén, la capital de Israel.

En ese entorno rocoso de colores anaranjados que se asemejan al paisaje marciano, el Foro Espacial Austriaco (OeWF), una organización aeroespacial que desde 2018 realiza misiones analógicas a Marte, se asoció con el centro de investigación israelí D-Mars para instalar la base de simulación en la que vivieron durante casi un mes seis astronautas. La misión se llamó AMADEE-20 y el equipo estuvo formado por una mujer y cinco hombres de Austria, Alemania, Israel, España, Portugal y los Países Bajos.

Según explicó Gernot Gromer, director de OeWF, la organización que ya realizó doce misiones analógicas a Marte, “tenemos el lema de fallar rápido, barato y tener una curva de aprendizaje empinada, porque cada error que cometemos en la Tierra, esperamos no repetirlo en Marte”.

Fue así que los astronautas vivieron de manera aislada. El equipo de soporte, que contó con médicos para supervisar las funciones vitales de la tripulación y solamente podían intervenir en casos de emergencia, no interactuó con la tripulación.

El contacto con el resto del mundo fue exclusivamente a través del Centro de Apoyo a la Misión (MSC) en Innsbruck, e incluso, para recrearlo de manera más realista, la comunicación entre Marte y la Tierra se retrasaba 10 minutos.

Durante la misión, los astronautas vistieron un traje espacial cuyo peso es de 45 kilos, equipado con telemetría médica (cámaras, micrófonos y un sistema de respiración) para que la misión se sintiera lo más parecida a Marte como fuera posible.

La 13º misión analógica a Marte AMADEE-20 del Foro Espacial de Austria (OeWF), finalizó de manera exitosa hace unos días, y Alon Tenzer, uno de los astronautas analógicos que participó de la misión, explicó que “el hecho de que trabajamos tan bien juntos y logramos pasar tres semanas de aislamiento con buena salud mental se debe principalmente a la excelente preparación de la misión y al proceso de selección profesional de los astronautas analógicos por parte de la OeWF. El equipo se formó a la perfección “.

Cabe destacar que cuando en marzo de 2020 la OeWF comunicó que la tripulación de la misión analógica a Marte estaba seleccionada, destacó que se trataba “de expertos altamente calificados y capacitados por el Foro Espacial de Austria”, y que el comandante del equipo, el ingeniero aeroespacial Joao Lousada, de Portugal, es “un astronauta análogo experimentado que ya participó en dos misiones análogas a Marte anteriores en Austria (2015) y Omán (2018)”.

La formación, según aseguraron los organizadores de este viaje analógico espacial, incluyó operar con un prototipo del traje espacial -controlando el estrés y situaciones de emergencia- para realizar investigaciones de terrenos. Primero con drones y luego con robots de mapeo, recolectaron muestras de suelo, y por eso fue fundamental que la tripulación tuviera conocimientos de astronomía planetaria, geología y astrobiología, como para dejar sentado que, con los ojos puestos más allá de la Luna pero sin despegar de la Tierra, los viajes espaciales analógicos alimentan la fantasía de dominar lo desconocido.

PREPARANDO EL CUERPO Y LA MENTE
Como se señaló, los objetivos de estos viajes son preparar a seres humanos para vivir fuera de la Tierra durante largos períodos.

En este marco, las situaciones de aislamiento y confinamiento en lugares pequeños durante largos períodos de tiempo se llevan estudiando desde hace años, especialmente en tripulaciones de submarinos nucleares, y también en asentamientos o estancias prolongadas que se han realizado en la Antártida.

En estos casos, la ausencia de luz natural se mantiene durante meses, además de una seria limitación física para moverse, explorar, o relacionarse más que con un grupo muy pequeño de personas.

Por ejemplo, profesionales de la salud han reportado durante años que en esos escenarios se han dado todo tipo de sintomatologías graves, como depresión, irritabilidad, comportamiento agresivo, insomnio, problemas de concentración y memoria, y un estado psicológico como de ausencia que oportunamente se dio en llamar la “mirada de la Antártida”, una especie de mirada pérdida y absorta.

Christian Otto, un médico que lleva tiempo estudiando estos fenómenos para la NASA, dio cuenta que él mismo experimentó lo que ocurre al pasar dos inviernos en la Antártida, y cuenta que tuvo muchos problemas psicológicos con los que tenía que lidiar todo el tiempo, y observó como uno de los efectos era que se estrechaba su vida social, al dejar de comer con otras personas en el espacio común que tenían para ello, sentir que bajaba su nivel de afectividad y que de alguna forma se iba apagando poco a poco, algo que se notaba incluso en su tono al hablar y en su mirada, concluyendo que los efectos pueden ser devastadores para los circuitos cerebrales, más que nada preparados para un mundo lleno de estímulos.

Es por esto que los investigadores quieren saber si en un viaje de más de 6 meses de duración y en el que haya que recorrer 56 millones de kilómetros, una tripulación humana podrá llegar en buenas condiciones mentales y físicas para llevar a cabo su misión.

Es así que, antes de participar en los experimentos análogos y comenzar su viaje espacial sin salir de la Tierra, los protagonistas tienen que superar gran cantidad de pruebas y tests físicos de resistencia, psicológicos, de privación de sueño, adaptación a condiciones de luz y temperatura, etc., para, una vez en la cápsula espacial, todo ser monitorizado por los científicos mediante cámaras, sensores, y pulseras biométricas, y así poder saber cómo se enfrentan a todas las dificultades cada uno de los componentes de la tripulación, midiendo el nivel de estrés, las tasas metabólicas, niveles de descanso, frecuencia cardíaca, temperatura de la piel, etc.

Es que los investigadores no solo quieren entender cómo un ser humano reacciona y se adapta a este entorno de confinamiento durante meses, sino también tener parámetros o variables para seleccionar y entrenar mejor a los futuros astronautas para cada tipo de misión espacial.

EL VIAJE A MARTE
Una vez que se suben a la nave espacial, los tripulantes de estos viajes digitales intentan simular y recrear al detalle todo lo que ocurriría en un viaje real.

Así, desde el momento del despegue unos enormes altavoces debajo del suelo hacen que toda la cápsula vibre y y tiemble; la comida es la misma que se suele emplear en el espacio, todo deshidratado y congelado que luego se convertirá en algo medianamente comestible, exactamente lo mismo que ocurre en la ISS (Estación Espacial Internacional).

No hay conexión a internet, ni más contacto con el exterior que con el centro de control, y de hecho se simula también el retardo en las comunicaciones propio de la distancia con la Tierra, 10 minutos de espera para recibir una respuesta conforme la nave se aproxima a Marte.

En las expediciones fuera de la nave para recopilar muestras, por ejemplo de un asteroide, utilizan cascos de Realidad Virtual, al estilo de las conocidas “Oculus Rift” que se utilizan en algunos videojuegos, y lo que ven por las ventanas de su nave espacial son solo estrellas y más estrellas. También se incluyen crecimiento de cultivos, preparación y consumo de comidas, ejercicio, actividades de higiene, trabajos de mantenimiento, tiempo personal, trabajo científico y sueño.

Todo esto la NASA espera realizarlo en tres misiones que pretenden recrear las condiciones de vida que se afrontarían durante un año en el planeta rojo pero sin salir de la Tierra, con el nombre de “CHAPEA”, sinónimo de “Crew Health and Performance Exploration Analog”.

No serán experiencias de un mes, como las que se han venido desarrollando hasta ahora, sino durante todo un año, lo que multiplicará todas las condiciones conocidas. Básicamente, la NASA creará un hábitat terrestre en el que realizará tres misiones analógicas con el objetivo de simular la vida en un mundo distante como Marte y estudiar el comportamiento de sus tripulaciones y el efecto que las condiciones recreadas tienen sobre su rendimiento y salud.

Cada una de las misiones tendrá, como quedó dicho, un año de duración, y los equipos estarán conformados por cuatro personas. Los exploradores compartirán el día a día en un hábitat de poco menos de 160 metros cuadrados, llamado “Mars Dune Alpha”, en una base impresa en 3D que se ubicará en el Centro Espacial Johnson, en Houston, Texas. La importancia de estas misiones ha aumentado en los últimos años al acercarnos en esta década definitivamente a la primera misión tripulada a Marte y a diferentes planes para colonizar la Luna, algo que persiguen Europa, EE UU, Rusia, China, y la India, que esperan poner un hombre en Marte antes de 2030.

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