“Gracias totales”: El final de una era, el inicio del futuro
EL FINAL DE UNA HISTORIA ETERNA

“Gracias totales”: El final de una era, el inicio del futuro

Soda Stereo le puso el broche de oro a su historia en dos noches emotivas en las que Cerati fue conjurado desde la máquina

“Sepan que mi papá está en todos ustedes”, lanzó, en uno de los momentos más emotivos de la noche, Benito Cerati, sobre el escenario montado en el Campo de Polo. Esa fue, de alguna forma, la misión de “Gracias Totales”: reconstruir a Gustavo Cerati desde el colectivo.

El espectáculo fue concebido por dos tercias partes del trío, Zeta Bosio y Charly Alberti, como una manera de darle un broche de oro a una historia que había quedado interrumpida por la sorpresiva y temprana muerte de Gustavo Cerati: los Soda habían dicho que quizás regresarían, cada tanto, al escenario, pero la promesa comenzó a quedar irremediablemente rota el 15 de mayo de 2010, cuando Cerati sufrió un ACV durante un concierto en Caracas.

¿Qué hacer, entonces, con ese sinsabor, con esa sensación de cierre faltante? Bosio y Alberti imaginaron, y conjuraron, una ceremonia para provocar no solo en ellos, sino en los más de 100 mil espectadores que se congregaron el sábado y domingo en el Campo de Polo, la descarga emocional necesaria para soltar. Una reunión de amigos para dar el adiós final.

A la ceremonia invitaron a los íntimos, Richard Coleman, Fabián “El Zorrito” Von Quintiero, Benito Cerati, Simón Bosio, el hijo de Zeta; también allegados de estrecho vínculo con Gustavo, como Andrea Echeverri, Rubén Albarrán, Walas y Gustavo Santaolalla .

La despedida, sin embargo, estaba pensada desde el inicio como una gira latinoamericana, y como semejante lista de ilustres no podía pasear por el mundo todas las intervenciones de los invitados (incluso los que estuvieron de forma presencial en Buenos Aires) fueron grabadas para aparecer en la gigantesca pantalla con forma de infinito. Al Campo de Polo enviaron sus intervenciones virtuales figuras como Julieta Venegas, Adrián Dárgelos, Juanes, Fernando Ruiz Díaz y Mon Laferte, y cerró la noche Chris Martin, cantando como hiciera en La Plata “De música ligera” para el pogo generalizado.

A ese cierre de ritual no le faltó, claro, calor de un público mayormente +40, que dejó las rodillas en el último pogo, quizás, de sus vidas, pero, a la vez, confirmó las sospechas de este cronista y tantos otros a lo largo de la noche sobre la superioridad “estética y moral”, como dicen los tuiteros, del show presencial frente a la virtualidad.

EL DIOS DESDE LA MÁQUINA
Siempre a la vanguardia del espectáculo, Soda montó una impresionante y futurista pantalla en el Campo de Polo donde se proyectaron a la vez los músicos en vivo con los artistas que habían grabado sus participaciones, todos al unísono y hermanados por una estética pop con guiños retro que se completó con la proyección de fragmentos en VHS del primer Soda.

Pero aún con semejante despliegue visual, las apariciones en la pantalla de los “invitados virtuales” tendieron a enfriar el clima, a diluir la entrega física del público al ritual. Con una notable excepción, claro: el renacer de Gustavo Cerati en la pantalla, en varios momentos de la noche, para acompañar fantasmal pero eterno a sus compañeros de Soda, no solo reivindicaron el poder musical del trío, sino que también generaron los momentos más poderosos de la noche, de sensaciones indescriptibles provocadas por esa resurrección artificial y temporal, por esa presencia a la vez divina y fantasmagórica en la pantalla entonando esas canciones eternas que son parte de la piel de dos generaciones.

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