Juan Palomino: “La mayor condena que ha tenido Maradona es la soledad”
ENTREVISTA EXCLUSIVA

Juan Palomino: “La mayor condena que ha tenido Maradona es la soledad”

Protagonista de la serie de Amazon con la que llegó a las teles de todo el mundo, el platense se desintoxica del alboroto mediático jugando a ser un “actor que canta” en el espectáculo de poesía y música de Charo Bogarín, su compañera y un pilar fundamental en el “complejo” proceso que atravesó para transformarse en Diego

En las últimas semanas, el nombre de Juan Palomino dio la vuelta al mundo y no es una exageración. A los 60 años, el actor nacido en La Plata, pero criado en Cuzco, Perú, alcanzó el que podría definirse como el “papel de su vida” al haber sido contratado por Amazon Prime Video para ponerle su cuerpo al cuerpo pesado, castigado y solitario de Diego Armando Maradona.

La serie, disponible desde el mes pasado en el servicio on demand, despertó un interés “cósmico” y la foto del platense, caracterizado como el Diego de los excesos, ilustró las portadas impresas y digitales de medios de todas partes del mundo; desde Italia a la India, pasando por Estados Unidos y Rusia, y más allá y más acá, también.

Y mientras la explosión sigue afuera, con una producción de diez capítulos que sigue instalando debates y polémicas por su contenido y las diferencias del clan, el artista sigue labrando su carrera en silencio, como ha hecho siempre.

Atraviesa, dice, un presente profesional de “efervescencia”, entre proyectos para la televisión y el cine donde sueña con dirigir su primera peli, pero también para el teatro donde, por estos días, juega a ser un “actor que canta” en el espectáculo de música y poesía de su pareja, Charo Bogarín, y con el que esta noche se presentarán en La Plata.

“Siempre es lindo volver a casa” admite el intérprete, emocionado con la presentación que realizarán hoy desde las 20 (con la apertura de Diego Martez), en la sala de 58 entre 10 y 11. En “Un canto de raíz”, la cantautora formoseña, mitad artística del Dúo Tonolec, fusiona ritmos latinoamericanos con los sonidos de las nuevas tecnologías, entre canciones propias y versiones de clásicos que fueron interpretados por Mercedes Sosa, Violeta Parra y Chabuca Grande

 -¿Cómo nació y cómo es tu participación en “Un canto de raíz”?
-Mi incorporación fue natural, ella me invitó a intervenir una canción que escribió Tute con música de Jaime Torres, “Sabana esperanzada”, que intervine con “América Latina” de Nicomedes Santa Cruz. Después hacemos un pequeño homenaje al Perú negro, y tocamos “Toro Mata”, que es una canción muy afroperuana. Es una gran alegría poder fusionar la poesía y la música.

-¿Qué es lo más lindo de trabajar juntos?
-A mí siempre me apasionó la música. No diría que soy un músico frustrado, tampoco que soy un músico. Pero estar juntos me nutre. La música acompaña nuestros amaneceres. No nos la pasamos cantando (risas) pero creo que eso ha sido un factor fundamental para construir. Y construimos a partir de nuestros propios caminos. Estar en pareja, como dice ella, es estar parejos. Tanto Charo como yo, tenemos caminos distintos que se unen y esta propuesta fue una linda oportunidad para aproximarnos. Tal es así que estamos pensando en hacer un disco de boleros juntos y acercarme al canto. Estoy muy muy feliz de volver a casa de la mano de mi compañera y de la mano de la música y la poesía.

-Es una buena propuesta para apagar un poco los flashes y el aturdimiento que dejó la serie de Maradona, ¿no?
-Sí. Si bien la serie la había terminado de grabar antes de la pandemia, el lanzamiento fue una cosa increíble. Aunque ya nos habían prevenido, fue hacer una infinita cantidad de notas para todo el mundo. Pero estar ahora recostado, acompañado, protegido por mi mujer, mi amor, para mí es un bálsamo. También lo ha sido en todo el proceso porque tuve que aumentar mucho de peso y enfrentarme a la mirada del otro que fue bravo. Sin ella, hubiese sido complejo.

-Aumentaste en silencio veinte kilos. No podías decir nada por contrato. ¿Qué fue más difícil? ¿Esos kilos o la mirada de la sociedad?
-¡Me han llegado a decir si me había comido un fitito! En una foto, alguien comentó si me había pasado un camión por encima. Las personas, con una impunidad enorme, no saben el daño que pueden llegar a hacer con un comentario a los que tienen problemas de peso. En mi caso, era por el trabajo y no lo podía decir. Pero incluso ahora, que estoy con diez kilos menos, y sabiendo por qué engordé, me siguen diciendo cosas. Incluso mi mamá, que no la veía desde hacía algunos meses, cuando me vio me dijo “no te puedo ver con esa panza”. Qué bárbaro. Qué dura que es la mirada del otro, qué poco comprensiva y cuánta gordofobia existe en la sociedad. Hay toda una construcción que yo intento tratar de deconstruir. Pero estar en pareja, en familia, fue muy contenedor.

-Siempre se dice que Maradona fue el más humano de los dioses y, sin dudas, la parte que toca interpretar en la serie es precisamente esa: la más humana. Es el Diego alejado de los brillos, el Diego de los excesos, el vulnerable. ¿Pudiste comprenderlo antes de interpretarlo? ¿Te ayudó el hecho de haber sido de su generación?
-Lo pude comprender en carne propia, salvando las distancias. Por menos de la fama de Maradona la gente se vuelve loca en este oficio. Y entender a Maradona, si no lo contextualizás, y solamente lo visualizás desde estos últimos tiempos, es quedarte con los memes. A Maradona hay que entenderlo desde la génesis, desde que nació en Villa Fiorito, sin agua, sin cloacas, sin comida, sin ropa. Y para llegar al lugar donde llegó, en el medio hay todo un proceso político, un proceso económico, social, cultural. Yo formo parte de esa generación. Si bien no he tenido la vida que tuvo Maradona en Villa Fiorito, entendí todos los conceptos que se manejaron en la época: el machismo, el sexismo, el patriarcado, el rol de la iglesia, de los medios, la forma en la que se construyeron los modelos en el cine, en el arte. Estamos contaminados de una construcción patriarcal absoluta.

-Este contexto del que hablás es el que se propuso abordar la serie.
-Sí. Yo creo que, en este sentido, la serie permite visualizar el contexto en donde crecieron estas generaciones, no solo Maradona. No para justificar acciones de la vida privada sino para entender la forma. Ahora, ese mismo sujeto que creció en esas circunstancias, después se enfrenta al poder, como también lo hizo Mohamed Alí, que se plantó ante el ejército estadounidense porque se negaba a ir a matar vietnamitas. El hecho de no olvidarse de dónde viene es lo que lo hizo diferente a Maradona. Esa mirada de 360 grados que tenía en el campo de juego también la tuvo en la vida. Y aún así termina solo.

-¿Esa fue su condena?
-La mayor condena que ha tenido Maradona es la soledad, a pesar de haber sido el hombre más conocido del mundo (...). Entonces, sentir eso, salvando las distancias, me permitió reafirmar mi profunda admiración por este hombre que podría haberse quedado tranquilo engordando sus arcas, tener una vida acorde a un empresario del fútbol, sin embargo no: se enfrentó a la FIFA en su momento, porque fue un hombre político. Maradona no se subió al tren del ALCA, se subió al tren del ALBA, y eso me llamó siempre la atención. Su muerte para mí significa una etapa que se terminó. Existen pocos referentes a nivel político y deportivo que se planten al poder como se plantó Mohamed Alí en su momento y Diego Maradona.

-¿Es una bisagra en tu carrera?
-Yo creo que sí porque fue un gran desafío. Yo confié ciegamente en la mirada de mi director, Alejandro Aimetta, sino hubiese sido imposible. Para mí fue un esfuerzo muy grande, no sólo físico, sino también psicológico, que tenía que ver con interpretar a un personaje que todo el mundo conoce, y del que conocen detalles como cuánto mide su pie, su pantorrilla, su cabeza. Se saben vida y milagros. Pero yo me aferré totalmente al concepto de la soledad, de los silencios. Porque nadie conoce a Maradona en silencio y en su soledad. Yo intenté transmitir eso. Por algo la serie abre con ese plano en la playa, donde camino solo, y todo alrededor es gris; el mar es gris, la lluvia, el viento. Creo que eso sintetiza bastante su condena (...) Los detalles de su vida privada, son los detalles de la vida privada de cada persona. No lo juzgo por eso, no lo defiendo tampoco. Eso sucedió, no está más y es una desgracia.

-En paralelo a este suceso de la tevé, sos parte de otro suceso en el cine. “Yo nena, yo princesa” (narra la historia real de Luana, la niña trans argentina que fue la primera del mundo en obtener su documento de identidad acorde a su autopercepción de género) es un fenómeno del cine nacional que lleva en cartel cinco semanas. ¿Por qué creés que se da?
-Es la película argentina que después de la pandemia tuvo más espectadores. Se ve que el tema es un tema que está en la agenda. Me parece fantástico que nuestro cine vuelva a lo testimonial para visibilizar una situación que está desde siempre pero que no convenía mostrar. Y también esto lo tenemos que contextualizar porque mi personaje es un personaje que también responde a esa métrica de formación: machista, patriarcal, binaria, obviamente, porque es información que tenemos. Si tenés pirulín sos machito, si tenés vulva sos nena. No hay otra. Uno creció con eso. Y a ese hombre, que soñó compartir ese taller con ese hijo, el mundo se le derrumba porque encima encuentra a una psicóloga que le dice “usted tiene razón, señor”. Entonces, creo que yo que nada es tan simple. A veces se simplifica mucho la lectura que se hace en estos tiempos sobre las otras generaciones. No se entiende la formación, cómo nos formamos. Yo nací en el Hospital San Martín, crecí en Cuzco y mi formación fue así: eclesiástica, violenta. Me pegaban en el colegio si decía algo que no correspondía. También fue patriarcal, machista y sexista. Yo de chico quería ser James Bond, y no hay un tipo más sexista que James Bond: no tiene mujer, no tiene hijos, no tiene padres. Es un tipo libre, con licencia para matar...

-Pero, bueno, que en este momento conviva una peli como “Yo nena, yo princesa” con un tanque como “James Bond” habla de algo. De una necesidad del público, de otras historias.
-Totalmente. Hay un cambio de paradigma y tenemos esa posibilidad. Acá me parece fundamental el rol del Estado, el rol del cine, de la literatura. Uno puede estar de acuerdo o no, uno a veces es muy progre pero a veces cuando te toca a vos, aparecen unas latas de conserva en la alacena que llevamos. Lo bueno es compartir. Las cosas no te tienen que pasar a vos para darte cuenta que hay otro universo al margen del ombligo de uno. Hay otras formas y pasan otras cosas (...) Creo que es una película necesaria, una película que la gente no va a analizar cómo está hecha, sino la historia. Y eso lo celebro.

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