“Cowboy Bebop”: La animación de culto que Netflix convirtió en serie de acción real
ESTRENO EN LA PANTALLA CHICA

“Cowboy Bebop”: La animación de culto que Netflix convirtió en serie de acción real

El viernes llega a la pantalla de la plataforma on demand la adaptación del clásico del anime. ¿Por qué la original es una de las series más influyentes de la historia?

Año 1998. Una empresa de juguetes, Bandai, le pidió a la compañía de animación una serie. Cualquier serie, con tal de que vendiera naves espaciales. El director Shinichirō Watanabe tomó las riendas, pero lo que le mostró a Bandai era inaceptable incluso teniendo en cuenta la laxitud del pedido inicial: lejos de cranear una serie de tiritos y pilotos audaces, Watanabe quería despacharse con un melancólico neo-noir sobre un grupo de cazarrecompensas en deuda con su pasado, en perpetua bancarrota, navegando un océano de chatarra espacial en naves venidas a menos, explorando en cada episodio un género nuevo, mezclando géneros, yendo de la ópera espacial al western, de la comedia al terror. Le dijeron que no.

Y entonces el proyecto quedó colgado, hasta que la compañía hermana, Bandai Visual, decidió darle una chance. De esa apuesta fortuita salió una de las series animadas más influyentes de la historia, “Cowboy Bebop”, tan influyente que desde el viernes Netflix mostrará una adaptación con actores de carne y hueso.

Era, justamente, a lo que apuntaba Watanabe: una serie que trascendiera su tiempo y reescribiera lo conocido en términos de animación japonesa. El nombre del show (que puede verse también en Netflix) ya delata su intención de cambiar las reglas del juego: el bebop fue la forma de expresión que renovó el jazz en los años 40, cuando el género había entrado en un callejón sin salida: adocenado para el consumo masivo, las big bands inundaban los recintos respetables de la noche norteamericana, mientras en tugurios de mala muerte una nueva generación buscaba liberarse de la restricciones, del estancamiento musical del jazz: su experimentación trajo un tocar furioso, improvisación, ideas melódicas que escapaban a los estándares del género, incluso el influjo de ritmos latinos.

Watanabe buscaba lo mismo para la animación, como relata en la misma introducción de la serie: musicalizada con la explosiva “Tank!”, los créditos iniciales inspirados en James Bond y “Lupin III”, la epítome del cool, son acompañados por un texto que relata a los hombres que se congregaron en Harlem, en 1941, para cambiar la música, señalando que ahora es el deber de ellos “crear nuevos sueños, filmes que rompan los estilos tradicionales. El trabajo, que se convertirá en un género en sí mismo, se llamará ‘Cowboy Bebop’”.

Pero la influencia de la música en la serie iría más allá del mandato de romper todo y empezar de nuevo. Watanabe quería para su serie “cambiar eran los clichés musicales, los estilos tradicionales de música en animación y su forma de aplicarlos. No solo estaba cansado de que en una escena triste se tuviera que aplicar música triste, por ejemplo. Ni siquiera encontraba melodías que me gustaran dentro del repertorio de los animes que veía. Cuando dibujaba mis storyboards, me ponía de fondo música de películas occidentales para imaginarme las escenas con mis pistas favoritas”. Buscando nuevos horizontes también para el aspecto musical de “Cowboy Bebop”, Watanabe llamó a Yoko Kanno. La prolífica artista japonesa, compositora de centenares de bandas sonoras que van desde el clásico hasta el new age (y que está a cargo de la música de la remake de Netflix), cambiaría para siempre a la serie.

Kanno comenzó a escribir música para la serie, pero, comentaría años más tarde Watanabe, escribía lo que ella quería. Sin embargo, el director abrazó el imposible proceso que le proponía su colaboradora musical: a medida que estas canciones que nadie había reclamado le llegaban, animaba las escenas a su ritmo. Kanno veía las escenas y componía nuevas melodías. Había algo del fluir del jazz, algo improvisado y despreocupado en esa forma de colaboración y retroalimentación que dieron a luz efectivamente algo completamente novedoso: la música ya no era mero acompañamiento, sino que marcaba el ritmo de las escenas. Buena parte de la serie está animada a partir de la música, como una coreografía, un ballet animado.

Como, tras la salida de Bandai, Watanabe tenía rienda suelta para hacer y deshacer con inusitada libertad, se dedicó en “Cowboy Bebop” a hibridar, en busca de ese nuevo género, todas las influencias de su vida: se dan cita en la serie el spaghetti western, el neo noir, el terror, la ópera espacial, la comedia, la Nouvelle Vague, John Woo, Bruce Lee, la alegoría política, la ciencia ficción, Sam Peckinpah, tiros, sectas, terroristas, perros hiperinteligentes… La versátil Kanno nunca se inmutó, y haciendo base en el jazz navegó en su banda sonora entre el funk, el hip hop, el pop, la samba, el blues, el rock, brindando a cada mundo que visita la pandilla de cazarrecompensas un sabor particular: así, cada capítulo de la serie original propone un mundo nuevo, que es también una paleta de colores nueva, un género cinematográfico nuevo, nuevas atmósferas, nuevos ritmos. Una nueva aventura.

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