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IMPRESIONES

Los concursos de belleza están en capilla: ¿Ser linda puede ser una desventaja?

El municipio de Villa La Angostura, en Neuquén, decidió eliminar el tradicional concurso de elección de reina de belleza que tendrá lugar entre el 18 y el 21 de febrero. Sigue el camino marcado por otras ciudades bonaerenses que acabaron con estos certámenes “para evitar –así lo han dicho- la violencia simbólica y la cosificación de las jóvenes”. El subsecretario de Cultura de La Angostura, Jorge Arakelian, fue más lejos con su alegato progre: “Queremos salir del paradigma de la belleza y destacar valores distintos. Vamos a elegir jóvenes que sobresalgan por actividades deportivas, artísticas o solidarias”. ¿De esa forma piensan aminorar la cosificación y la violencia? ¿Son tan desestabilizadoras las chicas de la Cordillera? El camino de las buenas intenciones está empedrado de gestos burdos, hipócritas y demagógicos.
La Angostura se suma así a Chivilcoy y Villa Gesell en este festival de tonterías destinado sacar del camino a las lindas y exponerlas como agentes que incitan al rencor y a la frustración.
De a poco, detrás de lo políticamente correcto, asoman algunas injusticias. El buen gusto está en retirada en estas horas de fanático emparejamiento. Las pasarelas cada vez reciben modelos más estropeadas para que los modistos demuestren así su mirada amplia y consoladora.
En Córdoba, hace un mes, ganó un concurso de belleza una muchacha llena de abundancias que dejó atrás siluetas mejor repartidas. ¿Por qué? Si se trataba de un concurso de belleza ¿lo lógico no era premiar a las más atractivas? ¿A qué viene darle tanta chapa al consuelo?
Detrás de la idea de igualar surge una campaña sigilosa contra las lindas, que ya tenían bastante con la envidia y ahora deben hacerle frente a jurados hipócritas que mientras premian a las menos guapas miran con ganas las postergadas.
¿Se podrá pedir aquello de “gente con buena presencia”? ¿No será discriminador y dañino? La idea de emparejar es puro gesto demagógico. Somos distintos. Y algunos, más distintos que otros. ¿No habrá que prohibir las carreras del velocista Usain Bolt para no amargar los rengos? Hay muchas competencias para poder exponer otras capacidades. Pero la belleza nunca debería ser prohibida.
Lo de Villa La Angostura es considerado otro triunfo de la agrupación feminista “Ni sumisas ni devotas”, que hace tiempo viene promoviendo el fin de esos concursos a través de campañas en redes sociales.
Chivilcoy en el 2014 fue el primer municipio del país que tomó la resolución de sacar los tradicionales certámenes de las fiestas municipales, con el argumento de que son discriminatorios y refuerzan la idea de que las mujeres deben ser valoradas sólo por su apariencia física.
Y Gesell se subió al carro de los bien pensantes, amparado –dijo el Intendente- en la “Ley 26.485, de Protección Integral a las Mujeres, y la concientización que el ‘Ni una menos’ produjo en la sociedad”.
Rápidamente se subieron al tren más intendentes y legisladores. La Cámara de Diputados bonaerense analiza un proyecto de ley impulsado en plena campaña por las diputadas María Alejandra Martínez y Viviana Nocito, del Frente para la Victoria. Su idea es prohibir los concursos de belleza y reemplazarlos por certámenes “donde se reconozca a jóvenes que trabajan o se desarrollan en diferentes áreas”.
Ya lo habíamos dicho: lo de eliminar estos certámenes es una minuta legislativa que no ayuda. No sé en Chivilcoy y en Gesell, pero en algunos pueblos bonaerenses estos concursos no son otra cosa que una simpática convocatoria para que las bellezas municipales, antes del bisturí y las cigüeñas, enseñen que en esas calles hay algo más que barrido y limpieza.
Los cordobeses semanas atrás consagraron como la Chica del Verano 2016 a una competidora que no estaba en los papeles.
Se trata de la humorista Mar Tarrés, de 28 años, que admite tener varios kilos de más, y se impuso a las grandes favoritas del concurso, las mediáticas Ailén Bechara y Candela Ruggeri. “La gente votó la inclusión”, dijo la ganadora. Pero una cosa es votar la inclusión y otra es castigar a las más lindas por el solo hecho de serlo.
“Se votó a favor de la exhibición de un cuerpo normal: de la celulitis, las várices, las estrías y los kilos de más; del pecho que tras amamantar perdió firmeza, pero que es natural”, afirmó Mar Tarrés. Si la idea es empezar a distinguir a cuerpos deteriorados, habrá que prepararse para cualquier sorpresa.
Y hay un proyecto de la diputada kirchnerista Gloria Bidegain que no prohíbe nada pero desnaturaliza todo: la idea –una más en este reinado de los eufemismos inconducentes- es que en los certámenes no se elija por belleza y que participen personas discapacitadas. Y además, que en lugar de reinas se las llame representantes. ¿Tanto daño hacen las chicas lindas? ¿Es lo mismo ser bella que ser representante? ¿Cómo designarán a las princesas?
Las bellas están bajo presión. ¿Ser linda puede ser una desventaja? Ya lo dijo Karina Jelinek al solidarizarse con Pampita, la gran abandonada de la temporada: “Las lindas también sufrimos por amor”. Que se creen. Y ahora también por los concursos.
El famoso director George Cukor, al enterarse de la muerte de Marilyn, medio siglo atrás había dado en el clavo: “la subestimaban por su belleza”.

(*) Periodista y crítico de cine. 

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