“Mi papá tenía mucho trato con la gente, era muy simpático”, cuenta su hijo Freddy.
“Mi papá tenía mucho trato con la gente, era muy simpático”, cuenta su hijo Freddy.
GENERAL VIAMONTE

El recuerdo del productor José Fässler, el hombre de las manos grandes

Nació en Suiza y en 1948 se embarcó con los doce monjes que llegaron a Los Toldos para a fundar el Monasterio Benedictino. Vivió y trabajó en el campo durante setenta años y allí transitó sus últimos días: dando de comer a las gallinas y a los chanchos; aunque a paso lento,nunca dejó de hacerlo.

José Carlos Fässler nació el 6 de mayo de 1928 en Alpthal, en el cantón suizo de Schwyz. En 1948, luego de estudiar en la Escuela Agrícola de Pfäffikon, y con 19 años, se embarcó con los doce monjes que venían a fundar el Monasterio Benedictino Santa María de Los Toldos.
Aprendió la forma de trabajar en Argentina, también el idioma y compró un campo que se convirtió en su lugar en el mundo: allí formó una familia grande, trabajó la tierra con sus manos y disfrutó sus últimos días de vida. “Josecito”, como lo llamaban afectuosamente sus familiares y amigos, falleció el pasado 13 de marzo, a los 92 años, luego de estar internado con COVID-19.

La llegada a Los Toldos

“Mi papá venía de una familia grande, era el octavo de once hermanos. Hizo la Primaria y después empezó a trabajar, a hacer algún curso en Suiza. Fue ahí donde se encontró con que los monjes estaban organizando un viaje para fundar un Monasterio en Argentina y preguntaron a los chicos a quién le gustaría ir, todos levantaron la mano pero cuando llegó el momento eran papá y otro amigo los que estaban con ganas de hacer esa aventura”, cuenta su hijo Freddy Fässler en diálogo con Democracia. Y agrega: “Él tenía 19 años, a la madre mucho no le gustó, era uno de los más chicos, tal vez uno de los más mimados. Le dijo que iba unos años y volvía, pero cuando llegó y vio lo que era esto, le escribió a la madre y le dijo ‘de acá no me voy más’”. 
El desembarco en tierra toldense se hacía con el fin de que José y su amigo aprendieran no solo el idioma, sino también la forma de trabajar, muy distinta a la de Suiza. Los primeros cinco años estuvieron con los monjes y después siguieron su camino, compraron un campo que está al lado del Monasterio, luego lo dividieron y allí vivió hasta el final de su vida. “Esto era una estancia, la señora donó una parte para fundar el Monasterio y luego subdividió las otras partes para venderlas a familias con hijos, ella quería que haya una comunidad alrededor; a pesar de que papá en esa época era soltero, le dijo que iba a formar una familia grande y convenció a la señora para que le venda un lote y cumplió: tuvo 9 hijos, 17 nietos y 8 bisnietos. Él lo compró a medias con su amigo y cuando el amigo se quería casar lo dividieron a la mitad”.

La familia y el trabajo, su vida entera

Con esfuerzo y sacrificio, con la meta de formar una familia numerosa y que los hijos se críen en permanente contacto con la naturaleza, José empezó a trabajar la tierra y dejó plantadas sus mejores semillas. “Mi mamá era holandesa, vino con su familia; mis abuelos maternos llegaron a la Argentina en 1949, casi al mismo tiempo que papá, pero ellos no vinieron directamente a Los Toldos, después sí se quedaron acá”, cuenta Freddy y añade: “Mis abuelos vinieron con diez hijos de Holanda y acá nacieron tres más. Mi abuelo compró también uno de estos campos, por lo que el campo de mi papá estaba pegado al de mi abuelo materno”. En 1957, José Fässler se casó con Adriana Juana Doeswijk, quien falleció en el año 2004.
José empezó a trabajar el campo con caballos, de a poco compró herramientas para hacer agricultura y ganadería, “no sabemos bien en qué momento empezaron con la elaboración de quesos porque, al principio, lo hacían para consumo de la familia; mi papá había plantado árboles frutales alrededor de la casa, entonces se hacían todo tipo de dulces, se cambiaba en invierno y se hacía queso, manteca, dulce de leche. 
Primero empezó para consumo de la familia, después algún amigo lo probaba y quería comprar.Mi viejo era el encargado de ordeñar, así que por ahí agregaba alguna vaquita más y así aumentaba la producción de leche y queso". 
"No sabemos en qué año empezó porque no inició como una fábrica”, cuenta Freddy y suma que “el tambo lo seguimos hasta hace diez años, papá ya tenía 80 y era mucho para él. Es un trabajo que se hace con lluvia, con mal tiempo, entonces dejamos de ordeñar y yo seguí por mi cuenta comprando leche”.

Don de gentes

“En la primera época se iba una vez por semana al pueblo, hacían las compras y no volvían hasta la semana siguiente” -cuenta Freddy-; “más adelante, por el banco o la venta de quesos iba más seguido y, a pesar de ir muy poquito al pueblo, conocía a muchísima gente, tenía mucha memoria de personas que conocía desde hacía cincuenta o sesenta años, no podíamos entender cómo yendo tan poco al pueblo tenía tantos conocidos. Era muy querido por su forma de ser, muy simpático, le gustaba conversar, dar una mano a quien lo necesitaba”.
Aunque a paso lento, José Fässler le dio de comer a las gallinas y a los chanchos hasta tres días antes de ser internado: “Hace un mes estaba dándole de comer a los chanchos, andaba ahí, tranquilo y despacio, pero lo hacía. Le costaba pero lo hacía, le encantaba. Vivió setenta años en el campo, no quería saber nada con irse a vivir a otro lado. Había comprado una casita en el pueblo para irse cuando fuera mayor pero, al final, nunca quiso salir de acá. Nosotros tampoco le insistimos porque pensamos que iba a ser peor, él estuvo acá toda su vida, lo dejamos que él decida y se quedó acá hasta sus últimos días, con salud”.
“Más allá de que para todos es duro perderlo, él estuvo re bien hasta último momento, yo lo disfruté hasta el último día porque vengo casi todos los días al campo. Estaba perfecto de la cabeza, sacaba cuentas en el aire de los rindes de la soja, del precio. A pesar del dolor, tenemos la tranquilidad de haberlo disfrutado tantos años en perfecto estado. Vivía solo, se quedaba solo a la noche, hasta el día que tuvimos que internarlo. Mi mamá falleció hace 17 años y él se quedó acá sin problema. Para toda la comunidad fue un golpe muy duro”.

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