El rojense tiene pensado recorrer los 1240 kilómetros de la ruta chilena.
El rojense tiene pensado recorrer los 1240 kilómetros de la ruta chilena.
AVENTURAS

Cicloturista rojense recorre la Carretera Austral en Chile

Tomás Basilici habló con Democracia y contó cómo es sentir y vivir la vida a otra velocidad. En 2016 hizo más de 5 mil kilómetros sobre la Ruta 40 desde La Quiaca al kilómetro cero, y ahora avanza de Puerto Montt a O´Higgins por uno de los lugares más lindos de Sudamérica.

Uno de los destinos más elegidos de Sudamérica por los turistas es la Carretera Austral de Chile. En el último tiempo sus visitantes se han incrementado, ya que este circuito casi inhóspito capta la atención de miles de personas que deciden cruzar todo su largo. Algunos lo hacen en auto o motor home, otros en motocicleta, y algunos pocos se animan a pedalear los 1240 kilómetros de rectas y sinuosas que tiene la ruta. Solos o acompañados, queda a elección de cada aventurero.

Tomás “Tomy” Basilici es un fotógrafo profesional de Rojas que en varias oportunidades le ha escapado a la rutina en bicicleta. Uno de sus viajes más destacados fue cuando atravesó la Ruta 40 de La Quiaca a Ushuaia. A la lista se suma su paso por el Río Pinto y el que comenzó  por Chile el 3 de marzo, desafiando la Carretera Austral.

Rojas, Ezeiza, escala en Santiago y destino final, o en este caso inicial, en Puerto Montt, donde comenzó la nueva aventura de Basilici, que aún se encuentra en viaje y, a pesar de ello, se tomó un tiempo para hablar con Democracia y contar la experiencia que le toca vivir, la cual es amenazada por las bajas temperaturas. A pesar de ello, sigue con rumbo fijo visitando cada rincón de la Patagonia chilena en su bicicleta. “El objetivo es recorrer toda la Carretera desde Puerto Montt hasta Villa O´Higgins haciendo cicloturismo, ya que es uno de los recorridos más atractivos para hacer”, contó. 

 

Siempre dependiendo de las variaciones climáticas, principalmente del viento, se estima que un ciclista de montaña principiante puede tardar unos 50 minutos en recorrer 10 kilómetros, mientras que uno experimentado puede hacerlo en 40 minutos y uno profesional en una media hora. El rojense se caracteriza por ser una persona descontracturada que no se guía por números sino por sus impulsos. “Este viaje lo fui planificando mientras hacía la Ruta 40”, admitió.

Es que, en aquella travesía realizada en 2016, donde estuvo 4 meses arriba de la bicicleta recorriendo más de 5000 kilómetros, muchos ciclistas le comentaban de lo entretenido que era pedalear la Carretera Austral. Entonces, Basilici no dudó: “Si bien lo empecé a planificar ahí, le fui dando forma hace aproximadamente un poco más de dos años, antes de comenzar la pandemia. En todo ese tiempo fui investigando y consiguiendo el equipaje que iba a necesitar”.

Además del equipaje, es fundamental tener en cuenta el clima, ya que la Carretera Austral tiene sus particularidades que pueden terminar con el viaje en un suspiro. Para el ciclista es clave “analizar los caminos y las distancias entre pueblos”, para administrar energías, comida y bebida (aunque esto último no resultó ser un problema, porque hay un arroyo cada un puñado de kilómetros). 

La bicicleta del rojense va cargada con cada elemento necesario. Dos alforjas traseras resistentes al agua lo ayudan a llevar su ropa, una carpa, una bolsa de dormir; además de una mochila para hacer senderismos que va documentando con sus equipos de fotografía. 

En algunos tramos debió subirse a unas barcazas para pasar de un lado a otro, como le sucedió entre Hornopirén y Caleta Gonzalo, para poder continuar para Chaitén, Villa Santa Lucía, La Junta, Puyuhuapi y Villa Mañihuales (lugar donde paró en un refugio de ciclistas y dialogó con Democracia). “No hay que ser un súper deportista para poder hacer esto”, admitió el cicloturista, incentivando a los lectores a realizar este tipo de actividades.

La Carretera Austral comienza en la región de los lagos, en Montt, donde se encuentra su kilómetro 0, y termina en O'Higgins, Región de Aysén. Cada kilómetro tiene su belleza particular. “El cicloturismo te otorga la posibilidad de conocer de la mejor manera cualquier tipo de paisaje o ciudad que recorras. Vas a tu ritmo, podés frenar en cualquier lugar, a la velocidad que vas no se te escapa ningún detalle que sí te puede pasar en otro tipo de vehículos. Es atrapante. Pero tiene sus días buenos y malos”, expresó Basilici quien agradece cada final de día por hacer lo que le gusta.
Si bien los viajes son diferentes, Basilici encontró algunas similitudes entre la Carretera Austral y algunos paisajes de la Ruta 40, más que nada en la Patagonia argentina en el Camino de los Siete Lagos. El viajero se maneja de la misma manera, aunque reconoció que la 40 fue el viaje que más disfrutó en lo personal, porque fue cumplir un sueño en su país.

Hay gente que toma el cicloturismo como un estilo de vida. Otros, de una forma más casual. Basilici destacó que “lo importante es darse la oportunidad de salir a recorrer el mundo desde otro punto de vista y a otra velocidad”. “Hay que disfrutar el recorrido desde la planificación hasta el final. Cada viaje te deja una enseñanza”, remarcó. 
Uno de los puntos más curiosos que le tocó vivir al rojense fue cuando visitó un avión abandonado (ver foto). Ese lugar tiene una historia particular, ya que esa nave fue un transporte de guerra del año 1944 y perteneció a la fuerza aérea de Chile. En 1974, cuando regresaba desde Palena a Puerto Montt, sufrió una falla mecánica que obligó al piloto a realizar un aterrizaje forzoso en la mítica carretera. 

Ese fue el último vuelo que realizó. Luego un lugareño lo acarreó con mulas y un carruaje improvisado unos 4 kilómetros y lo convirtió en su hogar. Pasó el tiempo y la nave quedó abandonada. El correr de los años y los viajeros se encargaron de desmantelarlo. 

Ser parte de estas historias, tan solo con visitar el lugar, motivan a Basilici a seguir pedaleando. Además, todos los que hacen este tipo de aventuras destacan la amabilidad de la gente en cada rincón que visitan. Eso llena el corazón, el alma y hace fluir la sangre. Y en los momentos de soledad, donde la lluvia y el frío ponen en duda la continuidad del proyecto, siempre aparece un refugio en el camino para descansar y volver a empezar para poder contemplar un río, una montaña o un glaciar. Porque en cada pedaleada, Basilici está cumpliendo un sueño que soñó más de una noche.

 

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