El intendente Alexis Raúl Guerrera y Juan Manuel Blanco entregan un pergamino a María Teresa y Damián Borao.
GENERAL PINTO

Merecido homenaje a dos pioneros de la fiesta de Carnaval: Dardo Borao y Jorge "Tito" Pellino

Tal lo anticipado y en un gran gesto de la Comisión de Festejos y de la Municipalidad de General Pinto, organizadores de los corsos 2018, se rindió un merecido homenaje a dos recordados artesanos carroceros que fueron pioneros de la fiesta en honor al "Rey Momo".
Para ello, se le impuso el nombre de "Jorge Alberto ´Tito´ Pellino" al recorrido del corso, mientras que el escenario mayor de la celebración carnestolenda se denominó "Dardo Borao", y a tal fin se descubrió una placa alusiva en el Parque de la Estación.
Lo hicieron el intendente Alexis Raúl Guerrera; María Teresa Borao de Ledesma y Damián Borao, hija y nieto de Dardo, respectivamente; y Fabio y Ernesto "Minino" Arocena, sobrinos de Jorge "Tito" Pellino, los recordados y queridos vecinos que fueron en vida pioneros de numerosas ediciones del tradicional Corso pintense.

"EN MEMORIA DE UN SOÑADOR", CARTA DE MARÍA TERESA BORAO
María Teresa Borao, hija de Dardo Borao, envió una emotiva nota bajo el título "En memoria de un soñador…", dirigida a la Comisión de Festejos de General Pinto y con pedido de publicación.
El recordatorio está relacionado al homenaje que le realizaron durante el Carnaval 2018 y la nota, expresa textualmente: 
"Esta consideración especial que ha propuesto la Comisión de Festejos con artesanos ´caseros´, diría yo, hace a nuestra esencia como pueblo. Sabemos que por ser cabeza de Partido y población es ciudad, pero no perdemos, al menos los que ya estamos en los 60, esa sensación de pueblo chico. 
Pero este es un pueblo de grandes, porque aún conserva gestos de generosidad y reciprocidad, como nos han enseñado con ejemplo nuestros antecesores.
Entre sus horas de trabajo y muchas trasnoches estos dos hombres, ´Tito´ y Dardo, se hicieron tiempo para crear de manera sencilla y con mucho ingenio figuras graciosas, divertidas.
Dardo despertaba curiosidad por los movimientos que les aportaba a sus trabajos, mecanismos básicos, con poleas rudimentarias. Coronas y cadenas de bicicletas eran muy útiles en sus habilidosas manos. 
Alambres, listones de madera, cañas verdes para dar formas. Recolectaba con tiempo las bolsas de cemento vacías de las obras en construcción para aprovechar las hojas interiores: “Son más fuertes que el papel madera…”, decía, y las iba guardando en sus galpones. Trozos de hierro en desuso que, muchas veces, requerían soldaduras en lo del ´Croto´(Mansilla), siempre dispuesto a hacerle el favor, responderle a una consulta o facilitarle alguna herramienta, igual que ´Piquín´ (Ferreyra), para aliviarle la tarea. Por último, diarios, engrudo y pinturas escasas. Eran tiempos difíciles, pero… ¡ Cuánto entusiasmo le ponía a sus propios desafíos !.
No podíamos saber que haría para presentar en los próximos corsos, ni siquiera los más cercanos. Era todo un misterio verlo concentrarse en su  mundo de fantasía. 
Salvo Rolando, su hijo, que lo acompañaba desde el inicio, cuando sus ideas iban tomando cuerpo. Entonces ahí sí, ya mi madre y el resto aportábamos algún elemento más para mejorar la imagen, y con total incertidumbre y apuro llegaba a ser presentado su trabajo la primera noche.
Desde hace días estuve tratando de recordar: ¿ Desde cuándo mi Viejo empezó con este asunto de hacer motivos para los corsos ?.  
El primer trabajo que viene a mi mente lo debo haber visto cuando tuve 5 o 6 años, allá por el 1962, ’63. Una máscara suelta: ´El Avestruz´, que hizo para mi hermano mayor, Alberto, que vivía con mi abuela Alejandra en la chacra de Sirito y pasaba vacaciones y algunos otros días con nosotros. Tendría en esa época 13 o 14 años.
Al ´Avestruz´ le siguió una mini-carroza: ´El Pescador´. Era un pequeño carro que transportaba un pescado de gran porte, según mi visión a esa edad, y lo llevaba de tiro como trofeo mi hermano Alberto (más tarde conocido como ´Alejandra´). 
Él iba vestido como un niño pescador de un cuento infantil de esos tiempos. Un lindo mensaje para las generaciones futuras: Enseñar a pescar, a conseguir con esfuerzo el sustento, que es lo que hizo mi hermano el resto de su vida.


Por aquel entonces, los corsos se hacían entre la Shell y Casa Cantora, con la mayor concentración de público entre la Y.P.F. y la tienda Galli. 
La música y publicidades eran transmitidas desde la difusora, que funcionaba en un reducido espacio al lado del Club Pintense, y estaba a cargo de Alberto Milas y su señora Irma Pellino: Ellos animaban las noches del Carnaval.
Se me hace difícil llevar un orden cronológico de los recuerdos que brotan de mi memoria, pero, ya con mi hermano Rolando siendo adolescente, mi Viejo se complementaba para hacer cosas más complejas. 
Hicieron ´La Tortuga´, que corría una liebre, un ´Cocodrilo´, un ´Sapo´, ´La Cigüeña´ dejando un bebé por la chimenea. ´El pulpo loco´, ´El pavo real´. 
En 1984/85, los esquiadores que giraban alrededor de la montaña en ´¡ Bariloche, Che !´. ´El Colibrí´. 
Épocas de máscaras sueltas también tuvo como ´El payaso´, que parecía funcionar a cuerda, ´El presidiario´ con sus grilletes, y tal vez algunos más. 
Los vecinos de los barrios El Oeste y Los Duendes contaron con su ayuda para la ornamentación de las carrozas de sus reinas. 
En fin, él siempre estuvo, de alguna manera, y sigue presente en la energía que ponen sus nietos y bisnietos en la batucada ´Samba Sol´, estuvo en mi cuando construimos para mi nieta Ana ´Perry, el ornitorrinco´ (2014).
Estará siempre en nosotros como familia, y en quienes lo recuerdan todavía.
Sigo hilvanando recuerdos, ya que no tenemos registros gráficos de todos los trabajos, y varias fotografías se han perdido. Durante muchos años, el Club Sarmiento se ocupó con su comisión y el apoyo de la Municipalidad de la organización de los corsos, y fueron reconocedores en vida del trabajo de mi papá, tal es así que en una ocasión lo distinguieron por su trayectoria y participación.
En Febrero del ’95, junto a Rolando, presentaron ´El dinosaurio´, montado por un hombre de las cavernas que, con un garrote, lo estimulaba a caminar. Fue un trabajo muy divertido y apreciado por la gente, como siempre.
Entre Noviembre y Diciembre de ese mismo año 1995, sentimos teñirse de luto al Carnaval: Reynaldo Alberto Milas, voz inigualable y presentador como ninguno, nos dejó a los 59 años. 
´Tito´ Pellino, creador de tan hermosos trabajos, que deslumbraban por su prolijidad y detalles en sus carrozas, partió a los 65 años. 
Y el ´Rolo´, mi hermano, con solo 40 años, nos dejaron para seguir compartiendo otros sueños, seguramente.
Luego vinieron años difíciles para nuestra familia. Así es la vida, ni buena ni mala, es compleja.
Tras varios años de ausencia en los corsos, mi padre preparó de un día para otro, unos brazos extensos construidos con botellas de plástico, cubiertos por largas mangas de un saco convenientemente acondicionado, manos y careta construidas por él mismo. Elevaba las manos golpeando dos tapas grandes de cacerola, en adhesión al ´cacerolazo´ de fines del año 2001.
A los 83 años, Dardo confeccionó la silueta de una joven mujer que, pegada a sus pies y sostenida por sus manos, acompañaba pasos de baile muy sensuales y dinámicos.   
Curiosamente, las siguientes noches de corsos, salieron acompañados por un gentil caballero muy bien vestido, de traje, sombrero y bastón, elemento que le servía para ahuyentar a los molestos con la espuma, proteger la integridad de ´la pareja´ y, más que nada, de este ´loco lindo´ que era mi Viejo, que tenía ciertos amigos del alma, como lo fue ´Pepe´… 
Él lo protegió y acompañó por esas noches.
Estos personajes populares que han partido, casualmente, comparten hoy un espacio físico muy cercano uno del otro. Es llamativo también que mi papá, que nos dejó a los 89 años,  en el 2009, deja descansar su cuerpo cerca de los otros tres mencionados. Pero es solo eso, sus cuerpos, porque son estrellas cada noche, y más las noches de corsos.
Ha sido una vida como tantas otras, pero, a pesar de todo, muy compartida, muy intensa y también muy divertida. Valió el esfuerzo de ellos para darnos tantos momentos de alegría con tan poco.
A la Comisión de Festejos, ¡mil gracias!”, finaliza la emotiva nota de María Teresa Borao.