Francis Mallmann, uno de lo más renombrados cocineros argentinos desde hace décadas, visitó el establecimiento de quesos La Suerte, en el partido de Lincoln. Acababa de bajarse de un avión que lo traía de vuelta desde Estados Unidos, adonde había viajado para ocuparse de la comida del casamiento de una amiga personal en East Hampton, y su itinerario continuaba en Mendoza. Sin embargo, entre un destino y otro, se hizo el tiempo para visitar la quesería.
Allí pudo recorrer los potreros donde las vacas se alimentan con pasturas naturales, nutriéndose del sabor más puro de la pampa húmeda; conocer el tambo donde se les extrae la leche –materia prima y la explicación más fehaciente del sabor único de los quesos de la marca–; y, por supuesto, detenerse en cada uno de los estadios de la elaboración en la fábrica. Mallmann presenció el quehacer cotidiano, admiró la belleza del stock viviendo la guarda en las cámaras, enteló unos grandes ejemplares de Cheddar, hizo preguntas, se interesó por todo y por todos: el encuentro uno a uno con la gente que hace La Suerte fue una constante de todo el recorrido. Según indicaron desde la empresa, se lo vio impactado por el cómo: el modo, el tiempo, la dedicación, el amor puesto en la tarea por las manos hacedoras.
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