En el día de hoy, se conoció la triste noticia del fallecimiento del Padre Luis But Toller, el párroco que estaba al frente de la parroquia San José de la Localidad de O´Higgins desde el año 2004. Así, luego de atravesar una dura enfermedad, el Padre Luis falleció a la edad de 91 años. Sus restos serán velados en el día de hoy en la Parroquia San José de O'Higgins a las 18 horas.
En las redes sociales de la Parroquia, escribieron: “Querido Padre Luis, tu comunidad te agradece con todo el corazón. No habrá despedida porque "Dios es amor, el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él. (1,Juan 4:16). Permanecer en ese amor donde estaremos unidos siempre. Gracias por tu fidelidad, por tu cercanía, tus palabras y esa mirada alegre y profunda que guardaremos en nuestros corazones, siempre nos seguirá guiando y fortaleciendo en Dios toda la vida. "El Cielo está de Fiesta”.
Cabe recordar que, el padre Luis Antonio But Toller nació el 10 de octubre de 1933 en la ciudad de Federación, provincia de Entre Ríos. Fue bautizado de niño y luego también ordenado sacerdote, el 13 de diciembre de 1959, en la Iglesia de esa localidad, que luego fue totalmente destruida debido a la construcción de la represa de Salto Grande sobre el río Uruguay.
Hizo sus estudios en el seminario de Paraná y ejerció el ministerio sacerdotal durante más de 60 años en varias parroquias, promoviendo escuelas, colegios y el cuidado de los niños en general.
Su historia sacerdotal
Su primera parroquia fue en Villa Hernandarias, donde fundó la Agrupación Scout para los niños y se desarrolló la primera escuela de capacitación laboral para jóvenes y adultos llamada Escuela de Capacitación Técnica Juan XXIII. “Estuve allí cinco años”, contó el padre Luis en una entrevista a la Revista Ciudad Nueva y agregó: “Después de aquellos cinco años en Villa Hernandarias, el obispo me nombró párroco de San José de Feliciano, la parroquia más pobre y alejada de la diócesis, a 270 km de Paraná, donde nadie quería aceptar ser párroco”.
Así, con una bicicleta comenzó su apostolado. Había muchos niños en situación de abandono y, junto a las autoridades y los vecinos, armó un hogar en un rancho al fondo de la Iglesia. “Fue un comienzo humilde que permitió a los niños encontrar acogimiento y una maduración humana y cristiana. Como el juez delegó a varios de ellos a mi nombre, yo cobraba el salario familiar como familia numerosa. El hogar creció a través de los años; llevé adelante dos escuelas parroquiales de nivel primario que, en los trece años que estuve, se completaron con una secundaria, hoy manejada por laicos”, contó But Toller.
Durante la década del setenta tuvo una especial relevancia la “Operación Feliciano”. Muchos jóvenes de Argentina y Uruguay dedicaban un mes de vacaciones para traer mercaderías, visitar y ayudar a las familias más necesitadas. “Fue una experiencia muy positiva, que dejó un fermento de vida nueva. En ese tiempo, Chiara Lubich, referente del movimiento de los Focolares, asignó una Palabra de Vida a la labor de la parroquia”, reveló el sacerdote.
Con el desafío de construir una nueva Iglesia, en 1983 lo nombraron párroco de Santa Elena, una ciudad de unos 15.000 habitantes cuya única fuente de trabajo era un frigorífico regional con más de mil obreros. En esa época, a través del Movimiento Parroquial, surgió un padrinazgo entre la parroquia de Adliswil (Suiza) y las parroquias de San José de Feliciano y Santa Elena.
En su primera visita, el párroco de Adliswil y dos personas de su comunidad exclamaron: “Estamos en otro mundo”. Se inició un proyecto de mutuo conocimiento y ayuda, con esta premisa: “Ayúdense y, en la medida que ustedes trabajen, nosotros trataremos de ayudarlos”. Así surgió el lema propuesto por un joven: “Seamos los albañiles de Cristo”. La respuesta más significativa fue que unos 600 obreros del frigorífico, algunos otros empleados y jubilados se comprometieron a dar el 1% de sus sueldos. A eso se sumaron los fondos que empezaron a enviar desde Adliswil, no solo para la nueva iglesia (cubrieron el 30 % de los gastos), sino también para otras necesidades, especialmente el hogar de niños de Feliciano. En 1985 comenzó la construcción y cinco años después fue consagrada por monseñor Estanislao Karlic. Desde Adliswil también aportaron para una escuela en Feliciano y otra en Santa Elena.
Un año después de la inauguración de la parroquia (1991) y en plena fiebre de las privatizaciones le llegó el turno al frigorífico, que cerró y dejó a más de mil obreros sin trabajo, aquellos que tanto habían aportado para la Iglesia.
“Formamos entonces una comisión llamada COPRODE (Corporación en Pro del Desarrollo de Santa Elena), para canalizar las gestiones y reclamos ante las autoridades nacionales y provinciales. Como presidente del primer período hice interminables viajes a Buenos Aires y Paraná”, relató el padre y agregó: “Múltiples y siempre fallidas promesas nos llevaron a realizar uno de los primeros grandes cortes de la Ruta Nacional 12, donde miles de habitantes de Santa Elena, junto a la imagen de su santa Patrona, reclamaron justicia y trabajo. En respuesta, el Gobierno Provincial nos cedió unas 2.000 hectáreas de campo que pertenecían al frigorífico. Solo pudimos contar con una ayuda de CÁRITAS, de Acción por un Mundo Unido y de algunas instituciones particulares”.
Luego, en 2004, como en la Mariápolis de O´Higgins hacía falta un sacerdote, con el permiso de su obispo, el padre Luis dejó su parroquia en Paraná para trasladarse a la localidad al servicio de la Ciudadela y del pueblo bajo la arquidiócesis de Mercedes-Luján. Así, desde hace más de 19 años, continuaba al frente de la Iglesia San José Obrero de la localidad y permanecía al servicio de toda la comunidad.
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