Gonzalo Perrín fundó la fábrica en 2008 en O´Higgins y hoy produce más de 4 millones de unidades.
Gonzalo Perrín fundó la fábrica en 2008 en O´Higgins y hoy produce más de 4 millones de unidades.
UNA EMPRESA FAMILIAR CON UN FUERTE COMPROMISO SOCIAL

Del horno de su casa a venderle galletitas a las mejores tiendas de café de la Argentina

Gonzalo Perrín tiene 37 años, vive en O´Higgins, y en el año 2008 comenzó, en su casa, con un emprendimiento de galletitas para acompañar el café. Hoy, Pasticcino es la fábrica más grande de la localidad, produce 4 millones de unidades por mes, desarrolla más de 10 productos distintos y sus clientes son las marcas más reconocidas de café del país.

En el año 2002, Gonzalo Perrín terminó el secundario en O´Higgins. Partió a Rosario a estudiar turismo sin saber muy bien cuál iba a ser su destino. No tenía un plan específico. No le gustaba ninguna carrera, pero sabía que tenía que estudiar. 

“Estuve en Rosario seis años. Estudié y luego trabajé en un hotel y en una empresa donde hacían control de calidad de tarjetas plásticas. Era un laburo de operario, pero ahí ya empecé a darme cuenta de que me gustaba la parte comercial y que tenía creatividad para los negocios”, relató Gonzalo y comentó: “quería salir de Rosario y volverme a O’Higgins. En primera instancia, la idea era empezar un emprendimiento, pero no sabía de qué”.

Luego, explicó que su papá y un amigo vinculado a Mariápolis, el movimiento religioso que se encuentra a 3 kilómetros de la localidad, le acercaron la propuesta de llevar adelante un emprendimiento zonal para dar trabajo en el pueblo. 

Aún no sabían en qué rubro emprender, pero el objetivo estaba definido: generar empleo. “Cuando llegué a O’Higgins se nos ocurrió empezar con una fábrica de galletitas. Al principio, pensamos que podía ser para cinco o seis personas nada más, pero hoy ya somos 30 aproximadamente trabajando”, explicó y agregó “empezó en el horno de casa. Cuando volví al pueblo empecé a hacer las primeras pruebas y entregas a algunas cafeterías, pero con las galletitas sin envasar y una caja sin impresiones”. 

Luego, relató, “empezamos con las galletitas para acompañar el café y estuvimos como tres años haciendo ese producto solamente. El quiebre fue cuando logramos comprar la envasadora que te hace los paquetitos individuales y compramos el film. Ahí fue cuando empezamos a captar clientes más importantes, porque sin el envase no te compraba prácticamente nadie”.

En referencia a sus primeros clientes, Gonzalo confesó “me iba en tren para Buenos Aires desde O’Higgins. El tren de antes, no el de ahora. Llegaba a las 7 de la mañana, lleno de tierra, me iba en el colectivo con la Guía T hasta la casa de mi tía con una valija llena de galletitas envasadas con una bolsa y la caja, me pegaba un baño y salía a visitar clientes prácticamente sin reunión. Es decir, caía porque no me conocía nadie y no me atendían el teléfono”.

Luego, agregó “al principio fue muy duro porque imaginate un pibe de 23 años cayéndote a venderte una galletita en una bolsa madre en una caja sin impresión. Muchas veces me volvía llorando en el tren, fue una época bastante dura, pero de a poquito se fueron dando algunas cosas. Fue como Tarzán, no es el tipo de Spiderman que salta de un edificio al otro, sino que se sube a una liana y agarra una y otra, es el mismo objetivo, pero más largo”.

El crecimiento de la empresa 

Pasticcino significa en italiano “masa fina”. Es decir, los productos que acompañan el café, en la gastronomía, se llaman pasticcino. Ahí surgió el nombre de esta empresa que, poco a poco, fue encontrando su nicho en el mercado y logró captar a las grandes cafeterías y las principales tiendas de café del país. 

“Cuando empezamos a tener las grandes cadenas de cafeterías como Café Martínez, Chungo, The Coffee Store y todas esas redes, nos dimos cuenta que teníamos que aprovechar más esos contactos. No era solamente vender el acompañamiento del café, sino que podíamos fabricar otros productos para que ellos puedan vender en las tiendas”, contó Gonzalo. 

Así surgió el segundo producto, la cookie tipo americana de vainilla y chips de chocolate. Después llegaron los cuadraditos rellenos de limón, los waffles, alfajores y el stroopwafel, un waffle relleno de caramelo. 

“Ahora tenemos un montón de productos en desarrollo como muffins y brownies. Siempre con el concepto de entregar el producto listo para la venta. No es que vendemos un producto que tenés que abrirlo, ponerlo a descongelar o cocinarlo, lo nuestro va directo al exhibidor. Es la solución que brindamos”, aseguró Perrín y agregó que “nunca pensó en un producto masivo. No quiero que mi galletita sea la galletita que todos los argentinos coman a penas se despiertan, porque ahí ya hay jugadores fuertes. Y si me pongo a jugar ese juego pierdo, entonces me tengo que poner a jugar un juego donde hay productos de mayor valor agregado y apuntado a la cafetería”. 

Su función social  

Respecto a su elección por instalar la fábrica en O´Higgins y no en un polo industrial de Junín o Chacabuco, Gonzalo explicó que “veíamos que en el pueblo hacía falta un empleo formal y en mi vinculación con Mariápolis siempre tratamos de hacer estas economías más sociales”. 

Y afirmó, “Pasticcino hoy es la empresa más grande de O’Higgins. Le damos trabajo a más de 30 personas y todas en blanco, como debe ser. Hay muchas personas que están acá que jamás tuvieron cobertura o aportes sociales. Entonces, entendemos que, más allá de tratar de hacer un negocio, nuestra empresa cumple una función social”.

Además, Perrín mencionó que toda su familia forma parte de la empresa. “Mis hermanos tienen un papel fundamental. Todos están en la parte de la dirección, pero porque también desarrollan su profesión. Julieta es nutricionista y se desempeña en normas de calidad y ahora en desarrollo de productos. Santiago estudió administración de empresas y hoy me ayuda con cuestiones operativas y la gestión interna. Nacho, por ahora, está en la parte del depósito y mi papá, además de ser socio, es arquitecto y está a cargo de las ampliaciones y maquinarias”. 

Al respecto, manifestó “trabajar con la familia tiene su lado positivo y negativo. Está la parte de la confianza y compromiso, pero después es difícil separar las cuestiones. A veces, te peleás en la fábrica y no querés ir después a comer un asado”. 

Y agregó, “pero siempre en la balanza es más lo positivo. Hay que ser profesionales y tener bien claro cuál es el liderazgo, porque las grandes crisis que veo en empresas familiares es que todos quieren ser jefes. Pero cuando está bien diferenciado cuál es el rol de cada uno y hay un líder que escucha, pero toma decisiones ahí las cosas fluyen mejor”. 

El futuro de la empresa 

En relación al crecimiento de la empresa y a cómo se imagina su futuro, Gonzalo expresó: “en mi oficina tengo varios cuadritos de Buenos Aires, San Pablo, Tokio, Barcelona y Milán. Esos son todos los lugares donde quiero tener una oficina comercial. Quiero que Pasticcino sea una empresa reconocida internacionalmente como una solución para el mundo gastronómico, tanto para el acompañamiento de café como para los productos take away, que es lo que hacemos para las grandes redes”. 

“Después me gustaría pegarme a lo que es Nespresso, porque logró llevar masivamente el café a la casa de las personas y yo quiero que Pasticcino sea lo que se consume junto con el café, que la gente lo asocie. Estoy de alguna manera apuntando el marketing a eso”, resaltó.

Por último, dijo “esto es un 10% de lo que tengo pensado para la empresa. Soy muy exigente con mi trabajo y siempre tengo la voluntad de desarrollarme y crecer. No es por un tema económico, porque de hecho si fuera por eso, hoy cerraría la empresa y me iría a trabajar a Estados Unidos y ya está, pero me gusta la vida que tengo acá”.

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