“VIVIR AQUÍ Y AHORA”

Poder de resiliencia: un accidente cambió su vida y hoy apuesta a nuevos proyectos

En 2017, Mariana Araya sufrió un accidente de tránsito que le provocó una lesión medular que le impide sentir sus piernas y, desde entonces, está en silla de ruedas. Sin embargo, esto no le impide encarar con confianza iniciativas laborales y personales.

Mariana Araya tiene 27 años, es de Chacabuco, y en 2017 sufrió un accidente de tránsito que cambió su vida por completo. Era una mañana fría de invierno, aún no había amanecido y ella volvía del Consejo Escolar, lugar al que había ido con la intención de tomar un cargo como auxiliar, trabajo en el que se desempeñaba; le ganaron por puntaje, no logro obtenerlo y emprendía la vuelta a casa en su moto cuando de repente sintió el impacto por el accidente de tránsito: su universo se volvió oscuro, perdió el conocimiento y, al despertar, ya no sentía sus piernas. Desde entonces, Mariana transita cada hora del día sobre una silla de ruedas pero eso no es motivo para bajar los brazos, proyecta un futuro junto a su novio, estudia y disfruta cada momento como si fuera el último. Inevitablemente su rutina cambió. Y también las prioridades en su vida.
“Cuatro cuadras antes de llegar a mi casa pasó lo que pasó, sufrí una lesión medular que no me permite sentir el cuerpo de la cintura para abajo, la parte externa, por eso no puedo caminar y estoy en una silla de ruedas”, cuenta Mariana a Democracia y agrega “no recuerdo cómo ocurrió el accidente, cuando me desperté estaba en el piso, una persona me estaba asistiendo, yo no sentía las piernas y esto fue todo lo que me pasó, tenía apenas un raspón en la nariz y otro en la mano, no tuve golpes severos en la cabeza ni quebraduras en brazos ni piernas”. Entre marzo y julio de 2017, Mariana había hecho siete suplencias como auxiliar: “venía trabajando bastante, estaba contenta porque era un trabajo nuevo para mí, que me encantaba hacer y, desde que me accidenté, la vida me cambió en un ciento por ciento, desde lo físico, porque yo era una persona súper activa y ahora estoy sentada en esta silla que me imposibilita hacer un montón de cosas, pero principalmente la cabeza me cambió un montón”.
Cuando ocurrió el accidente, a Mariana y su familia no les dieron un diagnóstico definitivo. “No me dijeron de acá a dos años te vas a levantar y vas a caminar pero tampoco me dijeron que no iba a caminar nunca más, en realidad, no me dijeron ninguna de las dos cosas y tampoco interrogué tanto porque prefiero vivir el hoy y el ahora, el día de mañana se verá”, cuenta Mariana y asegura que “yo antes me quejaba por cosas que hoy, después de lo que me pasó, me doy cuenta que no tenían sentido, empecé a valorar las cosas de las que uno realmente tiene que preocuparse y ser feliz por lo que realmente hay que ser feliz; mi vida cambió por completo, no quiero estar sentada en esta silla, me cuesta todavía”. El poder de resiliencia fue más fuerte y hoy Mariana apuesta a nuevos proyectos.
“En este momento estoy desempleada, me gustaría empezar a trabajar pero para entrar al listado de auxiliares tengo que esperar hasta septiembre, que es cuando se abre la inscripción nuevamente;estoy estudiando para profesora de educación primaria, estoy cursando siete materias y me quedan quince”, contó Mariana este diario. De lunes a viernes, su papá la lleva a cursar y sus compañeras le dan una mano para acomodarse, además, asiste a rehabilitación tres veces por semana, entre dos horas y dos horas y media; los fines de semana, llega su novio de Junín, ciudad en la que estudia, y disfrutan del sábado y el domingo con distintos planes. Los vínculos afectivos son un factor clave y un pilar indispensable para transitar sus días.
“A mi novio –con quien salgo desde hace casi cuatro años- mi familia, amigos, a cada uno le tocó de una manera distinta esto que pasó pero todos tenemos el punto en común de decir ‘mirá por lo que me quejaba, hay cosas mucho peores’, y eso lleva a darse cuenta de que se puede ver el lado positivo de las cosas, eso intento demostrarle a ellos, para que se contagien y poder sobrellevar esta situación y muchas otras que se van presentando en el día a día, en la vida cotidiana”, cuenta Mariana Araya y agrega que “ellos me dicen que están aprendiendo mucho de mí, que sin querer, sin buscar enseñar nada, ellos aprenden mucho de esta situación que hoy por hoy me toca vivir y me acompañan incondicionalmente, mi novio, mi mamá, mi papá, mi hermano, mis tíos, primos, amigos, la gente del barrio también es muy compañera: soy una afortunada, estoy rodeada de amor”.

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