La emblemática esquina de Vieytes y Buenos Aires, en Chacabuco.
56 AÑOS AL SERVICIO DE LOS CLIENTES

El Gato Verde, la parrilla más antigua de Chacabuco, con sus dueños como mozos

Vieytes y Buenos Aires es una de las esquinas más emblemáticas de la ciudad, allí los hermanos Ferrando abrieron las puertas del local en 1961 y hoy sus hijos continúan con el legado familiar. Amasan con palos de escoba y cocinan con recetas originales de Italia.

En 1961, los hermanos Roque y Rogelio Ferrando abrieron las puertas de la parrilla por primera vez en la esquina de Vieytes y Buenos Aires de la ciudad de Chacabuco. El tiempo pasaba y cada vez más vecinos llegaban para cenar con sus familias; tres años después, en 1964, colocaron un cartel de neón –muy novedoso para la época- en el que se recortaba la figura de un gato de color verde. Y así decidieron llamar al lugar: “El gato verde”. 
Hoy, ubicados en el mismo lugar, Marcelo y Luis Ferrando -hijos de Roque y Rogelio- continúan con la tradición, elaboran los platos con recetas traídas de Italia y son los mozos de su propio local. 
En diálogo con Democracia Marcelo Ferrando confesó que el apoyo de la familia, la unión y el trabajo son las tres claves para mantener la calidad de generación en generación.

- ¿Cuándo abre las puertas El gato verde?
- La historia de El gato verde comienza en 1961, la crean dos hermanos: Roque y Rogelio Ferrando, mi papá y mi tío que, a su vez, estaban casados con dos hermanas, Luisa y Rosa Femmenillo. En aquel entonces la calle Buenos Aires era de tierra y había asfalto en la Av. Vieytes. Al comienzo la parrilla no tenía nombre, un amigo de nuestros padres, que viajaba mucho a Italia, trajo el nombre de El gato verde de un lugar que a él le había gustado. Mi tío y mi papá decidieron hacer un cartel de neón, que fue uno de los primeros en la provincia de Buenos Aires. La luz se prendía y se apagaba con forma de gato y ahí fue cuando empezó a llamarse El gato verde a partir de 1964. Luego, mi papá y mi tío fallecieron y mi primo y yo quedamos a cargo, mi mamá y mi tía aún viven y siempre están acá por la cocina.

- ¿Qué características tiene la parrilla y quiénes trabajan hoy allí?
- Es un negocio chiquito, familiar, en su momento las mujeres estaban en la cocina, mi tío hacía la parrilla y mi papá era mozo. Trabajaban solo ellos cuatro. Después tomaron a una persona más, luego se sumó mi primo Luis y yo, que estudiaba en Venado Tuerto, vine cuando mi papá se enfermó de la columna. En ese momento tenía 23 años y ahora tengo 51. Hoy, mi primo Luis y yo estamos como mozos, tenemos dos cocineras, un parrillero y un lava copas. Acá se hace todo a mano, se amasa con palos de escoba, como en los tiempos de antes. Esto es una gran familia, por eso perdura. Hemos visto pasar cuatro generaciones de clientes, casi cinco. La misma gente que viene desde hace años se sienta en el mismo lugar y pide el mismo plato.

“Si vos no lo haces con pasión, si no estás en el lugar que te gusta, nada puede perdurar”. 

- ¿Cuál es el plato que más pide la gente?
- Tenemos una carta amplia, hay mucha variedad. Son tres carillas de opciones con sopa de verduras, puchero, cazuelas de mondongo o de lentejas, pastas, pescado, bife de chorizo, budín de manzana invertido, flan, ensalada de frutas… Es una parrilla pero nos conocen por los ravioles, a la gente le gustan los ravioles y, aunque prueban cosas nuevas, siempre vuelven a lo clásico: tallarines, bife de chorizo y asado. Acá el estofado se hace de un día para el otro, se deja reposar. Es tuco de abuela, con una receta que viene de Italia y que nosotros la seguimos haciendo. 

- ¿Qué detalles conservan de la época y qué cambiaron?
- El lugar lleno tiene espacio para unos 60 comensales, con el tiempo forramos con madera las paredes y pusimos una gran vinoteca. Las paredes están tapizadas con varias marcas de vinos y se estila que la gente se levante y elija una para que nosotros la destapemos. Conservamos las recetas de cuando se abrió el restaurante, todo es casero y se hace acá.

- ¿Cuáles son las claves para mantener la calidad y que vuelvan a elegirlos generación tras generación?
- Llevamos esto en la sangre, estamos criados con los valores de la unión y del trabajo. Creo que siempre se puede llegar a algo si la familia nos acompaña, el éxito de cualquier empresa radica en el esfuerzo y en el apoyo de la familia. Ser gastronómico es más que ser chef, es más que servir una buena comida, es dejar muchas cosas de lado, no tenemos cumpleaños, no tenemos casamientos, no almorzamos ni cenamos con nuestros seres queridos. Esta parrilla nunca abrió ni domingos ni feriados, precisamente para poder preservar esos días en familia. Nosotros somos los mozos porque queremos estar ahí; si hace falta un parrillero, lo hago, si tengo que lavar copas, lo hago, he lavado los baños, he lavado los pisos. Si vos no lo haces con pasión, si no estás en el lugar que te gusta, nada puede perdurar.