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LA PROVINCIA

El laberinto de las policías municipales

Después de la semana en que por cuarta vez se cayó en la Cámara de Senadores provincial la sesión en la que el oficialismo buscó aprobar la ley de creación de las Policías comunales, la sensación que quedó en todo el mundillo político bonaerense es que esa norma difícilmente logre ver la luz alguna vez.
El oficialismo no sólo no parece en condiciones de lograr la aprobación sin cambios del texto que giró Diputados sino que además, aun cuando se aprobara con las modificaciones que impulsa la oposición, el trámite parece destinado a dormir el sueño eterno en su cámara de origen. Es que, después de las denuncias opositoras sobre supuestos intentos de compra de votos -que generó una investigación de oficio del fiscal penal Marcelo Romero- la ley que pidió el gobernador Daniel Scioli es un texto que quema.
El cuarto intento frustrado de tratamiento de la iniciativa y el escandalete posterior por las denuncias de aprietes y de la presunta “Banelco”, dispararon sobre el fin de la semana las versiones de renuncia del ministro de Seguridad, Alejandro Granados, en los hechos uno de los actores políticamente afectados por todo el entuerto.
El hombre de Ezeiza se había jugado muy fuerte a obtener las policías locales -para distritos de más de 70 mil habitantes- con la idea de que se conviertan en el gran sello de su gestión. De hecho, el proyecto que fue aprobado en Diputados se basó en un texto que en su momento había presentado su esposa Dulce, actual legisladora nacional del Frente para la Victoria.
El rumor de renuncia fue negado por un estrecho colaborador del ministro. Cerca de Scioli, además, recalcaron que el Gobernador nunca evaluó la opción de desprenderse de su funcionario, quien acaba de lucirse en el entorno sciolista luego de organizar un encuentro político con unos 80 intendentes de la Provincia, de diferentes signos partidarios, que se realizó en General Alvear con motivo de la presentación de los Comandos de Patrulla Rural.

Sin quorum propio


El oficialismo tiene 19 bancas y el Frente Renovador posee 20 asientos. Por si solo, ninguno de los espacios puede conseguir quórum propio para garantizar las sesiones. Por eso cobran especial valor político los varios unibloques que existen –es decir, de un solo legislador- y los tres senadores del radicalismo que, en el caso puntual de las Policías Comunales, han mostrado la mayor coherencia de acción al votar en contra del proyecto en general y anunciar que van a opinar en el mismo sentido cuando haya que votarlo en particular. Ese rol clave es el que hace que las denuncias sobre supuestos “favores contables”, lanzadas acaso irresponsablemente, cobren cierta verosimilitud. Nadie paga por algo que no necesita.
El massismo, hay que decirlo, votó a favor del proyecto en general pero pretende votar en contra cuando se trate en particular y se debatan los artículos. Más allá de las explicaciones formales, esto es así porque la creación de esas fuerzas locales ha sido una bandera histórica de campaña de Sergio Massa hasta que el sciolismo se “apropió” de esa idea. El término puede sonar a exageración pero grafica una de las cuestiones de fondo: existe una absurda pelea por la potestad de la idea, una batalla que se explica, sobre todo, porque las cabezas de los dos espacios que tironean por la cucarda son rivales directos en la carrera presidencial que desemboca en 2015.
Los cuatro fracasos sucesivos para sacar la ley actúan, en los hechos, como un factor que desgasta políticamente al gobierno provincial. Son pequeños fracasos que objetivamente lo lastiman y así lo admiten fuentes oficiales. En los hechos, la imposibilidad de sacar una ley que se supone crucial para el sciolismo pude ser leída como un signo de debilidad política en momentos en que lo último que necesita Scioli, ya instalado como precandidato a la Presidencia, es dar esa impresión pública.
La pelea con Massa en ese terreno ya se perfila como uno de los clásicos contemporáneos de la política vernácula. Pero ni el gobernador ni el tigrense deberían descuidar el crecimiento que viene mostrando en los sondeos de intención de voto Mauricio Macri, el tercero en discordia. Esto lo evidencian algunas encuestas que se han conocido públicamente y otras que se manejan en reserva, por ejemplo, en el mundo peronista y en el firmamento radical. En este último redil, muchos hacen fuerza para una eventual convergencia de candidaturas con el jefe de Gobierno porteño. La posibilidad de desalojar al PJ del poder es una tentación común para unos y otros.
Fuentes provinciales dan cuenta de que en aquel repunte nacional de Macri tendría mucho que ver una mejora que mostraría el líder de PRO en la populosa Buenos Aires. Cierto efecto contagio de la buena imagen de la gestión macrista en Capital que se derramaría al Conurbano y una mirada favorable de los sectores rurales bonaerenses por las definiciones que ha tenido Mauricio sobre política rural, estarían favoreciendo su actual posicionamiento. A eso hay que sumarle que la espuma triunfalista de Massa luego de la victoria del año pasado sobre el oficialismo ha bajado bastante, más allá de que el diputado suele mostrar creatividad para mantener la exposición mediática.

Continuidad con cambios

Probablemente Scioli, que en lo formal sigue siendo precandidato del kirchnerismo, haya intuido que no debe resignar la idea de seducir a algunos votantes críticos del Gobierno.
Sólo así pueden leerse los dos grandes gestos de diferenciación de la Casa Rosada que tuvo en la semana. Primero, a través de la voz de dos de sus asesores vinculados al establishment (Miguel Bein y Mario Blejer), dejó en claro que su equipo de campaña trabaja en un plan económico basado en un diagnóstico bastante crítico de la actual situación nacional en esa materia. Y después, con su presencia, ayudó a darle envergadura política a un encuentro supuestamente pensado para debatir el país que se viene que organizó el Grupo Clarín, eterno objeto de satanización de la Casa Rosada.
De manual, los voceros de la Presidenta salieron a bombardearlo con críticas casi burlonas. Lejos de la alarma, en la gobernación creen que esos ataques pueden, en todo caso, alejar más a Scioli del núcleo duro de votantes históricos del kirchnerismo, que de todos modos lo ven como a un extraño, pero que le sirven justamente para esculpir el perfil diferenciador que buscan instalar en ese otro espectro de votantes que, hoy por hoy, parece más cercano a sus oponentes.

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