El paro docente ha alcanzado una proporción que no registra antecedentes. Ha sido un clásico, en las últimas décadas, que el inicio de clases quedara condicionado por las medidas de fuerza. Pero jamás se había comenzado por una huelga por tiempo indeterminado que se prolongara a lo largo de tres semanas como ha ocurrido hasta ahora.
¿Cuál es la razón? La respuesta varía según el prisma con el que se evalúe y según cuál sea el sector que aporte su visión. Pero algo es seguro: no hay una única causa. Se ha llegado a esta inédita situación por una acumulación de factores que van más allá de lo que puede observarse a simple vista.
La cuestión salarial es medular, por supuesto. Los docentes “promedio” han quedado rezagados, con un salario básico muy bajo y una composición del haber que incluye sumas en negro, lo que debilita su perspectiva jubilatoria, el cobro de adicionales -por ejemplo, por antigüedad- y hasta la liquidación del aguinaldo.
También se suman las condiciones laborales. El deterioro edilicio de las escuelas públicas se ha acentuado, el acceso al material básico para el desempeño de la tarea docente también se ha hecho más difícil y el clima laboral en las escuelas se ha degradado con la irrupción de la violencia y el deterioro de las condiciones sociales en muchas áreas urbanas y suburbanas.
Todo esto forma parte de un reclamo que se ha planteado, esta vez, con marcada virulencia.
Pero también hay ingredientes vinculados a la situación interna del propio frente gremial.
El Suteba liderado por Roberto Baradel enfrenta una oposición interna -encarnada por la llamada lista Multicolor- que el año pasado tuvo un importante crecimiento en el mapa de las seccionales gremiales. Es un sector de la izquierda dura y combativa que, si bien resulta todavía minoritario, pasó de controlar cuatro de las 135 distritales a imponerse en nueve. Y entre ellas, algunas son seccionales estratégicas: las de La Plata y La Matanza, sin ir más lejos, además de las que Quilmes y Berazategui, entre otras.
Este sector plantea una radicalización de la protesta y pone a la conducción central del sindicato ante el desafío de satisfacer una exigencia cada vez mayor de las bases.
En la Feb, que lidera Mirta Petroccini, también se ha producido una mutación de su composición interna. Fue, históricamente, un gremio con predominio radical. Pero esa característica se ha desdibujado en la última década y lo ha llevado a asumir una posición más combativa, sobre todo desde que se conformó en la Provincia el denominado Frente Gremial Docente, que llevó a una alianza que se ha consolidado con el tiempo, entre la Feb y el Suteba.
Aquel gremio que durante casi veinte años condujo la histórica dirigente María Huarte de Ferrabosco -una ex directora de escuela de Zárate que encarnaba el perfil de la docencia tradicional- ha registrado también un recambio en su universo de afiliados que se traduce en posiciones más duras impulsadas desde las asambleas de base.
En este contexto se han sumado otros gremios que buscan, por ahora desde posiciones minoritarias, una mayor inserción y protagonismo a partir de una propuesta de reclamo más intransigente.
La masividad de la marcha realizada esta semana en La Plata -con afiliados gremiales de distintos puntos del Conurbano- mostró, por su magnitud y la dureza de sus consignas, el apoyo que recoge en las bases la postura del paro por tiempo indeterminado. Lo mismo refleja el altísimo índice de adhesión que registra la medida de fuerza en las escuelas públicas, que directamente permanecen cerradas.
A pesar del anuncio de descuentos salariales -una medida que puede afectar directamente el bolsillo de los docentes cuando cobren sus sueldos de abril-, el acatamiento al paro no parece debilitarse.
Sin certezas
Lo que se preguntan ahora todos los sectores políticos y gremiales es cómo se sale de un conflicto que ha escalado hasta este punto.
La lógica del reclamo gremial ha sido siempre la de medidas progresivas. Se empezaba por un paro de 24 ó 48 horas para pasar después a uno más prolongado y llegar, en un escenario extremo, a una huelga indefinida. Aquí se ha empezado por el último escalón. ¿Cómo se baja? Porque también parece claro que la Provincia no está en condiciones, por sí misma, de mejorar la oferta que ha hecho hasta ahora.
Una medida judicial que ordene el acatamiento de la conciliación obligatoria podría abrir un cauce de solución al menos transitoria.
¿Pero qué sustentabilidad tendría una solución forzada por un amparo judicial si no se llega, en definitiva, a un acuerdo que satisfaga en alguna medida el reclamo sectorial?
Por supuesto, no es el único interrogante que rodea a este complejo e inédito conflicto. ¿Qué pasaría si se encontrara una fórmula para darles a los docentes el aumento del 35 por ciento que reclaman para toda la escala salarial? ¿Cómo se lograría sostener el acuerdo con el resto de los gremios estatales? ¿Qué pauta se fijaría para las complicadas negociaciones paritarias del sector privado?
Cuestión social
La duración del conflicto plantea, por otra parte, un clima de mucha incertidumbre social. Es sabido que los afectados directamente son casi cuatro millones de chicos en toda la Provincia. Sus familias tienen completamente alterada la rutina cotidiana. Los chicos no tienen clases pero tampoco están de vacaciones. Están en una suerte de limbo planteado por la huelga de maestros.
¿Cuánto tiempo más puede extenderse esa situación sin provocar tensiones y fracturas dentro de las propias comunidades escolares?
En el medio, es evidente que el contexto en el que se desenvuelve el conflicto facilita excesos o desbordes. La salvaje agresión contra una ministra bonaerense, igual que la que había sufrido diez días antes la titular de la Feb, son expresiones de una intolerancia que nada tiene que ver con el reclamo gremial.
Está claro que la escalada de agresividad y de violencia no conduce a ninguna solución, sino todo lo contrario. La educación pública de la Provincia espera una pronta solución.
ANÁLISIS
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