OPINIÓN

Cambios de camiseta en la previa de la elección

Munido de ese imán político que representa el buen resultado alcanzado en las Primarias bonaerenses, el Frente Renovador de Sergio Massa asiste a una suerte de fenómeno migratorio hacia sus filas, con repercusiones en espacios institucionales como la Legislatura y también en varios distritos.
Dirigentes provenientes de otros espacios políticos, pero en especial de sectores del peronismo, anuncian su pase al “massismo” con la seguridad de jugar a ganador. En la mayoría de los casos se sacan la foto imprescindible con el intendente de Tigre –siempre sonriente, como buen anfitrión- y finalmente declaran lealtad al proyecto, todavía novel pero de proyección nacional casi inevitable.
Aquellas mudanzas han significado que Massa “se robe” a dirigentes que venían reportando al kirchnerismo, al sciolismo (notable el esfuerzo de ayer en la Gobernación por mostrar que la agrupación La Juan Domingo sigue en esa orilla) o incluso a partidos decididamente opositores, como el radicalismo. También algunos gremios que antes de las Primarias no habían saltado ahora parecen buscar el eventual calor triunfal que les aseguraría el Frente Renovador en octubre próximo.

De aquí a octubre


A dos meses de las elecciones legislativas en las que verdaderamente se contarán los porotos, varias encuestas señalan que el tigrense está ampliando la ventaja inicial sobre el Frente para la Victoria que habían mostrado en las PASO, acercándolo a un resultado posible de 40 puntos porcentuales.
En términos políticos, además, los pases implicaron que se debilitara la bancada oficialista en el Senado provincial en favor del crecimiento del joven bloque massista que, con 14 integrantes, aparece como la segunda fuerza de la cámara, detrás del kirchnerismo. Vueltas de la política: a diferencia de lo que pasó en los últimos dos años, en los que Daniel Scioli sufrió el asedio K comandado por el vice Gabriel Mariotto, esta última bancada asoma ahora como un gran estandarte del gobernador. Quien, por otra parte, viró a sostén casi único de la campaña kirchnerista y principal defensor público de la gestión de Cristina Fernández.
Pero debajo del aire triunfalista que, en principio, impregna a los operadores del massismo cada vez que se anuncia una nueva incorporación proveniente del elenco oficial, se adivina también un incipiente debate interno en las segundas líneas respecto a la conveniencia o no de aceptar “todo lo que venga” (el encomillado, cruel, es de una fuente de Tigre). Se correría el riesgo, especulan los que plantan esa duda, de desnaturalizar el espacio y, eventualmente, el pluralismo inicial que el propio Massa quiso darle a su Frente Renovador. Que, desde el nombre, parece haber adoptado el compromiso de mostrarse diferente ante el electorado.
Uno de los ejes fundacionales del FR es la defensa de las gestiones prolijas y exitosas (en términos de resultados y de impacto en la opinión pública) de la veintena de intendentes que conforman la primera línea del espacio. Ese es el principal contenido político, la carta fuerte, que se le quiso dar a la fuerza. Quienes buscan la cautela ante tanta mudanza aseguran que no todos los dirigentes pueden cumplir con aquel requisito.

Etapa expansiva

Es verdad que Massa está en una etapa expansiva de su proyecto, acelerada luego de que se perfilara como el eventual triunfador de octubre. Y que en esa lógica tiene necesidad de aumentar el volumen político de su espacio, cuyo horizonte real –aunque no aceptado públicamente- es la Presidencia dentro de dos años. Pero no es menos cierto lo que expresa otra fuente massista, en este caso con una candidatura por defender en las legislativas: “Cuidado; no todo suma”.
Con las salvedades del caso, algunas fuentes del peronismo recuerdan por estas horas aquella pelea que vivió el PJ bonaerense en 2005 entre Eduardo Duhalde y un fulminante Néstor Kirchner, dueño en ese momento de un discurso bastante ecuménico y transversal.
Aquella vez se especuló con una renovación dirigencial en el principal distrito del país pero, en los hechos, el triunfo del kirchnerismo  sobre el duhaldismo, con Cristina como candidata a senadora y cara principal de la pelea, terminó siendo apenas un cambio de jefatura partidaria en el que el santacruceño escrituró a su favor el aparato moldeado durante los años 90 por su antecesor en la Presidencia.
Aunque no lo dirán nunca en voz alta antes de octubre, dentro del massismo son varios los que creen que el intendente de Tigre debería evitar a toda costa la reiteración de aquella historia. “No somos lo mismo”, aseguran. Por eso ponen cierta cautela ante la proliferación de mudanzas, pases y cambios de camiseta.
A favor de Massa, y más allá de que el hilo central de la identidad de su espacio pasa por el justicialismo, hay que decir que el joven intendente parece decidido a dar la pelea de poder –partidario y real-  por afuera de la estructura oficial del PJ, como una suerte de remedo lejano de lo que fue el cafierismo en los años ochenta pero mostrando que no sólo se rodea de dirigentes peronistas.
También, que el tigrense es mucho menos visceral y más cerebral que aquel Kirchner de los inicios. Alguien que lo conoce bien aseguró a este cronista que nunca se dejará embelesar por la aparente “ola” a su favor que se evidenció en las últimas PASO y que el kirchnerismo parece no haber divisado a tiempo. Acaso, en verdad, eso dependa del tamaño de la oleada.

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