Después de varios días de peleas internas con epicentro en el Congreso, la foto actual que regala el radicalismo insinúa una crisis identitaria que, como en otros espacios, podría reconocer su origen en la situación revulsiva que para el sistema político tradicional implicó la sorpresiva llegada de Javier Milei al poder, obligándolo a una cierta reconfiguración.
El episodio de los diputados que cambiaron su voto para blindar el veto presidencial a la ley de movilidad jubilatoria y que por eso están a un tris de ser expulsados del partido, más los posteriores rechazos internos a esa medida disciplinaria, casi que han dejado expuesta una situación dual en la UCR actual: los dirigentes que pretenden esculpir un perfil bien opositor a Milei y los que preferirían cultivar una buena sintonía con la Casa Rosada. Acaso hubo algo de sobreactuación contra el grupo de diputados que, en los hechos, favoreció la muerte de la ley previsional que, se recuerda, había sido parida en las huestes legislativas radicales.
Breve resumen: los legisladores Martín Arjol, Luis Picat, Mariano Campero, Pablo Cervi y José Tournier se reunieron con Milei y luego, cuando debía votarse en contra del veto presidencial, apoyaron la postura del Gobierno respaldado así el argumento libertario de que la nueva movilidad atentaría contra el equilibrio fiscal, una obsesión del Ejecutivo.
Inmediatamente, la mesa directiva de la Convención Nacional de la UCR congeló sus afiliaciones (solo cuatro, porque Tournier no es afiliado) e inició una investigación disciplinaria con destino de expulsión por inconducta por votar en contra del resto del bloque. La Convención la preside Gastón Manes, hermano del diputado Facundo Manes.
La conducción nacional ejecutiva del partido, en manos del senador Martín Lousteau, se alineó con esa dura postura. Lousteau es hoy el radical del Congreso con el perfil público más alto y más duro contra Milei.
De Loredo vs Lousteau
Pero el titular del bloque de Diputados, el cordobés Rodrigo de Loredo, no se subió a ese tren. Y pretende contener a los sancionados. No serán separados del bloque, avisó. Lo que hizo estallar una crisis en esa bancada de 33 almas, con reuniones casi rupturistas. Se subraya: casi.
Fuentes legislativas explican que, aún sin divisiones formales, las mismas quedarán expuestas en las próximas votaciones claves. Como por ejemplo el Presupuesto 2025. Objetivamente, el liderazgo de de Loredo sobre sus pares quedó afectado.
Lo notable es que de Loredo y Lousteau eran aliados hasta no hace mucho y puede decirse que el de Córdoba llegó a la actual jefatura del bloque con el apoyo del senador porteño. Pero en el medio, pasaron cosas.
A favor de de Loredo, la tesis de la expulsión partidaria suena a exageración y algo inédita si se tiene en cuenta la historia reciente de los boinas blancas. El primer interpelado en este sentido es Lousteau: fue el único senador nacional de la UCR que votó en contra de la Ley Bases que pidió el Gobierno como herramienta fundacional, a contramano de lo que hizo el resto de su bloque.
Más atrás en el tiempo, sobresale el caso de Leopoldo Moreau, que fue expulsado por el Tribunal de Ética partidaria recién en 2015, luego de años de profesar un kirchnerismo de pureza casi pingüina. “Manifiesta inconducta ética y moral”, se escribió en la célebre acta Nº 73 porque integró una comitiva presidencial sin la autorización del partido y por sus opiniones favorables a las políticas del gobierno de Cristina Kirchner. Eran épocas de una UCR gestionada por Ernesto Sanz y su sucesor, José Corral, para quienes el kirchnerismo era “un régimen populista, autoritario, oportunista, corrupto, impostor e ineficiente”. Esa vez también fue echado Eduardo Santín.
Claro, antes de eso “El Marciano” había armado un congreso de un “radicalismo popular” en el que la oradora principal fue Cristina, blanqueando su alianza con el entonces Frente para la Victoria.
El mendocino Julio Cobos, exvice de CFK, llegó a ser expulsado “de por vida” en épocas de la transversalidad que inventó Néstor Kirchner. Pero se ve que para los ojos radicales se redimió con su “voto no positivo” a la resolución 125 de las retenciones móviles, porque luego fue amnistiado y acá no pasó nada. Hoy es diputado nacional por su provincia, en el bloque de de Loredo. Lo que son las cosas: Lousteau, el actual presidente de la UCR e impulsor de las sanciones en esa bancada por votar distinto, era el ministro de Economía de Cristina en aquel momento. El archivo es impiadoso.
¿Y Ricardo Alfonsín? Hasta el 10 de diciembre pasado fue el embajador de Alberto Fernández en España. Nunca recibió una sanción, acaso porque para el mundillo radical porta un apellido sagrado. En agosto último, directamente él mismo se desafilió para armar un frente progresista, casi de izquierdas, con Libres del Sur y FORJA. Hoy asoma cercano a Axel Kicillof, quien tiene pretensiones presidenciales representando al peronismo.
Casos recordados
La UCR reconoce una historia de implosiones que terminan generando espacios nuevos, escisiones políticas que en muchos casos han tenido un futuro. Desde Oscar Allende y su Partido Intransigente a Lilita Carrió y su Coalición Cívica o Margarita Stolbizer y su GEN. No queda claro si hoy se está ante la antesala de otro de esos casos pero sí es notorio que, por ejemplo, los gobernadores radicales que deben lidiar con la Rosada por cuestiones presupuestarias se alejan del perfil rupturista que quiere fijar Lousteau y, por lo bajo, hasta no descartan alianzas electorales provinciales con La Libertad Avanza el año que viene.
Casos como Alfredo Cornejo en Mendoza o Gustavo Valdez en Corrientes muestran hasta cierta afinidad con Milei. Gobiernan distritos donde el presidente, a pesar del ajuste económico, mide bastante bien en la consideración popular. Algo similar le pasa a De Loredo en su Córdoba natal.
Una de las llaves de la gobernabilidad
El analista y consultor Daniel Montoya, de la provincia mediterránea, opina directamente que la UCR ha perdido su perfil nacional. “Nunca se recuperó en serio de aquel 2,34% que sacó Moreau en la elección presidencial de 2003. Pero demostró que hoy en el Congreso es una de las llaves de la gobernabilidad: nada que pretenda el Gobierno sale si no hay apoyo radical en las cámaras”, le dijo a este cronista.
Montoya detalla incluso que en Córdoba Milei se ubica segundo en imagen positiva, detrás del ex gobernador Juan Schiaretti y por arriba del actual, Martín Llaryora, según un sondeo reciente de la consultora Aresco, que dirige Federico Aurelio. Es lo que mira para posicionarse en su terruño De Loredo, que aspira a una candidatura a la gobernación por su partido.
Para Juan Negri, director de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Di Tella, existen dos radicalismos de hecho: uno si se quiere urbano, con cierto perfil progresista, de centro izquierda, acaso metropolitano; y otro del interior, más conservador en sus modos de pensar, también más antiperonista, que es el que hoy asoma cercano a Milei.
“Ese último votante radical prefiere que al Presidente le vaya bien antes de que vuelva a ganar el peronismo”, explica a este diario. Abunda: “Por eso Lousteau tiene dificultades para vender su rol opositor fuera de su zona de influencia directa y parecería que le cuesta procesar el hecho de que el votante del partido que preside está bastante más a la derecha de lo que él cree o le gustaría”. El senador porteño, como Manes (aliados para lo que será la interna por cargos partidarios en la provincia de Buenos Aires el mes que viene), tal vez barrunten que en un contexto de fracaso económico de Milei y de desprestigio reciente del PJ (el gobierno bastante fallido de Alberto Fernández y Cristina) quizás tengan la chance de pelear por la Presidencia. En el otro polo interno, desde el interior, lo mismo aparentemente piensa Cornejo, que ya presidió el partido a nivel nacional y también muestra afinidad con sectores del PRO.
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