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TRASTIENDA POLÍTICA

De a poco, el vidalismo inicia una diferenciación con la Casa Rosada

El clima se percibe, sobre todo, en las segundas líneas del gabinete bonaerense, entre legisladores provinciales, en algunas comidas reservadas de ciertos ministros de María Eugenia Vidal. Nunca será reconocido en público por la gobernadora, que sigue apareciendo como un soldado del Presidente y reivindicando la idea de equipo indisoluble con él. Pero por lo bajo deja hacer a los suyos. Parece gestarse en la dinámica interna de Cambiemos una corriente exclusivamente vidalista, definida no sólo por la condición de pertenecer a la gestión sino por las críticas intestinas respecto a cómo Mauricio Macri está manejando la cuestión económica y cómo su jefe de Gabinete, Marcos Peña, está llevando adelante la campaña electoral del espacio.
Asomaría dentro de Cambiemos, acaso cada vez más nítidamente a medida que se acercan las elecciones, una división con densidad política entre vidalismo y, llamémosle, “mauricismo”. 
Algún memorioso con ansias comparativas podría remontarse a la antigua antinomia justicialista de los años 90 entre “duhaldismo” y “menemismo”, como para intentar una aproximación a lo que parece incubarse en el oficialismo. Es claro que, al menos por ahora, las diferencias entre los amarillos no llegan al nivel de traumatismo que vivió el PJ en los finales del siglo XX. 

El caso D’Alessio aumentó la sensación de que hay una lupa sobre los movimientos de Vidal.

Para quienes la frecuentan, parece claro que Vidal está incómoda con la tarea titánica que le espera en los próximos meses: remontar una elección que, en general, parece muy adversa para el oficialismo. La gobernadora, en carrera por la reelección, conserva buena imagen entre los bonaerenses, con una docena de puntos porcentuales más que el Presidente, pero todas las encuestas que ella lee dicen que, al menos hasta hoy, Cambiemos perdería el comicio en su distrito. 
El vidalismo, en especial esas segundas líneas inquietas por lo que vendrá, siente que esa eventual derrota no sería por su culpa sino que la cosa es al revés: son ellos los que pierden por el mal momento de la Casa Rosada.
Además, sobrevuela el fantasma de que una derrota de Cambiemos en primera vuelta condene a Vidal a retirarse a su casa pero que, posteriormente, Macri pueda revertir la cosa en el ballotage de noviembre y acaso consiga una reelección ajustada. En la Provincia, se aclara, no existe la segunda vuelta para elegir gobernador.
Aquella profundización de diferencias con los “mauricistas”, que habrían moldeado una sensación de cofradía cerrada en el vidalismo, reconocería varios momentos recientes:
-La negativa de la Casa Rosada a permitir que los intendentes bonaerenses pudieran tener autonomía para decidir cuándo realizar las elecciones comunales en sus distritos. Aunque requería varios cambios legales, Vidal había conversado esto con el opositor Sergio Massa, en el marco de la exploración de ciertos acuerdos parlamentarios. No le disgustaba a ella.
-El veto de Macri y, sobre todo, de Peña a la idea de adelantar en Buenos Aires los comicios provinciales de los nacionales, de manera que el rubro gobernador fuera decidido antes de octubre. Los vidalistas impulsaron fuertemente esta jugada, convencidos de que así sería más fácil un triunfo para conservar la Provincia. Asisten, ahora, al desdoblamiento en casi todos los distritos del país. Este punto acaso haya sido el que más pesó porque, si los números actuales no cambian, Vidal quedó así a merced de que un inédito corte de boleta pueda favorecerla. 
-La decisión del gobierno nacional de trasladarle a la gestión bonaerense los millonarios subsidios al transporte, el agua y la energía en el marco del acuerdo de ajuste fiscal pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Al absorber esos gastos, Vidal vio cómo se le esfumaba cierta holgura financiera que hubiera podido tener este año por la compensación del Fondo del Conurbano que arregló con la Rosada en 2017 y que hubiera podido volcar a la zona electoral más difícil: la Tercera Sección, un lugar del mapa donde el kirchnerismo se hace fuerte y el oficialismo híper débil. La compensación prometida era para 2019 de 65 mil millones de pesos. Ahora irán a otro lado. En línea con esto mismo, aún el gobierno de Vidal no tiene certezas de que el reclamo que elevó a Balcarce 50 para actualizar esas partidas que fueron licuadas por la inflación alguna vez será concedido. En verdad, el vidalismo siente puertas adentro que Buenos Aires fue la provincia más perjudicada en términos económicos durante los últimos dos años. Esto probablemente tampoco se diga en público. La tranquilidad financiera de los gobernadores del PJ parece darle la razón.
-La revelación de que el falso abogado Marcelo D’ Alessio y dos ex policías bonaerenses aparentemente estaban realizando tareas de inteligencia sobre Vidal, sin que quede del todo claro para quién espiaban. La gobernadora había sido advertida de la turbiedad por el ministro Cristian Ritondo. Algunas fuentes aseguran que incluso lo hablaron con Macri, quien les habría asegurado que nada era ordenado por él. Lo cierto es que en el vidalismo aseguran que el episodio de D’Alessio, aún cuando suena a guerra de servicios de inteligencia, aumentó una sensación imperante previamente respecto a que hay una lupa no declarada sobre los movimientos políticos y personales de la gobernadora.
El dato, por sí solo, parece suficiente para profundizar grietas internas.

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