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En Nochebuena, robaron el cuerpo de su bebé del cementario

Alberto Aranda descubrió horas antes de Nochebuena que el cuerpo de su hijo Ciro había desaparecido de su ataúd en la localidad cercana a Miramar

Alberto Aranda y su mujer, Mara, habían decidido que el cuerpo de Ciro, su único hijo, fallecido este 10 de diciembre último con apenas un año y dos meses, no iría a la tierra. No había lugar en los nichos del cementerio de la localidad de General Otamendi, en el municipio de General Alvarado, en la Provincia de Buenos Aires por lo que el ataúd  fue llevado a un depósito en el cementerio, una habitación de cinco metros de largo por tres de ancho en donde reposaban los cadáveres de varios adultos.

En la tarde del domingo, horas antes de la Nochebuena, los Aranda decidieron visitar el cementerio para llevarle flores a su hijo. Mara, sin quererlo, deslizó la tapa del féretro pero el cuerpo de su pequeño no estaba. 

Ciro había fallecido en el Hospital Materno Infantil de Mar del Plata luego de más de 20 días en terapia intensiva. Una neumonía fue la causa. Para Alberto, la muerte de Ciro fue algo que podría haber sido evitado. "Lo llevamos a una sala muy precaria que hay aquí en Otamendi, la médica no estaba capacitada para esto, nos hizo perder tiempo precioso. Fuimos tres veces y no se lo derivó, la última vez la médica ni siquiera nos atendió", asegura el padre del niño.

Alberto y su mujer tomaron medidas drásticas: Ciro fue llevado a Mar del Plata "en un auto particular", asegura. "En ese tiempo que perdimos se le fue líquido a los pulmones, hubo que extirparle el pulmón derecho, se le había llenado de pus. Por suerte el otro le funcionaba en un 90%. Y el 10 de diciembre, después de todo lo que peleó mi bebito, después de tres semanas en terapia intensiva, Ciro murió, en el medio de una descompensación. Yo sé que mi hijito tenía ganas de vivir", sostuvo Alberto.

Lo cierto es que no es la primera vez que el cadáver de un niño es robado en el cementerio de Otamendi. En las últimas Pascuas, el cadáver de Matías Valentino Fernández, de apenas dos años, hijo de una familia de quinteros bolivianos de la zona, fue encontrado a la vera del arroyo La Totora en la Ruta 11, sus dientes prolijamente arrancados. Había sido enterrado en Otamendi poco antes.

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