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Los alumnos de General Villegas que adaptaron sillas para menores discapacitados.
FRENTE AL DESAFÍO DEL AGUA, LA NECESIDAD DE AYUDAR

General Villegas, entre la inundación y el ejemplo de solidaridad de los más chicos

Alumnos de una escuela primaria organizan bailes para recuperar su escuela. Y otros hacen sillas.

Si hay algo que sobra en General Villegas, eso es el agua. Con un promedio anual de precipitaciones de 887 milímetros, el año pasado cayeron 1.231 milímetros y este año, tan sólo en los primeros seis meses del año ya llovió 693 milímetros, además del agua que ingresa desde Córdoba, Santa Fe y La Pampa. Como resultado de esto, el distrito aún tiene el 60 por ciento de su superficie afectada por agua y encharcamiento.
Sin embargo, lo que también sobra allí es la solidaridad. Hace unos días, alumnos de la Escuela Técnica Nº 1 de Villegas recibieron el premio “Escuelas Solidarias”, que otorga Presidencia de la Nación, por el proyecto con el que lograron transformar bidones de agua y rueditas de bicicletas en sillas de ruedas que se ajustan al tamaño de los nenes más pequeños. Y otros alumnos de la escuela primaria rural número 26 “Constancio C. Vigil”, ubicada en la zona rural de Emilio Bunge, también en Villegas, junto a sus docentes, organizan bailes populares para juntar fondos con el fin de reparar un camino que les permita volver a su escuela, que está aislada por el agua desde hace casi un año.

Las sillas para nenes
Los alumnos de tercer año de la escuela técnica de Villegas habían presentado un proyecto de trabajo llamado “Rompiendo Barreras”. Y tras ser premiado en las ferias de ciencias distritales, obtuvo ahora el primer premio “Escuelas Solidarias” que otorga Presidencia de la Nación.
Con ruedas de bicicleta o rueditas de andadores de juguete, bidones de agua y cortes de fibrofácil, los alumnos armaron pequeñas sillas de ruedas para niños de entre 2 y 4 años con discapacidades motrices que asisten al centro de rehabilitación Aderid. Pensaron en ellos porque, al ser tan chicos, los nenes no podían conseguir sillas acordes a su tamaño.
“Nuestra escuela fue fundada hace 82 años -contó su director, Juan Edgardo Carta- actualmente asisten unos 300 alumnos, y siempre ha trabajado en proyectos en y hacia la comunidad, en ir hacia donde está la necesidad como puede ser el hospital, un jardín de infantes o un centro de rehabilitación como Aderid”.
“Los alumnos ya habían fabricado calesitas y hamacas para niños con capacidades diferentes o camillas especiales para un centro de día -añadió-y cuando la escuela fue al centro Aderid vimos que había niños de 2 y 3 años con problemas de parálisis en sus piernas que eran muy pequeños para emplear las sillas de ruedas tradicionales, y a la vez necesitaban una silla especial que les permitiera fortalecer sus brazos para más adelante mejorar su motricidad”.
Así, a los chicos de la escuela los conmovió que estos pequeños, al no contar con una silla, permanecían sentados o acostados a la espera de que sus padres los trasladen de un lugar a otro. Y pensaron que de contar con una silla acorde a su tamaño, podrían mover sus brazos, ejercitar su musculatura y tener movilidad e independencia de desplazamiento.
Y pusieron manos a la obra. Junto a sus profesores, crearon una sillita especial, casi como un juguete de los conocidos como “pata-pata”, y utilizaron materiales reciclables.
“Cortamos un bidón de agua de 20 litros, lo acolchonamos, y lo pusimos sobre una base de fibrofácil y una estructura de hierro, colocándole rueditas de bicicletas de niños o andadores de juguetes que donó la gente, y así armamos el prototipo de sillita de ruedas para esos chicos, explicó un alumnos de 3º año de la escuela técnica de Villegas.
“Cuando los alumnos fueron a entregar cinco sillitas de este tipo a Aderid -recordó el director Carta- y vieron cómo los niños se adaptaban a ellas, hubo lágrimas y vieron de manera real y concreta cómo gratifica hacer algo por la sociedad y en especial por quien lo necesita”.
Cabe destacar que Aderid es una Asociación Civil sin fines de lucro que, a través de un Centro de Día y un Centro de Rehabilitación, desde 1998 se encarga del desarrollo, rehabilitación e integración de personas con discapacidad. Actualmente tiene 79 pacientes.
Analía Campana, su directora, contó que “cuando desde la escuela nos preguntaron qué necesitábamos, les mostramos que en Estados Unidos habían desarrollado una silla bajita, al piso, de autopropulsión, que permitía a niños con dificultades motoras poder empezar a tener movimiento de manera temprana, lo que beneficia al cuerpo, a la visión y a la autoestima”.
“Fue así que los chicos de la escuela técnica trabajaron en el diseño de estas sillitas con materiales reciclables, que pueden utilizar los niños desde los 18 meses de vida, o antes, hasta los 5 años”, apuntó Campana, quien destacó que los alumnos “podrían haber hecho una silla sencilla, pero ellos la pensaron como un juguete para los niños, con colores divertidos, vivos. Emociona que estos chicos del secundario, que están en la adolescencia, una etapa en la que podrían ser egoístas y sólo pensar en ellos y en su grupo de pares, pensaron en los otros. Es admirable que desde una escuela técnica se piense en el otro, y en la discapacidad como punto principal de trabajo”.
Por lo pronto, los alumnos ya entregaron a Aderid las cinco sillitas, y ya están en proceso de elaboración otras cinco. Pero no es lo único. Como muchos de los chicos que asisten a la escuela viven lejos de General Villegas, el colegio también funciona como residencia de lunes a viernes y, actualmente, duermen allí 58 varones y 28 mujeres. Y durante las inundaciones que afectan al partido desde hace 20 meses, el colegio también mostró su solidaridad y en su predio dio albergue a los alumnos y docentes de la Escuela Agropecuaria.
“Dividimos el Salón de Usos Múltiples y allí se armaron 5 aulas para que den clases los chicos de la Escuela Agraria, y en el patio se instalaron aulas móviles modulares y baños químicos”, contó el director.

Bailes por la escuela
El otro caso que por estas horas despierta admiración es el de los alumnos de la primaria de Bunge, que está aislada por el agua desde hace casi un año. Pero los chicos quieren volver a su viejo edificio, y para eso organizaron un baile popular que se concretará el sábado 4 noviembre. Y con ese dinero, poder empezar a acondicionar el establecimiento para el retorno a clases.
En noviembre del año pasado, Susana Nievas, la directora del establecimiento, vio cómo el agua cercaba su escuela, ubicada a 21 kilómetros de Bunge, dañando los cuatro caminos rurales que permitía a sus 21 alumnos llegar a clases, por lo que la escuela mudó el dictado de clases a otro establecimiento escolar del centro de Bunge.
“Necesitamos que la municipalidad repare un camino de apenas 7 kilómetros, ahora nos dijeron que en un mes podrían repararlo y, ante la posibilidad de que no sea así, decidimos organizar un mega baile para juntar fondos para que, de una vez podamos llegar a la escuela y podamos acomodarla para volver a dar clases”, explicó la directora.
Es así que el sábado próximo, a las 21.30, en el Fútbol Club de la localidad de Bunge, habrá un baile popular con la presentación de varias orquestas y grupos musicales y servicio de cantina.
“Nuestra cooperadora es chiquita, y poner de nuevo en funcionamiento la escuela, implicará limpiarla, revocar sus paredes donde el revoque se ha caído por la humedad y ver cómo se terminan de arreglar los baños”, destacó Nievas.

¿Cuándo volvemos a la escuela?
“Seño, ¿cuándo volvemos al campo?”, le preguntan sus alumnos a Susana, quien explica que los alumnos extrañan de su escuelita la tranquilidad, la naturaleza y el ambiente más familiar que había en Villegas.
“Es que la Escuela funcionaba como una gran familia -cuenta Nievas- nosotros les conseguíamos los guardapolvos a los chicos, los pasábamos a buscar por las tranqueras de mañanita para llevarlos a clases, y la fiesta del Día de Primavera era motivo para organizar barrileteada y choripaneada junto a los niños y sus padres”.
Pero ahora todo es distintos, y la directora se lamentó porque las inundaciones afectaron la actividad agrícola y tambera de Bunge, y junto con el cierre de varios tambos se fueron del pueblo muchas familias cuyos niños iban a la escuela 26.
“Sólo quedó un tambo -dice- y de los 21 alumnos que tenía solo 13 siguen concurriendo a clases en los salones que nos prestaron en la escuela de Bunge”.
Por ahora, el edificio de la la escuela 26 está cerrado, aunque desde hace unos meses lo cuida un vecino, Fermín Pérez, de 80 años, quien vivía enfrente. Cuando el agua entró a su casa, Susana le ofreció que se quedara en la escuela -que había quedado a salvo de la inundación-, ya que el hombre no quería abandonar la zona para seguir cuidando a sus animales.
Otro gesto solidario en un distrito en el que se redujo a la mitad la siembra de soja y maíz; el trigo no se pudo sembrar y ya cerraron 58 tambos.
Mientras tanto, y hasta que se pueda volver “al campo”, los chicos se las arreglan en la parte alta de la Escuela 12, donde se improvisaron 5 aulas y un pequeño lavadero fue adaptado como cocina.

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