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María Eugenia Vidal sigue moviéndose en todo el territorio bonaerense para sumarle votos a sus candidatos.
PANORAMA POLÍTICO DE LA SEMANA

Cambiemos impone su agenda judicial

La cinematográfica detención del gremialista Juan Pablo Medina que mantuvo en vilo prácticamente todo el país, le puso por algunos días un obligado paréntesis a la campaña electoral.
La decisión judicial de avanzar sobre el “Pata” Medina y sus prácticas extorsivas que debieron padecer no pocos empresarios, no hubiera podido cristalizarse sin un guiño del poder central.
El polémico ahora ex líder de la Uocra platense estaba desde hace tiempo en la mira de Mauricio Macri. El Presidente conocía sus antecedentes  porque la situación que se vivía en La Plata producto de los aprietes del gremio, le habían llegado por diversos canales.
El propio secretario general del sindicato a nivel nacional, Gerardo Martínez, habría sido uno de los actores centrales que alertó a Macri sobre una situación que él mismo nunca pudo controlar.  Existen cientos de anécdotas acerca del enfrentamiento entre el líder de la Uocra nacional y Medina. Sólo basta una para mostrar el nivel de descontrol que existía en los dominios del “Pata”.
Cansado de la situación, cuentan que Martínez envió a La Plata una delegación -una suerte de comité de ética- para hacer una auditoría en la delegación platense. Sus integrantes jamás pudieron acceder a documentación alguna y fueron corridos de mala manera.
Esa impotencia propició que el reino de Medina se expandiera. La justicia platense investiga la presunta asociación ilícita que se había montado para apretar empresarios y particulares en la que intervenían familiares del “Pata” y otros dirigentes de la Uocra local. La justicia federal, en tanto, avanza sobre las maniobras de lavado de activos tendientes a blanquear ese dinero mal habido.
Pero la detención del “Clan Medina” y la forma en que se produjo, deja expuestas sospechas e interrogantes. Las bravuconadas del dirigente y sus amenazas de incendiar la Provincia pronunciadas ante sus seguidores más enardecidos, no pasaron de eso. Bastó que se conociera que numerosos móviles y efectivos de fuerzas federales se dirigían  a La Plata para detenerlo, para que toda aquella puesta en escena con fuerte tono bélico se disipara.
Sorprendió lo sencillo que resultó capturar a Medina, sus familiares y otros imputados. Uno de los dirigentes sindicales más temidos cayó luego de años de procederes extorsivos, delitos a la propiedad y numerosas causas judiciales que quedaron en la nada. 

Décadas de vía libre
¿Por qué extraña razón el ex titular de la Uocra platense dispuso durante décadas de vía libre para edificar una maquinaria reñida con la legalidad a la vista de todos? Hay quienes denuncian que nunca podría haber construido ese imperio en el que se mezclan aprietes, abultadas cuentas bancarias, aviones, lanchas, residencias lujosas y helicópteros, sin alguna suerte de complicidad política y judicial que lo protegió o, al menos, decidió mirar para otro lado.
Quienes también resolvieron levantar campamento son los sindicalistas platenses amigos de Medina. Varios de ellos lanzaron casi un grito de guerra pocas horas antes de la detención: “Si tocan a uno de nosotros, nos tocan a todos”, gritaron. Fue durante una reunión en que varios de los popes locales se jugaron sin ambages por el “Pata”. Varios de ellos amasan por estas horas cierto arrepentimiento tardío.
El caso Medina volvió a instalar en la agenda el tema de la corrupción. El oficialismo se regocija por estas horas porque es, justamente, uno de los temas con los que puede incomodar a Cristina Kirchner.
La propia ex presidenta no logra escapar de esa discusión. El viraje en su estrategia de campaña y la decisión de brindar entrevistas choca con aquél asunto espinoso que tiene apuntados a ella misma y varios de sus ex funcionarios.
Los últimos dos contactos con los medios de Cristina terminaron siendo monopolizados por el sonado episodio de los bolsos de José López y la tragedia de Once. Esto habla de su dificultad imponer en la agenda de discusión “el presente”, los avatares de la economía y el impacto de las políticas oficiales sobre los sectores más desprotegidos de la sociedad.
Los últimos datos difundidos por el INDEC exhiben que la indigencia en el Conurbano lejos de bajar, no cede: creció del 7,5 al 8,2% en el primer semestre del año en relación con los últimos seis meses de 2016. Cristina apunta a machacar sobre este tema mientras apunta a peronizar su campaña al extremo. Ayer en La Matanza, el corazón bonaerense del PJ, dejó un mensaje duro: dijo que no permitirá la división de ese distrito por la que va el gobierno de María Eugenia Vidal.

El escenario
La mayoría de las encuestas ya muestra un escenario complejo para la ex presidenta. Con diferencias que oscilan entre 3 y 6 puntos, todas coinciden en ubicar al oficialista Esteban Bullrich al tope de las preferencias del electorado. Esos mismos sondeos dan cuenta de que la principal “víctima” de la polarización es Sergio Massa y su frente 1País, que estaría sufriendo fugas en dirección a Cambiemos.
Esos sondeos son consumidos con ansiedad por los jefes territoriales del peronismo que comienzan a pensar más en sus territorios que en la suerte de la candidata a senadora de Unidad Ciudadana.
Si las encuestas -que han fallado, y mucho- se verifican en la realidad, Bullrich crecerá en el Conurbano y por ende, se estrecharán las diferencias en los distritos donde Cristina sustentó su estrecha victoria en las PASO.
Los intendentes están en alerta porque el efecto arrastre de esas candidaturas nacionales puede terminar afectando a lo que, en rigor, más les interesa: las listas de concejales que les den garantías de gobernabilidad en sus distritos.
Por estas horas abundan las versiones sobre la puesta en práctica de un viejo y redituable mecanismo para sobrevivir los vientos desfavorables en los distritos: el delivery de boletas.
Varios alcaldes del PJ se prepararían para distribuir, junto con sus nóminas de concejales, las boletas tanto de Cristina como de Bullrich. Es una práctica habitual que excede los límites del peronismo, pero que vuelve a escena con cada elección. El kirchnerismo ya lo padeció en carne propia en las legislativas de 2009 y 2013 cuando sus verdugos fueron Francisco De Narváez y Sergio Massa.

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