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TRASTIENDA POLÍTICA

La obsesión que desvela a la gobernadora Vidal

Detrás de la gestión diaria, de las discusiones por las candidaturas legislativas y de las apariciones mediáticas anida la verdadera obsesión de la gobernadora María Eugenia Vidal: convertirse en la jefa política indiscutida de la provincia de Buenos Aires. Es un estatus que, claramente, trasciende lo partidario. Y un camino que la gobernadora empezó a transitar cuando desbancó al peronismo del poder provincial, hace ya más de un año.
Un primer logro de ese desafío auto impuesto fue dejar atrás la imagen cándida que transmitía cuando era una novedad política. Es obvio que Vidal no es esa “Heidi” de dibujo infantil que la oposición bautizó en plena campaña electoral (a Felipe Solá habrá que reconocerle ese derecho de autor), aunque en sus apariciones televisivas apele una y otra vez a un tono muy moderado, casi de lamento.
Sus recientes vetos a normas que aprobó la Legislatura, el manejo de la relación con el peronismo, la decisión de mantener la alianza institucional con Sergio Massa a pesar de la presión interna en Cambiemos, la pelea ganada por la Procuración, son algunos indicios de que la mujer trabaja cotidianamente para esculpir un perfil de peso propio.
Vidal ha logrado incluso revertir la percepción de sumisión respecto al poder central que impregnó a la gestión de su antecesor, Daniel Scioli, eternamente atado a los humores del matrimonio Kirchner. Y esto fue posible a pesar de que la gobernadora, como su ex colega peronista, también depende absolutamente de los fondos que le envíe la Casa Rosada para mantener las cuentas de la Provincia en orden.
La reciente polémica que afronta el oficialismo con las otras provincias y con la oposición en general por los 25 mil millones de pesos que cedió la Nación a las arcas bonaerenses, son prueba de esta dependencia objetiva.
Hace unos meses, Vidal fue ungida presidenta del PRO bonaerense, el partido amarillo que es la columna central de Cambiemos. Fue un empoderamiento formal y simbólico: oficialmente, ya nadie en el macrismo provincial está por encima de ella.
Paralelamente, consiguió una silla en un ámbito al que no había pertenecido del todo durante la campaña electoral de 2015. Se trata de la mesa chica donde se hablan las grandes decisiones del oficialismo nacional. Allí se sientan el presidente Mauricio Macri, el jefe de ministros, Marcos Peña y, de fuera del gabinete, el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta. No son muchos más.
Un dato no menor: hasta ahora, y aunque no ha trascendido demasiado fuera del mundo PRO, Vidal reconoce en Rodríguez Larreta a su gran mentor, un jefe político. Parte del proceso de construcción de su propio liderazgo provincial y, por ende, multidimensional supone pasar al porteño, como mínimo, a la categoría de un par.
En el vidalismo miran la historia reciente de la Provincia. Saben que el último jefe político indiscutido por propios y extraños, sin que esto signifique una valoración de su gestión, fue el justicialista Eduardo Duhalde. El ahora renovador Felipe Solá, cuya gobernación probablemente la historia califique con un aprobado, siempre tuvo encima la figura en ascenso de Néstor Kirchner, con quien mantuvo una relación buena y, si se quiere, bastante digna.
Vidal está dispuesta, dicen en su entorno, a seguir mostrando signos de carácter y a ejercer el poder. Luego de enero, se viene una definición muy importante que servirá para medir su nivel de osadía: deberá nominar al menos un integrante de la Suprema Corte de Justicia provincial, ante la retirada anunciada de Juan Carlos Hitters.
Pero además, y sobre todo, deberá ponerse el proceso electoral al hombro. Un triunfo de Cambiemos en Buenos Aires es tan importante para ella como para el Presidente.
Sabe Vidal que la marcha de la economía nacional, un resorte que no depende de ella, será definitorio para la voluntad del electorado. Pero también han evaluado en el gobierno, y de esto habló ella misma con Elisa Carrió la semana pasada, que en la Provincia el ítem “inseguridad” seguirá siendo una de las cuestiones principales que evaluará el votante. En especial porque Cambiemos -y ella misma- llegó al gobierno por la alta expectativa de cambio que generó respecto a esa situación, entre otras promesas de campaña. Aquella mesa chica del oficialismo también decidirá las candidaturas.
En el vidalismo saben, además, que más allá de la voluntad de Macri en 2019 un eventual triunfo de Cambiemos en Buenos Aires eyectará a Vidal a la categoría de “presidenciable” dentro del oficialismo. En un partido como el PRO, que aborda muchas lógicas políticas con una visión distinta a la de las fuerzas tradicionales e históricas, esto puede ser un dato importante.

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