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EL ADIOS A ANDRES DADAMIA

Dolor en Chacabuco por el asesinato del joven en Nicaragua

A un día de su último adiós, familiares, amigos, colegas y conocidos lloran a Andrés Dadamia, el joven oriundo de Chacabuco que murió hace una semana en Nicaragua tras resistirse a un intento de robo.

«Era una gran persona, extraordinaria», aseguraba ayer Edgardo, su papá, a poco de regresar del cementerio de Chacabuco, donde fue a realizar unos trámites que quedaban pendientes. «Tenía un rasgo tan humano que lo llevó a hacer todo lo que hizo», decía mientras se esforzaba para que a su voz no le ganara el llanto en declaraciones al diario Clarín.
Andrés tenía 27 años. El 4 de enero salió de Buenos Aires con su mochila cargada de expectativas y en los bolsillos todos sus ahorros. «No iba a usar ese dinero para ver las cosas como en una película, quería meterse adentro de cada sociedad», cuenta Edgardo. En la travesía lo acompañó su amigo -«hermano», así prefería describirlo-, Joaquín Marsiletti, con quien se fueron cuesta arriba y caminaron el mapa que tantas veces habían analizado sobre la mesa.
Así, recorrieron Bolivia, Perú y Ecuador. Según su papá, allí se separaron y siguieron itinerarios diferentes. «Él siempre se manejaba solo». En Colombia, Andrés convivió durante 20 días con una comunidad aborigen, donde aprendió a tejer pulseras «para venderlas y comer, no para ganar plata».
Así, con rebusques, se las ingenió para financiar el viaje que le permitió conocer la América latina profunda. «Fuiste para nosotros como el Che de los noventa», lo recuerda Roberto Saratasti, un amigo que consiguió en ese país.
Para cruzar de Colombia a Panamá subió a un crucero en el que pagó 100 dólares de los 350 que costaba el pasaje. La diferencia la cubrió con trabajo. Más tarde llegarían Costa Rica y Nicaragua, su destino final.
El 31 de julio, Andrés caminaba por las calles del barrio Martha Quezada de Managua, cuando tres hombres lo interceptaron y le exigieron sus pertenencias. Se resistió y le respondieron con un disparo en el rostro. «No nos interesa la persona que lo hizo, ni qué lo llevó a hacerlo», asegura Edgardo, quien dice no estar movido por «ningún ánimo de venganza». Tras tres días de agonía, el joven murió en el hospital Antonio Lenín Fonseca.
«Lo único que nos importaba era traerlo lo antes posible a Andrés», comenta Edgardo. Sus restos llegaron el sábado por la noche a Ezeiza por intermedia-ción de la embajada argentina en Nicaragua y la Cancillería.
Anteayer, una multitud de seres queridos le dio el último adiós en Chacabuco. Hacía varios años la había dejado para estudiar Ciencias de la Comunicación en la UBA, sólo le faltaba la tesis para recibirse –«era una deuda pendiente», cuenta Edgardo-. Acá vivía con su hermano Fernando, de 28 años. Florencia, la mayor, de 29, está embarazada de cuatro meses. Quienes se lo cruzaron en su trajinar cuentan que estaba orgulloso de que la familia Dadamia se agrandara.

Un militante

Su paso por las aulas -casi siempre con sus camisetas o buzos de River Plate, el club de sus amores- fue a la par de la militancia política. Trabajó en la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura porteña y fue vocal en el Instituto Espacio para la Memoria. Además, integró el área universitaria de Jóvenes por la Igualdad, de la Coalición Cívica. «Todo lo que él hizo nos ha dejado una gran felicidad», concluye su papá, con la voz un poco más entera.

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