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JUICIO ORAL EN JUNIN

El acusado habría apuñalado a Mónica Pagano por celos

Comenzó la declaración de los testigos por el crimen ocurrido en marzo del año pasado, en la ciudad de Lincoln. La madre de la víctima señaló que su hija “estaba saliendo con un joven”, mientras que la sobrina del imputado admitió que su tío “tenía una obsesión con ella y la quería sólo para él”.

La hipótesis de un crimen por celos comenzó a tomar cuerpo ayer, con las primeras declaraciones de los testigos, en el marco del juicio oral que se sustancia por el asesinato de Mónica Pagano y del que está imputado su esposo, Mauro Ernesto Romero. 

En la sala del cuarto piso del Palacio de Tribunales de Junín declararon, entre otros, familiares del acusado y la víctima, protagonistas de un trágico hecho ocurrido el 18 de marzo del 2010 en Lincoln.

En el hecho, que causó conmoción y estupor en la vecina comunidad linqueña, el hombre le asestó 25 puñaladas a la mujer, de quien estaba separado tiempo atrás, y con quien tenía tres hijos: un varón de 14 años, y dos mujeres de 12 y 10 años.

La audiencia se efectuó en el Tribunal en lo Criminal Nº 1, ante los doctores Miguel Angel Vilaseca, Karina Piegari y Claudia Dana; el fiscal Sergio Terrón y quien se desempeñaba en el 2010 como ayudante fiscal en Lincoln, Daniel Nicolai; y Silvio Acerbo, defensor oficial. 


El fantasma de los celos


La madre de la víctima, Mirta Arce, admitió que su hija “estaba saliendo con un  joven”, mientras que la sobrina del imputado, Tamara Llanos, reconoció que su tío “tenía una obsesión con ella”, declaraciones que comenzaron a abonar la hipótesis de los celos como móvil del crimen.

De todas maneras, en primer término prestaron testimonio José Malvassora, comisario inspector; Roberto Peralta, comisario; y Miguel Angel Seminara, fotógrafo policial.

También declaró el vecino Alfredo Oscar Godoy, quien había sido testigo del hallazgo del cuerpo de la víctima.


“Tenía una obsesión con ella”


Tamara Florencia Llanos, sobrina del imputado, declaró que había recibido mensajes de texto de su tío en su teléfono celular, diciéndole dónde estaba Mónica Pagano, que la fueran a buscar, que le había clavado el cuchillo en un ojo y una lapicera en el otro, y que además le había encargado que cuidara al hijo mayor de la pareja.

Sobre cómo era la víctima, explicó que “ella vivía para sus hijos, era estudiosa y excelente mujer”. Respecto de Mauro, su tío por parte de la madre, manifestó que si bien con ella había tenido buena relación, sabía que había hecho cosas malas, como simular secuestros, que se burlaba de su propia familia, que solía llamar a las 5 de la mañana drogado o borracho y que su madre (hermana del imputado) tenía que ir a buscarlo.

En cuanto a la relación entre Mónica y Mauro, dijo que “él tenía una obsesión con ella, la quería solamente para él. No quería que ella viviera feliz con otra persona y ella quería recomponer su vida después que se separó”, expresó la testigo. Según la opinión de Llanos, “lo hizo sabiendo lo que hacía”.

En cuanto a los motivos por los cuales la pareja se encontró el día de la tragedia, la testigo afirmó que “él la citó diciéndole que se iba a internar en un centro de rehabilitación de drogadictos”.


Otros testimonios


Durante la audiencia, también prestó testimonio la mujer que trabajaba en el motel donde Romero fue luego de matar a su esposa. Rosa Esther Casas manifestó que un hombre entró al motel y que luego se retiró en una moto, solo y sin pagar, y que aparentemente se había bañado en el lugar.

Asimismo, Carlos Francesquini, cuñado de la víctima, en pareja con una hermana de ella, narró que la noche del día del crimen recibió un mensaje de texto de su señora diciendo que no podían encontrar a Mónica. 

El testigo manifestó que había hablado con el imputado por teléfono para preguntarle dónde estaba Mónica, y que Mauro le respondió: “¿No la encontraron todavía?”, y que le describió el lugar donde estaba, a unos 500 metros del Parque San Martín, le aconsejó que no fueran ellos, pero sí la policía, porque lo que iban a encontrar era algo macabro. “La agujeree toda”, aseguró el testigo que el acusado había dicho en aquel momento. 


La madre de Mónica


Mirta Mabel Arce, la madre de la víctima, admitió que recordó que su hija trabajaba en un restaurante y en dos casas de familia, que también estudiaba, pero que tuvo que dejar por sus hijos, y que muchas cosas de la relación las supo cuando ella ya estaba muerta. Explicó que sus propios nietos le dijeron que el imputado le quitaba el dinero que ella ganaba, en forma indirecta, porque “los interceptaba en la calle y les pedía la plata que les había dado su madre”. 

Mirta Arce reconoció que antes de morir su hija “estaba saliendo con un joven”, pero que seguía viéndose con su marido, porque se llevaba a sus hijos, aunque aclaró que “los chicos no querían ir con el padre porque los maltrataba y los amenazaba”.

“Cuando se separó de él, mi hija vino a vivir conmigo, ella y sus chicos. Ella le llevaba los chicos para que los viera, porque yo no quería que él viniese a mi casa”, explicó.

Al recordar la noche en que desapareció su hija, recordó que cuando llegó a su hogar, estaban los tres hijos de Mónica llorando porque la madre no había llegado, que la llamaban por teléfono y no contestaba. 

“Fuimos a la policía a decir que mi hija faltaba de la casa, que había salido a verse con su marido, que él la había llamado para que firmase unos papeles ya que se quería internar en un centro de rehabilitación. En esa oportunidad los chicos también querían ir, pero ella les dijo que no, que cuando su padre se internara ella los iba a llevar y que, quizá fuera la última vez que los viera, sin saber que era ella la que no los vería más. A las 7.30 de la mañana del día siguiente recibí la noticia”, recordó la madre de la víctima.

Después prestó testimonio Carlos Javier Gil, empleado del hotel donde estaba alojado Mauro Romero antes de matar a su esposa. 

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