Federico Sáenz, el programador asesinado en su casa de Boulogne
Federico Sáenz, el programador asesinado en su casa de Boulogne
UN CRIMEN ESPELUZNANTE, FUERA DE CONTROL Y REFLEJO DE LA INSEGURIDAD

Trágico asalto a un programador en el norte del Conurbano bonaerense

Federico Sáenz, ahorcado con una soga por un ladrón que lo arrojó en la pileta de su casa de Boulogne, tenía 41 años. Conmoción total

Otra vez la inseguridad cruzó un límite. Como lo hizo tantas veces, aunque en este caso con una cuota de crueldad atroz. La historia, de final trágico, tiene como protagonista a un hombre de 41 años y a un asesino de sangre fría. Aunque también alcanza a la Policía y a la Justicia.

Todo sucedió en el norte del Conurbano bonaerense, más precisamente en la localidad de Boulogne, partido de San Isidro, donde tuvieron que sacar del fondo de una pileta de natación el cuerpo sin vida de Federico Sáenz, de profesión programador, quien fue interceptado en su casa de la calle Aguado N° 1251 por un delincuente, con quien luchó cuerpo a cuerpo por espacio de un par de minutos. Fue después de liberarse de las ataduras con las que había sido reducido y tratar de poner en fuga al ladrón.

Instantes antes, el agresor había reducido a la pareja de la víctima cuando la mujer lavaba su camioneta en la parte delantera de la propiedad, a la que accedió luego de saltar una reja del frente. Con llamativa agilidad, el asaltante la despojó de las llaves del inmueble, la dejó del lado de afuera y se metió en la finca con ánimo de llevarse distintos objetos de valor. Sin embargo, Sáenz le salió al cruce al darse cuenta lo que había pasado y ahí se desató un enfrentamiento que terminó de la peor manera.

Dicen que el programador, al lograr deshacerse de los nudos con los que el delincuente le sujetó las manos y los pies, volvió a posicionarse en el centro de la escena, que tuvo una pelea brutal. En esas circunstancias, el autor del ataque logró pasarle un cable por el cuello, que presionó hasta dejarlo sin respuestas. Después, lo dicho. Lo tiró al fondo de la piscina. Sin titubeos y a sabiendas de cuál era el resultado de esa acción criminal.

Si bien la pareja del programador alcanzó a llamar al 911 y una comitiva de agentes redujo al homicida en la cocina de la vivienda, ya era demasiado tarde. El hombre, que trabajaba para una empresa del exterior en la programación de apps y juegos para celular, llevaba dos vueltas de un cable HDMI en el cuello. Y pese a que le hicieron maniobras de RCP, no pudo ser reanimado. La autopsia arrojó que la causa de muerte fue “asfixia por estrangulamiento a lazo”, pese a que se cree que pasó varios minutos bajo el agua.

El acusado del homicidio, según se comprobó, contaba con al menos tres antecedentes en el departamento judicial San Isidro por delitos contra la propiedad: una por robo calificado de 2011, otra por una moto con pedido de secuestro de 2016 y la última por encubrimiento agravado, de 2018. Por estas horas, la pregunta que muchos se hacen es si el delincuente cumplió condenas por esas causas y, de ser así, si le concedieron algún beneficio liberatorio antes de llegar al final de la pena estipulada o si, por el contrario, más allá de sus reiteradas detenciones, “nunca pasó nada”, como suelen decir los vecinos tristemente habituados a este tipo de dramas en la Provincia de Buenos Aires.

La prevención delictual también juega un papel clave en el caso, ya que el Conurbano parece territorio fértil para los robos. A toda hora y, por todos los rincones de ese entramado urbano de características muy peculiares, se conocen hechos de inseguridad. Y una buena parte filmados como en un Gran Hermano por las cámaras de monitoreo público o domiciliarios.

Una fuente con acceso a la pesquisa indicó que se tendría acreditado, a partir de una serie de videos, que el ladrón actuó solo. Ahora se le abrió una imputación por “tentativa de robo y homicidio agravado criminis causa”, es decir, matar para ocultar otro delito y lograr la impunidad, que prevé como única pena la prisión perpetua.

Dolor infinito

Un sobrino de Sáenz dijo ayer que su tío era “la persona más buena que podías conocer, alguien a quien era imposible desearle el mal”. El joven agregó que la víctima “actuó en defensa de las sobrinas, que estaban en la casa”, porque “ellos habían acordado que si pasaban una situación así no se resistiría a un robo”.

Por su parte, un frentista destacó que, por lo que escuchó, el delincuente estaba “muy drogado” y que momentos antes del asalto otra vecina había visto a un sospechoso merodear la zona. Respecto al dato de que el autor del hecho estuvo merodeando el barrio, contó: “Una vecina que venía de hacer ejercicio vio a un tipo llamativo y le avisó al custodio que empezó a caminar para seguirlo. El tipo desapareció y después volvió.”

Los mismos voceros agregaron que la pareja no tiene hijos, pero sí estaban en la casa dos sobrinas de 8 y 11 años, a quienes, según lo que contaron luego las niñas, el ladrón también amenazó y les dijo que se quedaran encerradas en su cuarto, porque quería “robar una bicicleta”. Nada más alejado de la realidad. Al lugar llegaron móviles de la comisaría tercera de Boulogne y, de la Patrulla Municipal de San Isidro, todo bajo conocimiento de la fiscal María Paula Hertrig, quien ya indagó al acusado, aunque se negó a declarar.

 

 

 

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