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JOSE LUIS GOMEZ, VICTIMA DE UN SANGRIENTO ASALTO EN BARRIO BELGRANO

“No me dio oportunidad a nada, sólo disparó”

El 8 de octubre último, tres malvivientes ingresaron a su domicilio. Forcejearon, y uno de ellos le pegó tres “balazos” a quemarropa. Acompañado por su familia, que también sufrió el atraco, da detalles del drama que le tocó vivir.

José Luis Gómez vivió en la mañana del 8 de octubre último, una verdadera temporada en el infierno. Eran las 8.30 cuando escuchó ruidos extraños en su casa, situada en la calle Dorrego, entre Tucumán y Rioja, en el barrio Belgrano, a 200 metros de la Comisaría Segunda.
Inmediatamente fue a ver qué ocurría, cuando se encontró con un delincuente armado y con el rostro cubierto que le exigía “80 mil pesos” a su abuela.
“No tengo dinero, soy una pobre jubilada”, repetía la anciana, ante el requerimiento nervioso de uno de los asaltantes.
“Jamás pensé que podía ser un robo”, relató Gómez, ayer, en una entrevista con DEMOCRACIA. “Me levanté furioso, y dije ‘¡qué está pasando acá!’, hasta que vi a un individuo armado. Me defendí, y cuando estaba dominando la situación apareció el otro delincuente y me pegó tres tiros”, hilvanó Gómez, en medio de un cúmulo de imágenes borrosas.
“Los médicos me dijeron que cuando recibís un disparo, muchos recuerdos se evaden”, se excusó. Y agregó que esta fue la tercera vez que es víctima de un robo, aunque nunca había sido con tanta violencia.
“Una vez que los delincuentes escapan, me miro y me pregunto ‘por qué me está saliendo tanta sangre de la pierna’. Ahí comprendí que me habían disparado, y todo se transformó en un caos”, rememoró.
“Yo pago los impuestos, que vienen con elevadas tasas por seguridad, y vienen y me roban. Mi único delito es trabajar”, deslizó el baleado.
Hasta antes de sufrir este robo, la familia había vivido algunos episodios de intentos de intrusión por los techos. “Sentíamos las pisadas en las chapas, llamábamos a la Policía, pero cuando llegaba, los ladrones ya no estaban”, contó Gómez. “Cómo puede ser que gente tan peligrosa se maneje libremente”, se preguntó.

Hospital

Gómez recibió tres impactos de bala de una pistola 9 milímetros: uno en el brazo derecho, otro en la pierna izquierda (el proyectil entró y salió sin dañar el hueso ni las arterias principales), y un tercero en el pie, que debió ser extirpado a través de una operación quirúrgica.   
“Estuve en la Sala de Emergencias del Hospital Interzonal, me operaron, pero ningún día tuve la visita de un médico, ni siquiera me cambiaron las sábanas. Tuve que llamar a la Policía para que vinieran los médicos. Me sentí muy despro-tegido”, lamentó.

Miedo


A raíz del violento atraco, los Gómez cambiaron toda su rutina. “Pusimos cámaras de seguridad, no sólo por temor a sufrir nuevos robos, sino también para que cuando el comisario dice que patrulla, mostrar que en verdad no lo hace”, afirmó. Y añadió: “Creíamos que nuestra casa era más segura”.
“No me dio oportunidad a nada, sólo disparó; no le importó nada. Tenía la mente fría”, consideró. “El que me baleó está preso, y los otros dos están prófugos”, señaló.

Disparos

Los ladrones ingresaron primero a la casa del tío de José Luis, Jorge Oscar Gómez (53), a quien los malvivientes ataron e intimaron a que les entregase el dinero. Una vez cumplido ese primer objetivo –en principio exigían 100 mil dólares, pero luego bajaron a 80 mil pesos, aunque en la casa no había esa suma- pasaron a la casa de atrás, donde vive José Luis con su familia.
“Mientras estaba atado, escuché los tres disparos y cerré los ojos, pensé lo peor” dijo Jorge. Y resaltó: “José Luis corrió a los delincuentes con los tres tiros en el cuerpo, todo ensangrentado. Nos salvó a todos”.
“Uno no está preparado para este tipo de cosas, fuimos violentados, nos pusieron el arma en la cabeza, hirieron a mi sobrino. Somos gente de trabajo. Después hablan de los derechos humanos. Lo único que tenemos es un pedazo de tierra, vivimos en Junín desde hace más de 100 años, no nos vamos a ir”, soltó Jorge, con los puños cerrados y mucha impotencia.
“Uno se siente solo. La Policía al segundo día dejó de patrullar”, remarcó el herido.
Un cartel, hecho por la familia de José Luis, colgaba ayer en una de las paredes de la casa: “Fuerza valiente”, rezaba.
“Acá estuvo la mano de Dios”, afirmó la mamá de José Luis, Lidia Burgos de Gómez, con lágrimas en los ojos.

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