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Crónicas de homicidas y asesinas

En las crónicas policiales, sobre todo en el ámbito periodístico, se suelen emplear los términos homicidio o asesinato como si se trataran de sinónimos. Y aunque en el lenguaje común su uso no difiera demasiado, para la terminología jurídica el significado real es distinto.
Su interpretación y diferencia radica en que si bien tanto uno como otro definen a alguien responsable de causar la muerte de otra persona, el asesino lo hace con alevosía, ventaja o premeditación, mientras que para el homicida no es necesariamente así. Si alguien mata en defensa propia –o legítima defensa- ciertamente es un homicida.
Para sintetizar, no todo homicidio es un asesinato aunque todo asesinato es un homicidio.
Efectuada la pertinente aclaración -que resulta de real importancia- es interesante recorrer la historia criminal en Junín durante los últimos 27 años para determinar la  participación de mujeres en homicidios y asesinatos.
Sólo el 9,17 % de los crímenes fueron cometidos por el sexo femenino, tanto como autoras o bien como de partícipes en sus diferentes formas.
El ataque a Nayra Cofreces, las madres que por violencia o abandono terminaron con la vida de sus hijos, las víctimas recurrentes de violencia de género que  un día dijeron basta, el asesinato de José Luis De Felice, la participación femenina en un homicidio en ocasión de robo y el asesinato de Jorge Figueredo son parte de la historia criminal de la ciudad, con rostro de mujeres.

Emocion violenta
Mariela tenía apenas 33 años y vivía junto a sus hijos y pareja, en una humilde vivienda de la calle Jorge Newbery 683. Pasado el  mediodía de aquel 29 de julio de 2005 y tras incidentes que quedaron plasmados durante el desarrollo del juicio oral, descerrajó un disparo utilizando una “tumbera” y terminó con la vida de su concubino, Pablo Heredia.
La convivencia de la pareja estuvo siempre marcada por desavenencias y actos violentos y así lo entendió la Justicia
Para el Tribunal Oral Criminal, el 19 de junio de 2007 la mujer actuó en estado de emoción violenta cuando mató a su pareja y por ese acto la condenó a cumplir con una pena de un año y seis meses.
Cuando se dictó el veredicto, entre la muerte del hombre y la resolución judicial transcurrieron un año y once meses, tiempo durante el cual la homicida estuvo privada de su libertad, alojada en comisaría o con detención domiciliaria.
Tras el fallo, la mujer pudo regresar a su casa, para reunirse con sus cinco hijos ese mismo día.

“Me cansaste”
Entre los vecinos de la calle Trabajadores Argentinos al 1300 pocos ignoraban que la familia de Juan Domingo Quintana sufría en forma recurrente situaciones violentas protagonizadas por ese hombre corpulento, integrante de las filas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Lo mismo sucedía con actores de organismos de servicios sociales, que fueron alertados varias veces por la situación.
Tal vez Analía no pudo, no supo o no encontró una salida al calvario que el destino le puso por delante. Así llegó la lluviosa mañana del 7 de febrero de 2011.
Mientras sobre la ciudad se desató una típica tormenta de verano, muy temprano, el sueño de los habitantes del lugar se interrumpió con el sonido de tres detonaciones producidas por un arma de fuego.
A partir de ese momento todo fue confusión: móviles policiales, funcionarios judiciales, personal de Científica y una morguera. La muerte del policía jubilado se generó como consecuencia de un exceso en la legítima defensa y la condena que recibió su esposa, autora de los disparos, fue de dos años en suspenso.

Mujeres asesinas
La historia cambió su mirada frente a otras dos muertes violentas de los últimos años, causadas por mujeres.
Una de ellas, relacionada con José Luis De Felice, ultimado a golpes por su pareja y madre de un hijo, presuntamente en la casa que ocupaban en la Laguna de Gómez. Si bien la Justicia halló pruebas y por ello condenó a Susana Vega, tres aspectos relacionados con el asesinato no pudieron probarse. Faltante de dinero, lugar del crimen y la posible participación de terceros, ya que el cuerpo de la víctima apareció cubierto con una pileta de lona en un monte del Cuartel Quinto, a la altura del kilómetro 254 de la Ruta Nacional 7, traslado que una sola persona difícilmente pudo haber hecho.
La brutalidad del ataque, el número de agresores y la metodología empleada resultaron puntos en común a la hora de referirnos a los asesinatos de Jorge Figueredo y Nayra Cófreces. Al hombre de 43 años lo mataron una madre y sus hijos, a la adolescente de 17, dos hermanas.
Estos casos, lógicamente, fueron caratulados como asesinatos.

Precisiones y estadísticas

Hasta el año 1998 –el análisis se inició en el `88- no se registraban en Junín crímenes cometidos por mujeres. Para la Justicia, el primero que contó con la participación de una persona de sexo femenino fue cuando ocurrió el homicidio en ocasión de robo en avenida Benito de Miguel, en la firma Allegretti, que terminó con la vida de un conocido ajedrecista, Manuel Herrera.
De allí en adelante y hasta el 2010,  los registros hablan de una muerte violenta cada cinco años, lo que equivale al 11% por cada etapa. Pero es indudable que el nivel de violencia creció en la sociedad y esa conducta se trasladó a todos los órdenes, situación que llevó a que en los últimos cinco años se contabilizara el 44% de los hechos.
También el 44% de las víctimas fueron asesinadas a golpes mientras que en el 33% se emplearon armas de fuego. Un dato revelador es que ninguna de las mujeres homicidas o asesinas usó armas blancas.
Vale acotar que en el rango establecido quedaron excluidas las muertes de Evelyn y Micaela Pagano, las niñas de apenas dos años y medio, cuyos cuerpos fueron encontrados por su madre, en una precaria vivienda de Primera Junta, la mañana del viernes 6 de agosto de 2010.
Fueron las contradicciones de la mujer de 29 años, el abandono y el resultado de las autopsias los elementos que volcaron la balanza en aquella investigación que llevó adelante el hoy jubilado fiscal, Roberto Rodríguez.
Las edades de víctimas y victimarias es otro punto para considerar. Las personas asesinadas fueron en un 33,33 %, infantes; el 22,22 tenía entre 21 y 40 años y el 11,11%% entre 15 y 17, 41 y 50,  51 y 60 y 71 y 80 años.
En cuanto a las victimarias, el 41,66% tenía entre 21 y 30 años mientras que el 16,66 %  entre 15 y 17, 31 y 40 y 41 y 50 años. Sólo el 8,33%, entre 18 y 20.
De la relación entre homicidas y asesinados, el 66,66% pertenecía al ámbito familiar y el 33,33 % a cercanía interpersonal.
Y finalmente, las viviendas como lugar en el que se producen los conflictos entre madres e hijos o parejas. En la vía pública se dirimieron los interpersonales –22,22%- y una empresa cuando se trató de homicidio en ocasión de robo.

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