CREADORA DEL MUSEO PALEONTOLÓGICO "EL LEGADO DEL SALADO"

Marcela Torreblanca: “Busco que la gente valore su propia historia”

Profesora de Biología, se dedica a la recolección de huesos y fue la promotora de un espacio para su exhibición. Reconoce que todavía hay mucho trabajo por hacer, pero se muestra satisfecha por lo logrado hasta el momento.

Marcela Torreblanca nació en O’Higgins, donde cursó su escolaridad. Cuando terminó, pensó en seguir la carrera de Veterinaria en Rosario, pero por dificultades personales y económicas no pudo hacerlo.
Entonces se vino a Junín a hacer el Profesorado de Bilogía. “Pude venir a estudiar acá gracias a una tía y una prima que me bancaron, además, una cooperativa agropecuaria de O’Higgins que ya no existe más, me dio una beca”, explica.
Además del Profesorado de Biología, aquí también hizo el Magisterio y la carrera de Psicopedagogía.

De la informática a los huesos
Antes de recibirse, Marcela se interiorizó en el lenguaje de computación Logo –algo que era muy nuevo en aquel entonces– y luego de capacitarse en el tema, se incorporó de la Asociación de Amigos de Logo y llegó a dar cursos para docentes en la UBA.
A partir de estos conocimientos, trabajó en informática en el jardín del San Jorge, donde desarrolló “un programa que ayudaba a trabajar con los chicos el método de Emilia Ferreiro para la lectoescritura”. Posteriormente, trabajó en distintos proyectos de informática en el primario del Colegio Marianista.
Torreblanca recuerda que por esos días de 1997 “fue cuando se encontraron en el Río Salado los restos que ahora están en el Museo Histórico”.
Aprovechando ese descubrimiento, hizo un trabajo sobre el tema con sus alumnos y armaron una página web –que en esa época era muy raro– y lo mandaron a la Asociación Paleontológica.
Ahí nació su afición por la paleontología: “Yo siempre leí mucho sobre el tema, a Darwin, Ameghino, y el hecho de haber hallado esos fósiles en Junín despertó mi interés. Acá se había encontrado la cabeza completa de un arctotherium y una cabeza de un megaterio, que entonces no se sabía que era, y que fue reconstruida por el paleontólogo Alfredo Carlini. A partir de la página web que había armado, me contacté con paleontólogos muy reconocidos”.
Paralelamente, hizo la Licenciatura en Enseñanza de la Biología.

Trabajo paleontológico
Cuando se abrió el Profesorado de Biología Marcela formó un grupo de alumnos que la siguieron “en este tema de rescatar cosas”.
Según dice, esta búsqueda era constante: “Con mi marido íbamos de picnic o a pescar y, como hobby, nos poníamos a buscar. Así aparecían las cosas. Por ejemplo, en el año 2000 encontramos la cola de un doedicurus que era enorme”.
En el año 2003, cuando fue la canalización del Salado, pidió que hubiera un paleontólogo ante la posibilidad de que aparecieran cosas, “pero la empresa no quería porque tenían miedo de que le pararan la obra”. Por eso iba ella con quien la acompañara “para rescatar lo que se podía”.
Lo rescatado era llevado al Museo Histórico, hasta que en el lugar no hubo más espacio. Así nació la idea de tener un lugar propio. Y si bien el grupo nació en el año 2004, el museo “El legado del Salado” recién se inauguró en 2010.

El museo
En el museo El legado del Salado, que funciona en un espacio cedido por el Colegio Normal y abre al público los sábados a la tarde, hay huesos de muchos animales, como explica Torreblanca: “Ahí tenemos, por ejemplo, muchos restos de un animal típico de esta zona que se llama macrauchenia, y es en el único lugar donde hay tanto material: tenemos partes de cráneo, dedos, patas y demás. También hay doedicurus, que es como una mulita grande como un ‘fitito’, y de él tenemos mucha cantidad de placas, que son las que cubren su caparazón. Lo último que se encontró, muy interesante, son restos del tigre diente de sable, que se suponía que había en esta región, pero nunca se había encontrado nada”.
Eso y mucho más, al margen de todo el material que todavía no está inventariado, como una mandíbula que fue enviada a La Plata para su estudio, ya que aún no se pudo determinar si corresponde a un megaterio chico, o si es de otra especie que no se conoce.
Este museo depende de la asociación Paleo Junín y cuenta con escaso apoyo, aunque aclaran que el Consejo Escolar hace su aporte para el mantenimiento y los arreglos del lugar. “No tenemos un apoyo oficial o un subsidio que nos permita funcionar como museo –se lamenta Marcela–, porque los que hacemos esto vivimos de otra cosa y no tenemos tanto tiempo como para dedicarle. La idea es poder tener en un futuro un museo de paleontología con todos los materiales, en donde se pueda hacer investigación y demás”.

Balance
Después de tanto trabajo, y más allá de lo que aún resta hacer, Torreblanca se muestra satisfecha por lo logrado: “Para mí es una satisfacción personal el hecho de haber tenido gente que me siguiera en esta iniciativa, a pesar de las dificultades que tuvimos para ponerlo en marcha. Y en lo educativo, busco que la gente valore su propia historia y aprender para preservar y conservar el medioambiente. Yo voy muy seguido al Río Salado y es una zona muy bella para caminar, para pasear, un lugar con mucha paz”.