Desde siempre, Oscar Rosso fue un gran admirador de Tita Merello, a la que veía en el cine cuando era chico y a quien anhelaba conocer.
En una oportunidad, Tita vino a Junín con la obra “Tu cuna fue un conventillo”. Sabiendo la devoción que Rosso sentía por la Merello, el empresario Juan Carlos Gerosa le organizó una sorpresa, que él mismo cuenta: “Al mediodía, el día que iba a ser la obra, me invitaron a comer a un restaurante. Entonces nos sentamos en una mesa en la que había dos o tres platos más y, de repente, por la puerta aparece Tita, se acerca y dice en voz bien alta: ‘yo voy a comer al lado de Rosso y si no, me voy a otro restaurante’. No lo podía creer, me dio una emoción muy profunda, porque era algo que había soñado toda mi vida. Me paré y ella me dijo ‘abrazáme, que podés ser mi hijo’. Fue un momento único. Estuvimos comiendo y charlando hasta las 3 de la tarde. Esas son las satisfacciones que la vida te va dando”.
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