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PERSONAJES DE LA CIUDAD

Luis Lanare: “La meteorología es mi modo de estar en contacto con la gente de Junín”

Referente casi exclusivo en materia climatológica a nivel local, en esta entrevista repasa su historia personal y describe el recorrido profesional que lo llevó a ser una voz autorizada a la hora de entender los caprichos del tiempo.

El conocimiento en la materia y la desenvoltura y precisión que exhibe en cada explicación hacen de Luis María Lanare una voz autorizada a la hora de responder a cuestiones climáticas.
De hecho, hace al menos un par de décadas que es el único hombre al que acudir cuando es necesario saber cuánto durará un temporal, en qué plazo se puede llegar a romper una sequía o a qué se debe el hecho de que las temperaturas rompan récords históricos en Junín y la zona, entre otras consultas.
Es, dicho en pocas palabras, un referente en lo suyo. Pero poco se sabe acerca de sus orígenes, de su formación y de cómo llegó a convertirse en jefe de la estación meteorológica local, cargo que ostenta hace 29 años.
Mano a mano con Democracia, este hombre que posee en su poder los registros históricos de todos los datos concernientes a calores, fríos, vientos y precipitaciones en esta región, reveló la parte menos conocida de su biografía.  

Los orígenes

Lanare nació en 25 de Mayo en el año 1946, en el hogar conformado por Deolindo Luis Lanare y Elena Aurora Solari, donde también crecieron sus tres hermanas.
“Mi padre trabajaba en la Fuerza Aérea como auxiliar de pista, luego fue destinado a Junín y se jubiló estando en esta ciudad. Mi madre era ama de casa”, comenzó recordando el entrevistado.   
El meteorólogo permaneció en su ciudad natal hasta los seis años, momento en que por el trabajo de Deolindo todos se tuvieron que trasladar a suelo juninense. Corría el año 1952. “Nuestro hogar era un chalet que todavía se encuentra dentro del aeródromo Junín. Arranqué la primaria en la escuela 32, un establecimiento rural que estaba a unos seis kilómetros del predio aeronáutico juninense. Luego me cambiaron a la escuela 41 y más tarde a la 18, donde terminé esa etapa educativa”, continuó evocando el protagonista.
El paso por el secundario fue parcial, puesto que no llegó a concluir los cinco años de estudio. “Lo arranqué en el ex Colegio Nacional, me pasé luego al ex Comercial y abandoné para arrancar en la aviación”, comenta.
Lanare asegura que desde ese entonces “ya estaba enloquecido” por los aviones y todo lo que tuviera que ver con la actividad aérea. “Mis padres me inculcaban que siguiera con el estudio, pero decidí dejar cuando me ofrecieron un contrato para trabajar en el área de comunicaciones de la Secretaría Aeronáutica. Después vino la posibilidad de entrar rama de aerología. La tarea consistía en lanzar globos al espacio para tomar viento en altura y se hacían sondeos aerológicos dos veces por día. Yo hacía la medición de ascenso de cada globo que se lanzaba hasta una altura de entre tres mil y cuatro mil metros”, explica.
Hacer ese trabajo requería un conocimiento básico que ya Lanare ya había adquirido en el Servicio Meteorológico Nacional, donde desarrolló sus primeras actividades como meteorólogo en el primer mundial de vuelo a vela que se llevó adelante en el Club de Planeadores local, en 1963. “Ahí me tocó estar con un grupo de gente de Junín y de Buenos Aires para cubrir la competencia”, señala.
Respecto de esa etapa de su vida agrega que “por el roce con otros compañeros más experimentados en los asuntos de la climatología y la realización de un curso a distancia, ya tenía bastante clara la mecánica de trabajo”.

El ascenso

El 1º de enero de 1966 lo nombraron observador de superficie y en 1985 fue designado jefe de la estación meteorológica de Junín.
“Esto conlleva una gran responsabilidad porque se debe informar en forma directa todo lo que vislumbra el observador, ya que todos esos datos van a ser volcados en los distintos mapas elaborados por el servicio meteorológico nacional. Más complicado fue en mis primeros tiempos,  dado que no se contaba con tanta aparatología como ahora y entonces se confiaba más en las percepciones del observador”, aclara Lanare.
Sobre ese mismo punto indica que “nuestra función requiere de una máxima concentración porque la información que recibimos del medio ambiente deben ser codificadas con la mayor precisión porque hoy más que nunca la gente está pendiente del tiempo”.  

Los cambios climáticos

“El clima ha sufrido ciertos cambios. Si bien yo no soy un especialista que pueda explicar las razones de esa variante, estoy seguro que, como dice mucha gente, inviernos y veranos eran los de antes, en el sentido de que cada estación duraba lo que tenía que durar y no había un corrimiento de las temperaturas. Es decir, llegar a abril con más de treinta grados era algo impensado para esta zona. A través del tiempo se empezó a notar un desfasaje”, reconoce Lanare.      

Puede fallar

No hay ciencia infalible y la meteorología, como todas las disciplinas puede fallar. A propósito, Lanare relata una anécdota de las muchas en las que el pronóstico les jugó una mala pasada a él y a quienes siguieron su consejo. “Recuerdo que siendo observador de superficie, nos tocó el caso de errar el pronóstico después de haber sido consultados por un productor rural que estaba preocupado queriendo saber si el tiempo iba a estar bueno para empezar a cosechar o no. Este hombre nos pedía siempre reportes y nosotros le dábamos las perspectivas para los siete días siguientes. Esa vez, hizo la pregunta de siempre y se le respondió que por una semana el cielo iba a estar despejado y que no se avizoraban precipitaciones. Ese mismo día comenzó con la recolección del trigo y al día siguiente llovieron 127 milímetros”, rememoró con una sonrisa.
No obstante, ya con mirada seria y ojos emocionados sostiene: “La meteorología es todo, es aquello que me da la satisfacción de estar orgulloso y contento de lo que hago, porque lo tomó como un servicio a la comunidad”.

Los herederos

En paralelo a su labor profesional, Luis Lanare constituyó su propia familia y tuvo tres hijos varones, dos de los cuales están siguiendo sus pasos. El mayor, Luciano, es profesor de Historia; el segundo, Diego, que es quizás el más conocido por haber sido arquero profesional de Sarmiento y en este momento está haciendo el curso de meteorología, y el tercero Guillermo, que en la actualidad se encuentra en La Plata estudiando y también se dedica a esa ciencia. 

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