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PERSONAJES DE NUESTRA CIUDAD

Rosa Lanfranco: “Los libros me ayudaron en un momento muy difícil de mi vida”

Reconocida por su extensa labor como docente y comercial, la popular “Bochita” asegura que la lectura fue su salvación cuando tuvo que encarar una compleja operación de piernas y no sabía si iba a volver a caminar. “Leer me ayudó a no pensar en nada”, confiesa.

El Rosa María que eligieron sus padres cumple un rol casi decorativo en el documento de “Bochita” Lanfranco. De hecho, pocos en Junín la conocen por su identidad oficial.

Ese apodo que le fue adjudicado en su infancia y que ni ella recuerda por qué, se convirtió por fuerza el auténtico nombre de esta mujer nacida en esta ciudad hace 69 años, que ejerció la docencia y se hizo conocida como alma mater de “La Mosca Loca”, una histórica librería que conserva su vigor y vigencia en su tradicional local de Roque Sáenz Peña 196.

Lanfranco tiene su casa a escasos metros del negocio. Allí fue donde nació, producto de la unión de José Lanfranco, de profesión joyero, y Alexandra Novicoff, una descendiente de ucranianos que ayudaba a su marido en la actividad comercial. “Mi mamá tiene 96 años, gracias a Dios todavía la tengo conmigo”, cuenta con felicidad “Bocha”, en el inicio de la entrevista con Democracia.


De los números a las letras


“Bochita” cursó los estudios primarios en la Escuela Nº1 y los secundarios en el por entonces Colegio Comercial. “Tenía muy buenas notas”, afirma.

Terminado el nivel de educación media, sus deseos estaban puestos en iniciar la carrera de contadora en Buenos Aires, pero sus padres no la dejaron y tuvo que ponerse a pensar en una segunda opción. No le costó mucho tiempo decidirse, aunque lo llamativo fue que la nueva carrera apuntada era casi antagonista de su elección original, dado que ahora el objetivo estaba puesto en conseguir el título de profesora de Literatura Castellana y Latín. Es decir que pasó sin escalas de los números a las letras.

Lanfranco aclara: “Siempre me gustó leer. En casa se leía muchísimo, tal es así que había tres bibliotecas y nosotros siempre estábamos con un libro en la mano”.  

Cursó y se graduó en el Instituto Superior del Profesorado y enseguida comenzó a ejercer en distintos establecimientos locales y de la zona (arrancó en el Instituto Nuestra Señora de la Guardia, de Baigorrita), actividad a la que le dedicó tres décadas.


El origen de “La Mosca…”


Para esos años todavía no existía “La Mosca Loca”, la criatura de Lanfranco en términos comerciales. El negocio fue inaugurado en 1972, con sede al lado de lo que hoy es la mega galería de Naldo Lombardi -sobre calle Sáenz Peña- y no era una librería. Pero la protagonista lo cuenta en detalle: “En ese momento se vivía una fuerte onda ‘beat’ que nació con ‘Los Beatles’ en Inglaterra y recaló en Buenos Aires, sobre todo en la galería del este. Allí mi cuñada tenía un negocio llamado ‘Galup’ y vendían regalos muy exuberantes y posters de galanes y actrices del momento, que eran una novedad en la Argentina. Entonces me sugirió que pusiera un negocio y vendiera esos productos en Junín”.

“El dueño del local donde abrimos era Atilio Masa, que me prestó la estructura hasta que lograra venderlo. Así que trajimos los primeros posters y tarjetas de cumpleaños impresas a esta ciudad. A eso le agregamos ceniceros y otros objetos hechos por artesanos y empezamos a vender”, recuerda Rosa María. 

En cuanto al nombre para bautizar el emprendimiento, la entrevistada afirma que no hizo falta una búsqueda sesuda ni mucho menos. “Se le ocurrió a Miguel, mi marido. Dijo: ‘Este negocio es para hacer guita, así que vamos a ponerle La Mosca Loca’”.


La incorporación de los libros


Pero el gran golpe de efecto camino al éxito comercial fue la incorporación de libros a la vidriera. Bocha asegura que el proyecto librería no existía y que nació como quien no quiere la cosa.

“De casualidad, fui a comprar posters a una librería que se llamaba ‘Del Candil’, en calle Montevideo, entre Santa Fe y Arenales. Su dueño era Miguel Schapire, que en la actualidad es un bacanazo total y con una influencia importante en Punta del Este. Ahí él nos sugirió la idea de que incorporáramos los libros. Nos hizo contacto con las mejores editoriales y nos llenó el auto de best seller. Para ese entonces teníamos que abandonar el lugar en el que habíamos arrancado y le alquilamos al doctor José Rossi Anastasi el sitio donde estamos ahora”, rememora Lanfranco. 

Con esa mudanza a un espacio más amplio, se le hizo más fácil introducir todos los libros que había conseguido gracias a la mano de Schapire, quien le abrió las puertas de editoriales como Atlántida, Emecé, Sudamericana y muchas otras. “Eso me sirvió para toda la vida, porque hasta el día de hoy me envían la mercadería sin necesidad de que pague todo, sino lo que vendo.  Nos mandaban los ejemplares a los negocios, entonces tuvimos que hacer nuevas estanterías. Algunas editoriales se fundieron pero aparecieron otras, otras se fusionaron y la venta se renovó de una manera tal que la clientela viene cada vez más”, explica.

Ahora, ¿cuál es el misterio de permanecer vigente tanto tiempo, inmune al cambio de generaciones y con una competencia que se fue tornando cada vez más numerosa y efectiva? ¿Existe alguna fórmula? Rosa opina que “el secreto estar en conocer más que los títulos, la trama y los gustos de la gente”. “Y si alguien no es asiduo concurrente al lugar, yo lo interrogo un poco y enseguida me doy cuenta para qué lado va”, asegura.     


La mujer de Borges en casa


“Bochita” fue la promotora de que Junín recibiera varias visitas de lujo, todas ellas vinculadas obviamente al campo cultural y, en particular, al mundo de las letras.

Entre esas personalidades que arribaron de su mano a esta ciudad se encuentra el nombre de María Kodama, quien fuera mujer de Jorge Luis Borges.

“Hemos traído escritores a Junín y hasta han estado en mi casa. Por ejemplo, yo la tuve cenando en mi mesa a María Kodama, y aunque ella no consume carne esa noche comió una pata de pollo asada por mi marido”, evoca con gracia. 

Respecto de ese punto aclara que todo fue a colación de un episodio trascendente ocurrido años antes: “Mi marido tenía una revista que se llamaba ‘Expresión’. Una vez vino Borges a dar una conferencia y mi esposo le hizo una nota. Después lo llevaron a la calle Coronel Borges y le sacaron una foto donde se lo ve señalando el nombre de la esquina con un bastón. A partir de ese episodio escribió el poema a Junín.  Por eso

ella quería venir para conocer los lugares donde estuvo Borges acá. Se conectó a través de una parienta nuestra, luego la llamó a mi hija, que le dio nuestra dirección y acá la recibimos. Dio una charla sobre Borges en el museo y aunque paraba en un hotel, pasó mucho tiempo con nosotros en mi casa. También fuimos huéspedes de Rodolfo Braceli, Eduardo Sacheri (creador de “El secreto de sus ojos”) y Santiago Kovadloff”, describió.


Los libros, su vida


Calcular cuántos textos leyó “Bochita” a lo largo de su vida no es empresa fácil. Sin embargo, ella se le anima a una cuenta que aparenta bastante precisión. “Leo un libro cada cuatro días, o sea que son unos noventa al año. Si a eso lo multiplicamos por cuarenta y dos años de comercio, son más de 3.700. Igual, yo había empezado antes con la lectura, así que debo haber superado los cuatro mil”, estimó orgullosa.

A propósito de esa ligazón con las obras escritas, cuenta una anécdota que la grafica como ninguna: “Estuve internada dos meses en el instituto Mater Dei por una compleja operación en mis dos piernas, que en realidad terminaron siendo dos intervenciones tremendas.  Duraron más de ocho horas cada una y no sabía si iba a caminar. Esos días a mi me salvaron los libros, porque lo único que hacía yo en vez de pensar en lo que me estaba pasando en los que me podía llegar a suceder era leer. Leía a cualquier hora con tal de no pensar”, expresa emocionada. 


Su familia


Rosa María está casada desde hace 47 años con el juez Miguel Sainz. “Él dice que nos conocemos de toda la vida, pero no es verdad porque yo tengo siete años menos que él”, bromea. 

De esa unión nacieron una hija y dos hijos, pero la descendencia continuó y hoy la protagonista tiene cuatro nietos. “Son muy chiquitos todavía, no sé para qué lado van a agarrar cuando terminen el colegio. Pero eso sí, libros nunca le van a faltar”, afirmó sonriente. 

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