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PERSONAJES DE NUESTRA CIUDAD

Gustavo Freda, casi un campeón mundial que colgó los guantes para ser constructor

Nacido en una cuna humilde del barrio Villa Talleres, hizo una carrera como boxeador que lo llevó a pelear por el título del mundo en Italia. Pero perdió y nunca más se subió al ring. Eligió aprovechar la bolsa ganada en ese combate para introducirse en el rubro inmobiliario. Hoy, con varios departamentos de su propiedad, vive tranquilo y aunque es joven ya sueña con una jubilación sin sobresaltos.

La vida tiene esas cosas. Vericuetos que se nos aparecen a medida que la vamos transitando, que nos ponen ante la disyuntiva de continuar por ese sendero, que detrás de sacrificios puede esconder alguna gloria, o retroceder y buscar una vereda alternativa, más llana, que al final del camino nos deje grandes historias para contar.
Sin dudas, Gustavo Freda entra en el grupo de los que deciden caminar hacia delante sin temor a ser vencidos por el desafío que se posa ante sus ojos. La vocación de este personaje fue y es “pelearla”, en el sentido literal de la palabra.
Nacido en Junín en el año 1968, Freda conoció de adolescente su amor por el boxeo y hacia allí fue. Derramando lágrimas en soledad de tanto extrañar el pago chico, se entrenó en Buenos Aires para ser un competidor digno y de tanto perseverar, cuando ya tenía 31 años y el carretel como atleta se le empezaba a quedar vacío, tropezó con la gran chance de su vida: combatir por el título del mundo, en Italia.
Nuevamente sin dudar, se embarcó hacia la península para enfrentar el examen que le proponía el destino. El resultado no lo acompañó: fue derrotado con claridad y esa misma noche puso fin a su carrera, decidió empezar otra vida.
Hoy vive de la construcción y completa su tiempo haciendo masajes.
     
Cuna humilde

Gustavo Francisco Freda nació en Junín hace 44 años. Fruto del amor de Alberto Ramón Freda y Ana María Gaitán, es el segundo de siete hermanos.
Se crió en el barrio Villa Talleres, más precisamente en la calle Padre Ghío 623, donde vivió hasta los trece años.
En un extenso mano a mano con DEMOCRACIA,  Freda recordó que los días de su infancia eran muy divertidos. “Mi viejo laburaba en el ferrocarril, después puso una frutería, y mi vieja era ama de casa.  En mí época jugábamos al fútbol en el “Campito de Sánchez”, a las figuritas, a las bolitas, a remontar el barrilete y todas esas cosas que ahora no se ven, pero era muy divertido porque llegábamos del colegio y nos tenían que tener para que tomáramos la leche y después, sí, salir. Era una recreación muy distinta a la que tienen  los chicos ahora, que pasan mucho tiempo con Internet. Sería bueno que los padres manden a sus hijos  a hacer ejercicios y que adopten el deporte como un estilo de vida, como un modelo para empezar a conocer la disciplina a través de lo lúdico. El deporte canaliza mucho, a mí me ayudó y nunca paré”, expresó.

La primera vez con el boxeo

“Tenía 11 años cuando fui a ver una pelea, porque a mi viejo le gustaba mucho el boxeo”, evocó Gustavo. En ese momento, los máximos referentes del pugilismo en la ciudad eran Norberto “Canilla” García, Carlos Quintana y Damián Deheza (padre).
“Esa noche me gustó y ahí empecé a decirle a mi viejo que quería boxear, entonces habló con Juan Manuel Lagoa, que fue mi primer entrenador. Héctor Alcolea nos cedió un lugar en el gimnasio que tenía al lado del Hotel Oriente para entrenar. Lagoa me enseñó a pararme, a inculcarme lo que era el boxeo, que había que cuidarse porque es un deporte muy duro y que sí se quería llegar lejos había que hacer bien los deberes para no terminar mal. El boxeo es un deporte apasionante, hermoso, pero no es lo mismo subir al ring bien entrenado que mal, los golpes se asimilan mejor”, comentó.

Preparación en Buenos Aires

Tiempo después, cuando el vínculo con el deporte de los puños ya estaba enraizado en su ser, a Freda se le dio la posibilidad de radicarse en Buenos Aires, cuando tenía 16 años. “Yo trabajaba con mi viejo en la frutería de Betancourt y Rivadavia y Héctor Lagoa me preguntó si no quería irme a entrenar a la Capital, porque él lo conocía a Pradeiro. Lo miré a mi viejo y sentí que me estaban diciendo si quería ir a probarme a Boca. Me autorizaron, y en cosa de una semana estaba allá. Me hicieron hacer guantes, después pegarle a la bolsa y ahí nomás me dijo que me quedara”, rememoró.
De todos modos, en ese período no todo fue color de rosa. “Estuve seis meses en una pensión de calles Belgrano y Tucumán, resistí como pude aunque extrañaba muchísimo. Las mejores horas las pasaba en el Luna Park. Me iba al mediodía, practicaba y después me quedaba viendo a los boxeadores. Estaba “Martillo” Roldán, Carlos Monzón de entrenador, iban Nicolino Locche, Saldaño, Ubi Sacco”, continuó relatando Freda.

La pelea por el título

El estilo de Freda arriba del ring era el que caracteriza más a un  boxeador que a un peleador, estudioso más que impulsivo. El mismo señaló que “era defensivo y contragolpeador. Lo que me faltó para haber llegado más alto fue la agresividad. Hay que tener una fuerza interior que te haga noquear al rival cuando lo tenés contra las  cuerdas”.
Antes de pelear por el título del mundo le salió una pelea en Johannesburgo, Sudáfrica, contra Peter Malinga a ocho rounds. “Yo la había ganado pero me la dieron perdida por puntos. Pero como fue un buen combate y gustó mi estilo, me dieron la chance de enfrentarme  a Mika Kumanu, en el mismo país. Con Pradeiro hicimos otro plan de pelea, porque había que ir a ganar por nocaut debido a que son muy localistas. En el octavo round gané por nocaut técnico”, continuó.
En ese último match lo vieron los italianos y le surgió la prueba de pelear por el título del mundo. Pero no era su categoría. “Yo peleaba en 69,500 kilos y me salió para pelear en 72,500. No desaproveché la chance. Había una gran diferencia de estatura y de físico con Silvio Branco. Yo, comiendo de todo, pesé 69,800 cuando a mi rival lo traían entre dos tipos. Era un toro, yo no sentía los golpes sino el peso del cuerpo que se me tiraba encima. En el sexto round me conectó un par de golpes, no me tiró pero la paró el referí. Perdí por nocaut técnico y ahí dije basta. Dejé el boxeo. Estaba bien físicamente, tenía 31 años, o sea que podría haber seguido un tiempo más. Pienso que fue una decisión acertada”, destacó.

Vuelta de página

Gracias a esa pelea mundialista, Gustavo Freda consiguió hacer una diferencia monetaria que él decidió invertir en el rubro inmobiliario. Al respecto comentó que  “construí unos departamentitos que puse en alquiler, que son como una especie de jubilación para el día de mañana. También me puse a hacer algunas cosas para vender, siempre en la actividad constructora”.
“Uno tiene que invertir o ver cómo puede capitalizar lo obtenido para sacarle provecho en el futuro. Si uno piensa que toda la vida va a ser joven, va a andar bien, está fallando”, opinó, a modo de recomendación.
Además, indicó que “me dedico al hobbie de los masajes. Es otra entradita, además de estar en contacto con gente del deporte. Tengo la vida medianamente ocupada, porque me gusta darme los tiempos. No tengo hijos, así que vivo tranquilo porque no tengo otros compromisos ante la vida”. 
Sobre el futuro, Freda señaló que de acá a unos años “me gustaría enseñar boxeo para boxeadores, no con fines recreativos. (Mario) Arano me ha ofrecido dar clase en su gimnasio, pero no creo que todavía sea el momento”. 

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