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HACE MAS DE 35 AÑOS QUE EJERCE ESTA ACTIVIDAD

Walter Corbo: “El de zapatero es un oficio que se está perdiendo”

Descendiente de pioneros de su profesión en Junín, es un reconocido exponente de la reparación de calzados. Aquí repasa su trayectoria, cuenta los pormenores de este rubro tan particular y explica por qué está desapareciendo.

La relación de Walter Corbo con el oficio de zapatero viene de generaciones pasadas.
Hace varias décadas, su padrino, Francisco Pelleritti, que era fabricante de calzados en Italia, llegaba a estas tierras escapando de la guerra.
Tiempo después, fue su padre el que siguió en el rubro, en este caso con la reparación de calzados: su taller estuvo primero en Alberdi, entre Benito de Miguel y Francia, y después lo mantuvo durante más de 40 sobre la calle Comandante Escribano, al lado de la sede de la Raza Irlandesa.
Y si bien la idea original de Walter no era la de seguir ese mismo camino, en algún momento sintió el llamado de la sangre y desde hace 35 años es uno de los pocos zapateros de la ciudad. Uno de los últimos exponentes de un oficio que, según él mismo dice, “se está perdiendo”.

Zapatero
Corbo nació en el barrio Pueblo Nuevo. Hizo la primaria en el Colegio San José y el secundario en el Industrial.
Era un joven de inquietudes variadas: tuvo intención de entrar en la Marina, hizo un año Radio y Televisión cursando de noche en la Escuela N° 1, estudió Delineamiento General y trabajó en diferentes rubros.
Con facilidades para el dibujo técnico y gusto por el trabajo manual, finalmente, a los 20 años decidió abrir un taller de reparación de calzado.
“Yo siempre estuve en el taller de mi papá y conocía el oficio, de hecho, en algún momento él se fue de viaje y yo quedé a cargo de su zapatería”, recuerda Walter, quien también destaca que aprendió mucho de su padrino, Francisco Pelleritti.
Tenía 20 años cuando se instaló en un pequeño local de Saavedra y Coronel Suárez. De ahí pasó a otro lugar, en Avellaneda 46, donde estuvo tres años. Más adelante se mudó a la vuelta y desde hace quince años atiende en Álvarez Rodríguez 122.
Si bien tuvo altibajos, siempre pudo mantener una buena clientela, no solo de Junín ya que, según dice, “viene mucha gente de los alrededores, como O’Higgins, Vedia, Agustina, Ascensión, Morse, Arribeños, prácticamente todos los pueblos de 70 u 80 kilómetros a la redonda”.

El oficio
Walter “mamó” este oficio y su padre fue un reconocido exponente del mismo, tanto que fue presidente de la agrupación que reunía a los zapateros de Junín.
“Después se fue tergiversando todo porque los oficios fueron quedando de lado –comenta–, el de zapatero es un oficio que se está perdiendo. Acá casi no quedan personas que hagan esto de la manera artesanal. También es algo que pasa todo el mundo, los tiempos van evolucionando, en Europa o Estados Unidos ya no existe más el zapatero, de hecho, hubo épocas en las que ha venido gente del exterior que tenía un familiar acá y me han traído calzados para que yo los repare”.
Corbo habla de su profesión con un dejo de nostalgia y recuerda que “antes los zapatos eran más clásicos”. Y remarca que algunos cambios fueron en desmedro de la calidad: “El plástico y el cartón reemplazaron a casi todo. Las plantillas internas de los zapatos, que eran todas de suela, a través del tiempo se fueron haciendo de cartón y eso también te cambia la durabilidad; el cuero que se usaba en épocas pasadas tampoco era el mismo que ahora”.
En tal sentido asevera que hoy “los zapatos duran menos y se deforman más fácil”, debido a los materiales que se usan. “Los cueros estaban bien curtidos y se elegían, pero ahora los buenos se exportan”.
Es que el de los materiales, para un oficio que ya no tiene tantos exponentes, también es un tema complejo. Porque la calidad ha mermado y, además, no todos se consiguen: “El hilo de algodón se usa para coser en algunas partes porque el de nylon te come las bobinas, y hace como cuatro años que no lo importan, yo tengo porque he conseguido unos cuantos, pero es un producto bastante caro”, ejemplifica Corbo.

Balance

Corbo exhibe con orgullo el instrumental que tiene en su local, porque algunas herramientas tienen una gran historia. Una de las máquinas de costura era de mi padrino y otra era de Carlos Ferrara, un gran zapatero que había Junín.
Esas máquinas le permiten ejercer con solvencia su actividad, que le insume varias horas por día. “Para hacer las cosas bien como requiere un oficio–señala–  tenés que tener todos los elementos, o sea, que necesitás un local muy amplio, porque yo nomás, tengo entre diez y doce máquinas y herramientas. Y la mano de obra bien hecha lleva mucho tiempo, eso hace que uno está en el negocio mucho más tiempo del que tiene abierto al público. Una vez un mecánico me vio trabajar y me dijo ‘me quedo con mi oficio’”.
Con todo, siente una gran pasión por este rubro al que le dedicó más de 35 años: “Con el tiempo aprendí a quererlo, más allá de que es mi medio de vida, creo que es algo natural, algo que venía en mi familia y, sin proponérmelo, aprendí a hacerlo. Eso se debe notar porque es la gente la que me hace publicidad por mi trabajo, y eso es reconfortante y me estimula a seguir adelante”.

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