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ESTO QUE PASA

Apechugar y tener paciencia

Tal vez en un país más previsible y, sobre todo, más “aburrido”, las palabras provenientes de la cúpula máxima del poder tengan menos trascendencia de lo que tienen en la Argentina de hoy. Pero en esta república cuyas instituciones exhiben una endeble consistencia, el verbo del poder amilana a muchos y se convierte en eje de la agenda.
En boca de la Presidenta de la Nación, el lenguaje de las monsergas semanales es una importante hoja de ruta. Convencida de las facultades didácticas de su retórica, Cristina Kirchner ha convertido a sus discursos oficiales en verdaderos resúmenes de su panorámica visión.
En ellos habla de todo y de todos, todo el tiempo. Las ocasiones puntuales son siempre pretextos. Les cuenta sus impresiones a sus conocidos, dialoga con ella misma, evoca recuerdos de su juventud, castiga sin piedad a lo que ella vive como enemigos políticos y termina haciendo de esas apariciones, en las que sistemáticamente habla desde sus impresiones subjetivas y tenazmente mantiene un formato de monólogo mediático, el centro de su actividad.
Se ha dicho incluso que ella hace verdaderos stand-ups, ese género de comedia que consiste en hablar de pie ante el público de un teatro, desarrollando una rutina típicamente escenográfica, donde quien enuncia empieza y termina sin intercambiar nada con sus auditores.

Monólogos

Lo que a menudo convierte en importantes a estas coloridas y pintorescas performances presidenciales es que en ellas y desde ellas, la Presidenta fija posiciones y blanquea decisiones de enorme trascendencia nacional.
Tal vez ella no advierta en esa forzada gimnasia de convertir a sus sistemáticos monólogos en actuaciones de llamativa y aparente “informalidad”, que en ellos se muestra tal como es y cómo funciona. Son verdaderas revelaciones de su carácter y de su sistema de toma de decisiones. Nada pequeño, ni mucho menos irrelevante para un Gobierno que dentro de tres meses cumplirá diez años ininterrumpidos en el poder.
Lo cierto es que el jueves 21, con el pretexto de anunciar la inauguración de una señal de TV dedicada al deporte y financiada con dinero público, Cristina habló finalmente de ese terrible delito de Estado que ha sido la muerte de 51 personas cuando una formación ferroviaria del Sarmiento se llevó por delante andenes de la estación de Plaza Once el 22 de febrero de 2012.
Puede dejarse de lado la pertinencia de que una Presidenta de la Nación anuncie en pleno siglo XXI una señal deportiva por TV como una gran ocasión, un hecho que subraya el empobrecimiento fenomenal de la vida política argentina.
Pero en esta ocasión, lo notable es que luego de un año y cuando faltaban horas para el primer aniversario, marcado el viernes por una importante manifestación civil en Plaza de Mayo, Cristina se ocupó de la llamada “tragedia” de Plaza Once. Es fenomenal lo que dijo la Presidenta y cómo lo dijo.

Omisiones

Empezó anunciando que “queremos recordar y rendir un homenaje: mañana se cumple un año de la tragedia de Once y queremos también rendir un homenaje y un recuerdo a todas las víctimas, un abrazo solidario fuerte a todos sus familiares”.
Adviértanse las palabras: tragedia y víctimas, como quien habla de un terremoto, un tornado o un tsunami, algo natural a lo que no se puede combatir y es inexorable. De inmediato, su recurrente y sistemática tendencia a ponerse siempre en el centro de todo: “Yo sé que la pérdida de un ser querido es irrecuperable e irreparable, nadie lo puede suplir, nadie lo puede reparar”.
¿La pérdida de un ser querido? ¿Está la Presidenta comparando un infarto masivo o un cáncer terminal, con la muerte producida por la letal combinación de corrupción, incompetencia e irresponsabilidad en el manejo de los asuntos públicos?
Reflexión presidencial: “Pero, bueno, allí está la Justicia para determinar responsabilidades seguramente”. Enseguida la pretensión filosófica: “pero así y todo (con justicia, con reparación económica o lo que fuere), la vida no vuelve y la vida de un ser querido, de un ser humano es algo muy valioso y muy doloroso perderla”.
Abstracciones, elusión de los hechos, perfecta ausencia de conexión con la realidad efectiva. Su remate explica cómo es y cómo se maneja: “Así que un abrazo para todos ellos. (…) La vida es así, es alegría y tristezas, no estamos siempre alegres y siempre tristes, nos tocan momentos difíciles, hay que apechugar (sic) y salir adelante”.
En este punto, en el centro del escenario y con el uso incuestionado del micrófono, Cristina ingresa en la performance: “De acá la miro a Estela (Carlotto), ¿cuántos años, Estela, pidiendo justicia? 35 años pidiendo justicia las Abuelas, las Madres y recién, después de 35 años, está llegando la justicia”.
Ya no es una casualidad, ni un rulo de coquetería: es ideología gélida, pura y dura, impiadosa. Compara la Presidenta la sustracción de niños durante la dictadura y la alteración de su identidad, crímenes imprescriptibles cometidos durante la era del horror, con los seres humanos sacrificados por un transporte público inhumano y miserable tras largos años de gestión de un gobierno que no asume culpa alguna.

Credibilidad

Sobre el final, la Presidenta ensayaría sus mejores dotes de sanadora espiritual: “Así que también es importante saber que la vida es así, con momentos duros, con momentos difíciles, pero también con momentos de alegría, de recuerdo, de memoria y de mucho respeto”.
En resumidas cuentas: paciencia, apechugar, esperar, tener paciencia, la vida es así. Esas son las palabras de una Presidenta que usó en esta ocasión 2.054 palabras para anunciar el arranque de una señal de TV, sin perderse la ocasión para atacar duramente a Mauricio Macri por las obras del Metrobús en la avenida 9 de Julio y divulgar las maravillas arbóreas del Calafate.
Cabe subrayar, finalmente, que en su oración del jueves en Tecnópolis, la Presidenta dijo “yo” en diez ocasiones y se apoyó en la muletilla “la verdad” en siete oportunidades. Es difícil resistirse a deducir que alguien que reitera tanto el comodín “la verdad” es porque, en algún punto, sospecha que puede no ser del todo creíble lo que dice.
Pide que le crean: la verdad. Sin embargo, hay que admitir que aportó algo a sus biógrafos del futuro: el rugby, confesó, “era uno de mis deportes preferidos”.

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