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LA PROVINCIA / PANORAMA BONAERENSE

“La política”, entre la preocupación y el estupor

No es fácil definir con alguna exactitud las reacciones de los políticos, en particular los que tienen responsabilidades institucionales, ejecutivas o legislativas, en estos días en que “la economía” ha vuelto a ser un dolor de cabeza para la ciudadanía. En la Provincia, oficialistas y opositores admiten en reserva, y en cantidades similares, una preocupación que va creciendo a medida que pasan los días y no aparecen, desde el Gobierno nacional, acciones que vayan a producir un ordenamiento. Pero en público, la reacción predominante es un silencio que, en la mirada de la sociedad, podría ser entendido como cierta indiferencia frente a “lo que está pasando”.
En los primeros días de la semana anterior, cuando la Casa Rosada dispuso una devaluación del 23% en 48 horas, los referentes de las principales fuerzas de la oposición y sus economistas definieron diagnósticos y -tal vez lo que la gente más espera- le plantearon públicamente al Gobierno la adopción de algunas medidas. Pero en los últimos días, justamente cuando empezó a verificarse el efecto más temido de la devaluación, una escalada de precios que se va extendiendo a todos los rubros del comercio y los servicios, reina una especie de silencio, con excepción del massismo, que ayer volvió a reunir a su equipo económico e insistió con un “programa de cuatro puntos”, que hace eje en una rebaja de impuestos y la promoción de inversiones, apuntado a “bajar la inflación”.
El gobernador Scioli, por su lado, apeló una vez más a los gestos. A mitad de semana, se reunió en una misma jornada con el economista Mario Blejer y con el titular de la CGT oficialista, Antonio Caló, justamente en la misma jornada en que el ex titular del Banco Central desgranaba fuertes críticas a la gestión económica nacional y el sindicalista reclamaba medidas contra el impacto de la devaluación y la inflación sobre los salarios.  Y ayer avanzó sólo hasta definir la situación actual como “un momento sensible” y aceptar “la preocupación de la gente”.
Los intendentes oficialistas de mayor peso político, los del Conurbano, por su lado, fueron convocados esta semana por el ministro Kicillof, que les pidió “colaboración” para el control de los precios, en una reunión de la que salieron con las bocas selladas.
Sin embargo, en los despachos del gobierno provincial y en cualquier ámbito opositor se puede percibir una inquietud creciente con relación a la evolución de las principales variables económicas y la palabra “crisis”, que nadie utiliza en público, ya es un concepto consolidado para definir la situación.
La clase política parece sumergida, en fin, en el estupor; tal vez el término que mejor defina el estado por el que atraviesa “la política”. Es que la Real Academia explica el estupor, en una de sus acepciones, como la “disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o indiferencia”. Pero también lo define como un “pasmo”, esto es, un estado de “asombro extremado que deja como en suspensa la razón y el discurso”.
Algo de eso hay, en efecto, oficialistas y opositores admiten que la decisión del Gobierno de provocar una brusca y fuerte devaluación, sin plan para afrontar su traslado a los precios y evitar una espiral inflacionaria, los tomó por sorpresa. Unos y otros venían mirando con preocupación el creciente déficit del Estado, la posible incapacidad de seguir sosteniendo, en consecuencia, los millonarios a los servicios básicos y la imposibilidad de frenar, por lo tanto, la creciente emisión de moneda. La mayoría también creía, con todo, que el Gobierno podría evitar una explosión de esas variables, quizás hasta que se terminara el actual mandato de Cristina. Imaginaban, en rigor, que el estallido económico sería la bomba de tiempo que heredaría el próximo gobierno.
Claro que inciden también otros factores en la cautela con que reacciona la dirigencia opositora. Por un lado, algunos “coinciden” con la devaluación, convencidos de que existía un fuerte retraso cambiario que afectaba al campo y algunos sectores industriales exportadores, aunque no estén de acuerdo en la forma en que se instrumentó la “actualización”.
Y la mayoría, según admite en privado, parece ser especialmente sensible a las “denuncias” de “intentos desestabilizadores” del oficialismo. No quieren, por nada del mundo, que sus críticas o reclamos en materia de medidas económicas puedan ser calificados de esa manera.
De cualquier modo, todos reconocen que a la Provincia le esperan tiempos difíciles y complejos.
El gobierno de Scioli incumplió la promesa de iniciar, antes de que terminara enero, las conversaciones paritarias con docentes y estatales. Y a 30 días de la fecha de inicio de las clases, sigue esperando que se defina la cuestión salarial de los maestros a nivel nacional, sin que la Casa Rosada haya dado el menor indicio de cuándo convocará a los gremios de ese sector para empezar las negociaciones.
Por lo pronto, en la Gobernación dicen saber dos cosas: 1) que los sindicatos no aceptarán menos del 30% de aumento y que reclamarán una cláusula “gatillo” de re discusión de los salarios a mitad de año; y 2) que difícilmente puedan otorgar ninguno de los dos puntos. Podría decirse que ven muy lejana la posibilidad de un acuerdo. Y ya se sabe. Con los docentes, si no hay acuerdo, hay paro y no empiezan las clases.

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