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Ante el cáncer, la angustia de los otros y el peso del propio cuerpo

En Estados Unidos, una joven afectada por un cáncer había decidido poner fin a su vida, antes de que el tumor la sumiera en horribles sufrimientos. Los pedidos que le llegaron a través de las redes sociales la hicieron postergar su decisión unos días, la que finalmente concretó. Su experiencia es tan conmovedora como esos abismos que la naturaleza cavó entre el instante y la eternidad. Y sin embargo se trata de nuestra propia experiencia vital, tan contingente.
La escritora y fotógrafa Gabriela Liffschitz testimonió en su libro Un final feliz el análisis que le permitió dejar de lado esta tendencia antes que el cáncer terminara con su vida: “Una persona, en una terapia alternativa, me dice: ‘vos sabrás por qué te enfermaste, habrá algo de tu vida que no supiste manejar’. Recuerdo la ira subir hacia mi cara. Le dije que sin duda había muchas cosas en mi vida que no había sabido manejar, al mismo tiempo que no sabía que había una forma de manejo de la vida y que en ese caso era un dato notable que no todos estuviesen enfermos de cáncer. Lo dije a los gritos y fui despedida del lugar. Sin embargo, quedé destrozada. Fue en el momento en el que Chamorro (el analista) me dijo en sesión ´es infructuoso preguntarse por qué ´. No se puede responder a eso. Conduce solo a la angustia. Y así era. Había preguntas para las que no había respuesta, era inútil insistir.

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