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Armas pequeñas, guerra cotidiana

El Papa Francisco aseveró que la violencia actual es una tercera guerra mundial. Esta advertencia muestra Estados paradójicamente inermes frente a una guerra solapada. Los datos aterran: circulan en el mundo 640 millones de armas pequeñas y 16 mil millones de municiones.
Por su bajo precio, fácil transporte y difícil control, son las más extendidas herramientas de guerra y la mayor causa de muerte en conflictos sociales urbanos.
En 2012, me encontraba en Washington, participando de la Conferencia Mundial de Sida. Dos sucesos (la matanza en un cine de Aurora, Colorado, donde murieron 12 personas y otras 58 resultaron heridas; y la ocurrida en la escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut, con 20 niños y 6 mujeres asesinados a tiros, me llevaron a suponer que ese año marcaría el final del acopio de armas por parte de particulares en los Estados Unidos.
Obama, tras el impacto, impulsó medidas para el control de armas, pero el Congreso no aprobó siquiera la que generaba más consenso: un sistema de verificación de antecedentes para impedir que las armas llegaran a los violentos o a las personas con problemas de salud mental.
Si el Presidente del país que tiene el 60% del gasto militar del mundo, no logra controlar las armas ligeras, podemos comenzar a comprender el porqué del descontrol mundial en la tenencia y uso de armas en la población, que provoca una cifra aproximada al medio millón de personas asesinadas por armas de fuego al año en el mundo.
De esas muertes, sólo dos de cada diez son por causa directa de conflicto armado. Casi 1300 empresas en 90 países fabrican estas maquinarias de muerte, que generan seguridad falsa e inmensas ganancias.


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