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No hay que resignarse a vivir en una sociedad más violenta

Maestros en su ámbito, médicos en los hospitales, profesionales independientes padecen agresiones de todo tipo, a diario, a toda hora, en donde trabajan o donde ejercen su oficio. La violencia está instalada en escuelas, en centros de salud, en cualquier barrio de la capital o del Gran Buenos Aires.
Los enfrentamientos no se reducen a lo verbal, siempre está presente la contundencia física. Los maestros hacen seminarios en búsqueda de paliativos para evitar esos hechos vergonzosos, los médicos piden una protección policial en la mayoría de las veces inexistente; todo queda en el terreno de lo teórico.
Pero, ¿cómo se puede frenar la violencia en una sociedad donde hay impunidad, no existen los límites, los servicios de seguridad no cumplen como deben con su función, donde hay carencias de todo tipo, donde hay desempleo y desengaño permanentes y las presiones sobre la sociedad son constantes? ¿Cómo revertirla si desde el máximo poder se la alienta con discursos donde el que piensa distinto es un enemigo peligroso para la búsqueda de los logros “de la Nación”? ¿Cómo evitarla cuando se presencia un bombardeo frívolo de alto consumo frente a aquellos que no tienen nada?
El Gobierno, sumergido en el populismo cumple a diario el ritual de atribuir a los “otros”, a los críticos, a los medios que ponen en evidencia sus fallas, la causa de todos los males. Es decir, viven en el cinismo, en el engaño y en el autoengaño.
No tiene el Gobierno el coraje de admitir sus equívocos y mentiras estadísticas cuando se comprueba que los índices de desamparo social son graves. Que costosísimos subsidios no han podido revertir los hechos reales donde un argentino cada cuatro es pobre, de una pobreza que da escandalosa vergüenza. Que la euforia del consumo administrado a las sonrisas por el kirchnerismo no ha mejorado las condiciones cruciales de la economía, sin olvidar la infraestructura olvidada.
La violencia no se cura mientras las causas que la potencian siguen vigentes o son alimentadas con una irresponsabilidad histórica.


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