None
NORTEAMÉRICA MENOS FLEXIBLE

Una sociedad que no se muda

Una tendencia perturbadora en décadas recientes es el descenso en la movilidad geográfica de los norteamericanos. Nos enorgullecemos de estar siempre listos para levantar campamento. En particular, pensamos que siempre estamos dispuestos a mudarnos para aprovechar las oportunidades que se nos presentan. Si no hay puestos de trabajo aquí, iremos a otro lado. Se reconoce nuestra “flexibilidad” como una enorme ventaja económica, especialmente comparada con Europa, donde la gente tiende a no mudarse. Es un autorretrato halagador manchado, ahora, por la realidad de que hay más norteamericanos que no se mudan.
La dramática caída en la movilidad geográfica se considera, generalmente, como otra prueba más de que la economía norteamericana se ha vuelto menos dinámica y flexible. Los ejemplos abundan. Recientemente, la Brookings Institution (un centro de investigaciones de Washington) dio a conocer un informe indicando un descenso en el éxito empresarial. El número de empresas creadas está cayendo, y en años recientes ha habido más quiebras de empresas (470.591 en 2011) que empresas nuevas (409.209).

Menos innovación

Todo parece parte de lo mismo. Las empresas son menos innovadoras y resistentes. Los trabajadores son más rígidos e inmóviles. Las tendencias son inconfundibles.
La Oficina de Censos habitualmente pregunta a los norteamericanos si están viviendo en el mismo lugar este año que el pasado. En 1948, uno de cada cinco norteamericanos (20,2 por ciento) reportó haberse mudado el año anterior. La mayoría (13,6 por ciento) se quedó en el mismo condado, pero minorías considerables se mudaron a otro lugar del estado (3,3 por ciento) o a un estado diferente (3,1 por ciento). Casi cuatro décadas después, en 1985, los patrones fueron casi idénticos: un 20,2 por ciento se mudó, con cambios insignificantes de sus destinos. (En ambos años, hubo también un pequeño grupo que emigró al exterior).
Pero eso ya no es así. En 2013, sólo un 11,7 por ciento de los norteamericanos se mudó el año previo, un 7,5 por ciento se quedó en el mismo condado y un 2,3 por ciento permaneció en el mismo estado. Un mero 1,6 por ciento se mudó a otro estado. Estos cambios se iniciaron a fines de la década de 1980 y parecen haberse acelerado en la de 2000.
Aparte de una actitud general de permanencia -una renuencia a mudarse- se han presentado muchas teorías para explicar este viraje. Entre ellas: una sociedad que envejece (los de mediana edad se mudan menos que los jóvenes); el surgimiento de parejas de doble ingreso (si uno pierde su puesto de trabajo, el otro aún lo conserva); los propietarios con hipotecas “sumergidas” (si venden sus viviendas, incurrirán en grandes pérdidas); y el menguante atractivo del sur y el oeste con precios más baratos y temperaturas más cálidas.
Todas esas explicaciones parecen plausibles, pero en su mayor parte son incorrectas, sostiene un nuevo estudio de los economistas Raven Molloy y Christopher Smith, del Consejo de la Reserva Federal, y Abigail Wozniak, de la Universidad de Notre Dame. Una explicación mejor, afirman, es el mercado de trabajo. Los puestos de trabajo causan la mudanza de la gente, pero los puestos no son tan abundantes como lo eran antes y los jornales son más bajos, por tanto, la gente no se muda. (Su estudio se denomina Working Paper 20065, del National Bureau of Economic Research.)
Para las mudanzas dentro de un mismo condado, el envejecimiento de la población y la propiedad de viviendas sí explican parte del descenso de ellas, según descubrieron los economistas. Pero eso no puede aplicarse a las mudanzas de un estado a otro. El descenso se produjo en este rubro en todos los grupos etarios, lo que sugiere que hay otras fuerzas más fuertes en vigor. En forma similar, el descenso se produjo tanto en inquilinos como en propietarios, lo que también indica otras fuerzas más poderosas. En cuanto al menguante atractivo del sur y el oeste, el descenso de las migraciones no se concentra en esas regiones.
Lo que se ha modificado es la naturaleza del mercado laboral, dice el estudio. Tanto las empresas como los trabajadores están más a la defensiva. Las empresas son más renuentes a contratar; quizás como reacción, los trabajadores son más renuentes a abandonar puestos existentes. El resultado es que hay menos ofertas de trabajo que tienten a los trabajadores a mudarse. Además, el poder de negociación parece haber virado a los empleadores. En los años 80 los trabajadores jóvenes recibieron un aumento salarial de un 7 por ciento al mudarse a un nuevo puesto de trabajo, estiman los economistas; más recientemente, la cantidad fue la mitad de la anterior. Los salarios más bajos también disuaden a la gente de realizar mudanzas costosas e inciertas.

¿Buena o mala noticia?

Los economistas creen que estos factores pueden explicar la mitad de la caída en las mudanzas a otros estados. ¿Es una buena o mala noticia? No está claro. Que las migraciones declinen no significa automáticamente que la economía “se haya vuelto menos dinámica”, dice el estudio. Podría significar que “en la economía actual se necesiten menos cambios de lugar y de trabajo.” Bueno, tal vez. Pero hay otra posibilidad: Podría reflejar un mundo motivado más por el temor que por la esperanza. 

COMENTARIOS