Sabido es que, en el seno de una pareja, las mujeres prefieren las palabras al silencio.
No sólo porque la sexualidad femenina se alimenta de esas frases que saben acompañar el encuentro de los cuerpos, sino también -y aquí aparece el costado conflictivo del asunto-, porque a menudo la dama se siente tentada de escuchar palabras que brinden información.
Así, por ejemplo, no es raro que un encuentro amoroso termine mal a causa de la curiosidad sobre alguna ex (¿cómo era?; ¿por qué se pelearon?; ¿era linda?), junto con la torpeza con que los hombres solemos sortear esos fatídicos atolladeros.
Sucede que este costado oscuro y complicado de las relaciones amorosas hoy toma su relevo en las redes sociales del ciberespacio, campo fértil de informaciones sobre la vida de propios y extraños, viejos y jóvenes, bárbaros, mosaicos, cristianos y gentiles.
En efecto, los testimonios clínicos indican que irse a duchar y dejar el celular ahí nomás puede ser fatal para el caballero. Pero también para ella. Porque resulta que el que busca encuentra.
Esto es: cualquier dato, por nimio que sea, está sujeto a la interpretación de la intencionalidad, conciente o no, de quien lo busca. Por lo que el texto de un diálogo, o la oportunidad de un mensaje, pueden ser causantes de un inesperado disgusto a la salida del baño. Lo mismo vale para la compu: “dejó el Face abierto y se fue: obvio, me puse a revisar todo”, dijo no hace mucho una paciente en su sesión.
Pero en este sainete digital, los caballeros no se quedan atrás.
En efecto, habida cuenta de que la sexualidad del macho es más bien fetichista, los muchachos no se muestran tan interesados en las historias previas de la amada -en realidad prefieren no enterarse de nada-, como en las sugerentes fotos en la playa que ella sube al Face, (y tanto peor si algún desubicado se atreve a poner algún comentario) los conflictos que estos desencuentros generan dan para indagar acerca del lugar de la verdad en una relación, de qué hablamos cuando hablamos de verdad, qué verdades nos sirven y cuáles no hacen más que certificar nuestras propias inseguridades.
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