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OPINIÓN

Un giro ortodoxo repleto de dificultades

El giro hacia la ortodoxia no es una tarea sencilla. No se trata sólo de acomodar el relato K a las nuevas políticas y que la sociedad lo crea, además debe lograr encauzar las expectativas y generar confianza en que el curso actual permitirá a la Argentina hacer un ajuste que no sea caótico. 

Como se señaló en una anterior columna, el ajuste y un dólar de 8 pesos requieren al menos un retroceso en el salario real del orden de los 10 puntos. 


Meta salarial


Con una inflación que se proyecta en 35%, la meta salarial que se propone el Gobierno es del 25%, pagadera en cuotas. Pero la primera ronda de la paritaria docente parece dar por tierra con esta iniciativa oficial. Primero Córdoba y luego la Ciudad de Buenos Aires, De la Sota y Mauricio Macri, realizaron una oferta del 31% a pagar en dos cuotas, la segunda hacia mitad de año. 

Como es conocido, alrededor de 15 provincias reunieron a sus ministros con la intención de coordinar la oferta de la paritaria docente en el orden del 25%. Una cifra que fue rechazada por los gremios y ahora queda muy lejos y desacreditada si se toma el nuevo punto de referencia. 

¿Qué pasará con el resto de las negociaciones? La semana pasada la cúpula de la UIA y la CGT de Antonio Caló se reunieron con la intención de acordar una paritaria “racional”, entendiendo esto como que los reclamos de salarios no se disparen y generen nuevas presiones inflacionarias. 

Los gremios industriales están preocupados por los empleos: la recesión es un hecho y los despidos y suspensiones han comenzado. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada desestimó esa versión, pero el titular de la UIA, Héctor Méndez, señaló que efectivamente eso es lo que va a ocurrir. 

Puede que estos temores atemperen las demandas de salarios, pero también resultará difícil explicar a los dirigentes sindicales que acepten un porcentaje inferior al que ofreció Macri y De la Sota a los maestros de sus provincias. 

La necesidad de forzar un número mágico para las paritarias, fue posible en el pasado con una inflación más baja y con un Gobierno políticamente fuerte. 

Hoy, las dos condiciones no están presentes. Intentar esa vía es riesgoso si antes no se ensaya algún tipo de pacto o acuerdo social entre sindicatos, empresarios y el Gobierno. 

La suerte del ajuste que está proponiendo el ministro Axel Kicillof depende en gran medida del número que surja de las paritarias: si está cerca del 25% las chances de que no se dispare la inflación aumentan. 

Dicen que Juan Carlos Fábrega, el jefe del Banco Central, convenció a la presidenta Cristina Kirchner de avanzar con el ajuste, cuando le relató lo que ocurrió en el Rodrigazo hace ya más de 38 años. 

La historia dice que otro metalúrgico, Lorenzo Miguel, dobló el brazo a Isabel Martínez de Perón, con un ajuste de salarios del 45%, que pese a todo no alcanzó a cubrir la enorme devaluación. 

La historia no tiene que repetirse. Pero la oferta de Córdoba y de la Ciudad de Buenos Aires en la paritaria docente parece indicar que los dos jefes de distrito apuestan a que la inflación seguirá en alza. 


Recursos escasos 


Los recursos de las provincias son escasos, pero con la inflación se estiran y logran que el aumento prorrateado de sueldos sea más fácil de sobrellevar. 

Los casos difieren, pero los problemas de financiamiento se postergan hacia la última parte del 2014. 

Mientras tanto, las clases comienzan y no tienen que cargar con el costo político y social de un conflicto con los maestros y docentes. 

Para la última parte del año falta una eternidad en términos políticos y quizás también de la Economía. La Casa Rosada, como se dijo, se acerca más a la ortodoxia y ahora espera abrir las conversaciones con el FMI para facilitar el acuerdo con el Club de París, y también para tratar de tener alguna respuesta ante el fallo judicial con los holdout en la Corte Suprema norteamericana. 

La ortodoxia no es un camino fácil ni rápido: además de los costos y penurias que suponen una recesión, terminar con la inflación en la Argentina demanda tiempos que quizás no sean los mismos que llevan las negociaciones externas. Son tiempos de muchas definiciones y escaso margen para el error.

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