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SANTIAGO AGUIAR

Un buen diagnóstico para el mejor remedio

A la luz de los últimos cambios en materia de política económica y cambiaria, resulta interesante hacer un pequeño esfuerzo por entender si el problema está en el pasado o en lo que está por venir. Clave será entonces entender en esta coyuntura cuáles son los determinantes de la inflación y del tipo de cambio, es decir, lograr un buen diagnóstico para encontrar el mejor remedio. 

A fines de 2013 el desafío más importante que enfrentaba el Gobierno era, sin dudas, controlar la inflación. Para algunos pensadores neoliberales este proceso era producto de la emisión monetaria y el aumento del gasto público, que a su vez llevaba a una apreciación del tipo de cambio real. Este atraso cambiario y la inflación exclusivamente explicada por la demanda se resolvería simplemente devaluando y enfriando la economía. 

Es decir, que un tipo de cambio real alto sería la solución a los sectores de productos exportables, ocultando en el argumento la contracara de esta medida que serían salarios reales más bajos y menos empleo.

Ahora bien, es cierto que la Argentina enfrenta desde 2003 y a partir de su decisión de no tomar endeudamiento externo, la constante necesidad de generar dólares genuinos con el objetivo de garantizar año a año la importación de energía, el pago de deuda pública externa, la importación de insumos y bienes de capital y la fuga de capitales. Motivo que lo llevó finalmente a restringir el atesoramiento legal de divisas para asegurar los otros. 

Esto generó durante 2013 una abrupta devaluación del dólar paralelo que abonó el terreno para instalar la idea de que el Gobierno había perdido las riendas sobre el tipo de cambio y que una devaluación fuerte era inminente y con ella la consiguiente inflación galopante. Tratando de contener las expectativas, el Gobierno comenzó a fines del año pasado a recomponer más rápidamente la competitividad externa a partir de una devaluación más acelerada del tipo de cambio oficial y comenzó a trabajar en el programa de “precios cuidados” con el objetivo de contener la transferencia inmediata de la devaluación a precios sobre todo en productos no transables. Finalmente la creciente demanda de dólares y la no liquidación de cereales aumentaron aún más las presiones devaluatorias, que el Gobierno se vio obligado a convalidar.

Hacia adelante el resultado está por verse, pero seguro no va a depender sólo del éxito del Gobierno en los programas de monitoreo de precios. La clave estará en contener las expectativas inflacionarias y devaluatorias para poder estabilizar el precio de la moneda oficial en un nivel conveniente y predecible. Para ello no sólo hará falta la liquidación de los granos que aún se guarda el sector primario, sino también la actitud responsable del sector empresario formador de precios y el sector sindical en los reclamos de paritarias. En fin, el esfuerzo y el compromiso será de todos. Aún de aquellos agoreros del desastre que son tan miopes que desean el fracaso de un gobierno creyendo que afecta sólo a la presidenta y no a los 40 millones de argentinos.

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