None
OPINIÓN

¡Que el dolor no me sea indiferente!

El pasado 10 de diciembre cumplimos treinta años de la vuelta de la democracia a la Argentina después de la dictadura más sangrienta de la historia de nuestro país.
Pero la realidad parece ser que estamos celebrando treinta años de ausencia de gobiernos de facto, es decir, no elegidos por el voto popular.
Porque democracia es mucho más que gobierno elegido por el pueblo, democracia significa, además, la construcción de una sociedad donde todos los ciudadanos tengan el derecho y el acceso real a los bienes sociales, culturales y económicos que ella produce. Y no es esto precisamente lo que ha venido ocurriendo en la Argentina en los últimos diez años, peor aún, todo parece indicar que nos alejamos cada día más de aquella posibilidad.
Los hechos recientes en distintas provincias pusieron al descubierto lo que el relato nacional pretendió tapar desde hace demasiado tiempo, que la situación social en la Argentina ha empeorado sustancialmente y, sobre todo, que casi un millón de jóvenes no encuentran las oportunidades que el país debe proveerles.
Los planes asistenciales/sociales necesarios en épocas de crisis extrema (post 2001) dejan de tener sentido cuando se siguen manteniendo en un contexto de crecimiento de la economía sostenido por varios años.
Y así se transforman en una declarada “inclusión social berreta” que solamente tiene por objetivo mantener a los pobres en la pobreza.
La verdadera inclusión social debe ser aquella que brinda las herramientas para que los ciudadanos puedan ganarse el sustento a partir de la educación, la formación y las competencias y habilidades que el Estado y la sociedad civil generan para ellos.

Deudas…


Seguimos teniendo, en este sentido, enormes deudas sociales y muy poco para festejar; mucho mejor hubiera sido aprovechar estos diez años para hacer un balance y un compromiso político-institucional para proyectar la próxima década de la Argentina tendiente a resolver estas problemáticas y muchas otras: deficiente infraestructura vial, transporte ferroviario obsoleto y desarticulado, inseguridad creciente, crecimiento del narcotráfico…
¿Y en Junín como andamos? Sin dudas para no tirar manteca al techo, pues ya tuvimos nuestro 10-M con algunas características similares a lo que pasó en el país esta semana: violencia descontrolada, saqueos, anarquía. Si bien no ha habido situaciones extremas como las vividas en Córdoba, Tucumán y otras provincias (ojalá no las haya), la ausencia de las mismas no significa que estemos mejor. Porque si esa es la vara para medir la situación social realmente sería lamentable.
A treinta años de la vuelta de la democracia, tenemos sin dudas asignaturas pendientes y muchas de ellas explican la explosiva situación social que vivimos actualmente.
De nada sirve tratar de taparlas o minimizarlas y culpar a los “otros”.
Solo podrán ser resueltas si nos ponemos frente a los problemas y buscamos soluciones, muchas de ellas colectivas.
Todo lo contrario a lo que sucedió en la Plaza de Mayo por los festejos de los 30 años: mientras León Gieco cantaba “…que el dolor no me sea indiferente…”, en un palco repleto de aduladores, millones de argentinos sufrían en carne propia las consecuencias de los saqueos y la violencia descontrolada.

COMENTARIOS