OPINIÓN

Una pizza cuesta el doble que un kilo de carne vacuna ¿Habrá que importar trigo

La palabra "Trigo" proviene del vocablo latino triticum, que significa triturado, quebrado o trillado, refiriéndose a la actividad que debe realizarse para separar el grano de trigo de la cascarilla que lo recubre.
El trigo tiene sus orígenes en la antigua Mesopotamia. Las más antiguas evidencias arqueológicas del cultivo de trigo vienen de Siria, Jordania, Turquía, Israel e Irak.
Hace alrededor de ocho milenios, una mutación ocurrió en el trigo silvestre, dando por resultado una planta con semillas más grandes, la cual no podría haberse diseminado con el viento.        
Existen hallazgos de restos carbonizados de granos de trigo y huellas de granos en barro cocido en Iraq septentrional, que datan del año 6700 a. C.
El trigo produjo más alimento al ser cultivado por iniciativa de los seres humanos, pues de otra manera éste no habría podido tener éxito en estado salvaje.
Este hecho provocó una auténtica revolución agrícola en el mundo. En Roma, el gobierno aseguraba el mantenimiento de los ciudadanos sin posibilidades económicas abasteciendo trigo a un bajo precio y regulando la molienda y fabricación del pan, ya que era una práctica común su racionamiento.
El consumo del trigo y de pan en el Imperio romano revistió una gran importancia que también se confirma en la Biblia.    
A esta altura, usted se estará preguntando hacia dónde queremos ir con semejante descripción histórica. Y nuestra intención es tratar de explicar qué está ocurriendo con el trigo, la harina y el pan en nuestra abofeteada Argentina.
Desde los comienzos mismos de la siembra y molienda del cereal, el trigo fue –y será- un grano de fuerte carga política.    
Es sinónimo de alimento básico para cualquier ser humano del mundo. Desde su importante mención en la Biblia, y durante la historia de occidente, siempre este cereal (sinónimo de pan), fueron el estandarte enarbolado por todo aquel gobernante que quiso esgrimir diversos motivos de su utilización política, con fines loables como es paliar el hambre.    
Tan arraigado es el concepto de que el trigo es pan, y el pan es alimento, que las abuelas desde nuestra edad temprana ponían en nuestras manos una hogaza de pan, esgrimiendo frases como: "No le va a hacer daño, no hay nada más sano que el pan".
Y así en el transcurso de los años, el trigo fue utilizado como una mercadería para todo tipo de negociaciones, de manejos –algunos con intenciones aviesas- y otros buscando verdaderamente el beneficio de la población.
En la actualidad estos manejos (o desmanejos) han ocasionado que estemos en vísperas de la segunda peor cosecha de trigo argentino de la historia.
La primera fue el ciclo pasado 2012/13. A pesar de que la actual área utilizada para este cereal aumentó en relación a la del pasado, el clima está jugando una mala pasada para la correcta evolución de los cultivos.    
El trigo se sembró con falta de humedad, y luego de algunas lluvias bastante escasas en los primeros tramos del nacimiento de las plantas, la falta de precipitaciones caracterizó al escenario de las últimas semanas.
Esto está generando preocupación en las filas de los productores que ven que los cultivos no crecen como deberían, con muchas posibilidades de encontrarse con muy bajos rindes en cosecha y con problemas de calidad comercial.
De ocurrir esto, nos encontraremos con el agravamiento de la actual situación de falta de semillas de trigo de calidad panadera que necesitan las industrias molineras para la elaboración de la harina. Estamos siendo testigos de hechos históricos como es que el trigo cotice un 30 a 40% más que la soja, que aumente la harina casi todas las semanas, y que el pan llegue a valores imponderables.    
Existen muchas dudas de con qué trigo contarán los molineros para hacer el "enlace" entre la cosecha vieja y la nueva, y a qué valores se conseguirá esta semilla.
El panorama actual es harto complicado para todos los partícipes de la cadena comercial, pero en especial para los industriales harineros y lógicamente para los consumidores que tenemos que pagar el pan (y todos los farinaceos) a niveles fuera del valor habitual en relación a otros alimentos.    
Pero cuando existe un problema, existen soluciones. Una de ellas es que los argentinos nos olvidemos del choripán. Otra que el próximo año se confeccione pan con harina de centeno. Y la más sensata y conducente para solucionar el problema en cuestión sería permitir la importación de trigo.
Al menos para llegar hasta enero -época de plena cosecha argentina- sin mayores turbulencias, y en ese momento ver con qué cosecha nos encontramos.
Pero es prácticamente inviable que el actual gobierno autorice el ingreso de trigo extranjero, porque sería una forma de aceptar que se vienen equivocando feo con la política triguera de los últimos 10 años.
En definitiva, habrá poco trigo y el que tenga la posibilidad de poder cosechar semillas de calidad comercial panadera, tendrá un cereal que puede llegar a cotizar a valores  impensados hasta este momento.
Si alguien pensó que interviniendo los mercados lograría el objetivo falaz de tener trigo barato para tener harina/pan/fideos baratos, verdaderamente se equivocó. Pero siempre hay tiempo de solucionar los problemas. Solo hay que tener la valentía de hacerlo.


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