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ECONOMÍA

El comercio exterior ya no es lo que supo ser

A fines del año pasado, se esperaba un 2013 tranquilo en materia de comercio exterior. Pero, transcurrido más de medio año, el optimismo perdió terreno considerablemente y el saldo acumulado de 4.954 millones de dólares en el primer semestre (un 26% menos que en igual período de 2012) aumenta las dudas respecto de si los dólares comerciales alcanzarán para cubrir las necesidades de divisas de la economía sin sacrificar reservas.
En cuanto las exportaciones, la cosecha agrícola continúa aportando en cantidad. De acuerdo a cifras oficiales, la campaña 2012/13 totalizó 105,4 millones de toneladas, un 14% más que la campaña anterior, afectada por la sequía. Con todo, los cultivos estrella, por volumen de producción y salida externa (junto con sus derivados), registraron disparidades: la producción de soja y maíz aumentó considerablemente (23% y 51%, respectivamente), mientras que la de girasol y trigo cayó (7% y 41%).
Si bien, en volumen, las alzas compensan sobradamente las bajas, la concentración en menos cultivos torna el esquema más susceptible a shocks negativos, como una caída de precios.
Aunque las cotizaciones de las commodities se mantienen en niveles elevados, las expectativas de buenas cosechas en las regiones productoras, junto con la posibilidad (creciente) de una suba en las tasas de interés internacionales, pueden golpear las cotizaciones.
Estos cambios de tendencia comienzan a reflejarse tanto en los precios spot como en los contratos futuros. Por citar un ejemplo, la cotización de la soja perforó el piso de los 500 dólares la tonelada a fines de julio (cotización promedio de los últimos 3 años) y desde entonces continuó en baja.
Para tener una idea de las implicancias, una baja del 10% en el precio de la soja y sus derivados significa pérdidas directas de exportación superiores a 3.000 millones anuales y 1.000 de dólares en concepto de retenciones.
El escaso dinamismo de la demanda externa afecta, en tanto, a las exportaciones industriales. La continuidad de los problemas fiscales-financieros en Europa, sumada a la desaceleración de la economía, china y de otros emergentes de peso afectaron los volúmenes del comercio internacional, esperándose que la economía global crezca a un ritmo similar al del año pasado.
En ese contexto, de importancia fundamental para Argentina es lo que suceda con Brasil: las exportaciones al país vecino representan el 21% del total (42% de manufacturas y 77% de vehículos). Y en este sentido, el panorama económico (bajo crecimiento e inflación en ascenso), sumado a la dureza de la política económica y la conflictividad social, no dejan demasiado margen para el optimismo.
Por otra parte, con una demanda externa acotada, el Gobierno tampoco puede capitalizar el deslizamiento cambiario. Aunque el ritmo de devaluación del peso se aceleró notablemente en los últimos meses, el tipo de cambio real multilateral, verdadera medida de competitividad, se mantuvo estable desde mediados de 2012 a esta parte.
Si bien pueden detectarse otros objetivos en la política cambiaria (moderar la brecha con el dólar paralelo, favorecer la recaudación), lo cierto es que con su accionar el Banco Central ha logrado sostener la competitividad cambiaria de los vaivenes internacionales.
No se percibe un cambio en este aspecto, lo cual es simultáneamente positivo (no se pierde competitividad) y negativo (no se recuperan los márgenes perdidos en estos años de elevada inflación y moderada devaluación).

Riesgos de reducir las importaciones

Tal vez el punto más importante (y manejable para el Gobierno) en materia de comercio exterior sean las importaciones.
Los problemas estructurales del sector energético, no obstante, han llevado a un marcado incremento en las compras externas de combustibles: pasaron de representar el 4% de las importaciones en 2003 al 14% en 2012. La creciente dependencia externa de la matriz energética implica, por lo tanto, que para acotar el total de importaciones, el Gobierno tiene que sobre-ajustar las restricciones al resto de las compras al exterior.
Estas trabas comerciales son efectivas pero pueden ahogar el proceso productivo, como se ha visto en 2012.

Proyecciones


En función de los factores mencionados, proyectamos una caída de 25% en el saldo comercial, que de ese modo se reduciría a cerca de 9.300 millones en 2013.
Asumimos que las restricciones comerciales se moverán en función del ingreso de divisas por exportaciones y las necesidades energéticas, ambas variables prácticamente “jugadas” para lo que resta del año, aunque sin ahogar demasiado el nivel de actividad por cuestiones electorales.
En el trade-off entre superávit comercial (y/o reservas internacionales) y actividad, administrado vía las restricciones a la importación, el Gobierno parece inclinarse por la segunda opción.
Esta política económica-electoral luce, sin embargo, extremadamente cortoplacista: si el Indec confirma el retorno del crecimiento a “tasas chinas” antes de octubre, seguramente se gatillará el pago del Cupón PBI en 2014, lo que implica un golpe de 2.900 millones de dólares sobre las mermadas reservas.
En ese caso, lo que se pone en riesgo es la sustentabilidad del esquema macroeconómico de cara al recambio presidencial en 2015. Aunque ganar una elección bien vale unos miles de millones de dólares.


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